miércoles, 25 de enero de 2017

Una paz invadió mi alma

Autora: Rafi Castro

Aunque esta historia  hace ya muchos años que sucedió, yo entonces tendrías unos doce o trece años.  Mi madre trabajaba en la recolecta de aceituna y a mí me dejaba al cuidado de mi único hermano que entonces tendría tres añitos.

Un día se quedó en el  patio de los vecinos jugando. Cuando me acerqué a recogerlo, uno de los vecinos me dijo que allí  ya no estaba y que lo habían visto correr por un camino que llegaba a un prado en el cual pastaban las ovejas y las cabras de aquel cortijo. A mi hermano le encantaban los animales, pero lo más grave era que en aquel prado había un pozo descubierto. Cuando llegué lo busqué  por todas partes, detrás de los árboles, de las piedras grandes, etc.  No lo encontré, después de tanto buscarlo caí de rodillas llorando a la vez que rezaba pidiéndole a Dios que a mi hermano no le hubiese pasado nada;  yo no podía evitar pensar que había caído al pozo.

Cuando los vecinos me vieron tan angustiada me llamaron para decirme que era una broma, que el niño cuando estaba en el patio se quedó dormido y lo acostaron en una cama. En aquel momento sentí rabia por la mentira y broma de mal gusto, pero al ver la carita de mi hermano una paz interior invadió mi alma.  


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