domingo, 30 de octubre de 2016

Una atracción irrefrenable

Autor: Antonio Cobos


¡No lo pude evitar! ¡ Y me sentí tan mal al hacerlo, que los sentimientos de culpabilidad, adormecidos durante meses, me invadieron y me convirtieron en un ser despreciable ante mi mismo. Estuve toda la tarde dándole vueltas en mi cabeza, intentando evadirme de ese sino, que parecía ineludible. Pero, fue algo superior a mi voluntad y a mi razón. No pude decir que no. Mi comportamiento fue el de una marioneta sometida a una voluntad externa, o el de un zombi de conducta involuntaria afectado por unas leyes incomprensibles para un ser humano sensato y racional. Además, el hecho de ocurrir a media noche, cuando todos dormían y nadie podía observarme, añadió morbosidad al delito. Caminé a oscuras hasta mi destino, puse mi mano en el pomo de la puerta y la abrí con suavidad, sin el más leve ruido. Sabía donde estaba y alargué los dedos hasta llegar a tocarlo, y con una sonrisa involuntaria de satisfacción, lo aprisioné como pude, lo abrí, cogí un trozo y lo deposité en la boca para deshacerlo lentamente con la lengua. ¡No me martirices más, conciencia!. ¡Ya sé que no me hace bien el chocolate y que tengo descontrolada  la diabetes!
 

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