Aunque esta historia hace ya muchos años que sucedió, yo entonces
tendrías unos doce o trece años. Mi
madre trabajaba en la recolecta de aceituna y a mí me dejaba al cuidado de mi
único hermano que entonces tendría tres añitos.
Un día se quedó en el patio de los vecinos jugando. Cuando me
acerqué a recogerlo, uno de los vecinos me dijo que allí ya no estaba y que lo habían visto correr por
un camino que llegaba a un prado en el cual pastaban las ovejas y las cabras de
aquel cortijo. A mi hermano le encantaban los animales, pero lo más grave era
que en aquel prado había un pozo descubierto. Cuando llegué lo busqué por todas partes, detrás de los árboles, de
las piedras grandes, etc. No lo
encontré, después de tanto buscarlo caí de rodillas llorando a la vez que
rezaba pidiéndole a Dios que a mi hermano no le hubiese pasado nada; yo no podía evitar pensar que había caído al pozo.
Cuando los vecinos me vieron tan
angustiada me llamaron para decirme que era una broma, que el niño cuando estaba
en el patio se quedó dormido y lo acostaron en una cama. En aquel momento sentí
rabia por la mentira y broma de mal gusto, pero al ver la carita de mi hermano
una paz interior invadió mi alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario