A Rafi Castro
Así comenzó a defenderse uno de los principales acusados del primer juicio de la mañana cuando
se abrió la vista y se inició el interrogatorio en los juzgados de la capital autonómica
.
- Le juro que yo no he hecho nada
malintencionadamente, - continuó el investigado - sino que las cosas me han
venido así, sin comérmelo, ni bebérmelo. Debe ser mi destino – repitió y
comenzó a desplegar su defensa -. La primera vez que me tocó la suerte fue cuando
con el salario recién ‘cobrao’, decidí jugármelo entero a la lotería. Fue un
impulso… – el acusado hacía un esfuerzo por recordar la palabra aprendida de
memoria y que no terminaba de acudir a sus labios – un impulso irrefrenable, -
dijo por fin, contento,– pero, es que no se me iba ese número de la cabeza. Y
como ese mes habíamos ‘cobrao’ la paga extra, la suerte me favoreció el doble,
sin esperármelo, una carambola, pues podría haber tenido ese … ímpetu lotero – manifestó
feliz de no haber olvidado esas dos palabras - en un mes de cobro sencillo o en
un sorteo menos cuantioso. Pero, a veces, no se entiende por qué ocurren las
cosas. La verdad es que no sabía que hacer con tanto millón en la cuenta, y
mire usted por donde, me entero que venden esos terrenos, los compro y a los
pocos días me entero de que el ayuntamiento los había recalificado. Debe ser mi
destino.
- ¿Conocía usted al señor alcalde? – le
interrumpió el fiscal.
- De lejos, muy poco, señor letrado.
- Pero, ¿no es cierto que tuvo una
entrevista con él, en el Ayuntamiento, unos días antes de la recalificación?
- ¡Ah, sí! Fui a arreglarle unos problemas
a una tía mía. Algo sin mucha importancia, pero que a la pobre mujer la traía
frita. Sí, sí, ahora que lo dice, …, sí, siií, le conocía. En los pueblos es
que se conoce todo el mundo.
El interrogado se movía inquieto en su asiento mientras realizaba
su declaración.
- ¿Y se acuerda del número del premio, ese
que no se le iba de la cabeza?
- El del gordo, señoría, el del gordo, que
ahora con los nervios no caigo, se me ha ido, pero yo me puedo enterar y si usted
tiene interés en comprarlo, se puede preguntar, pero es muy difícil que salga
otra vez… Claro, que en el bombo están todos los números.
El fiscal continuó con el interrogatorio.
- ¿Había mantenido usted entrevistas con el
constructor encargado de la urbanización de las diez mil viviendas?¿Le conocía
usted?
- Hombre, conocerle, conocerle, …, de vista
sí. Es que, puf, conocer, lo que se dice conocer a una persona es muy difícil
de afirmar. A lo mejor uno aparenta una cosa y luego es otra. Pero, vamos, yo
le había visto. Incluso creo que había ‘hablao’ con él, me suena a mí.
- Mire, tenemos un testigo que asegura que
usted recibió un dinero como testaferro por simular una compra de los terrenos,
pero que el verdadero propietario era ya el constructor. ¿Qué tiene usted que
manifestar sobre esto?
- Hombre, yo de eso que ha dicho usted,
‘testafierro,’ no he ‘trabajao’ nunca. Y si el propietario era ya el
constructor, ¿para qué me iba a dar a mi un dinero? Eso…, eso no lo hace nadie
con dos ‘deos’ de frente. Permítame que me ría, - dijo, aparentando estar más
tranquilo, y tras haberle gustado su respuesta - aunque hay gente ‘pa tó’,
pero, ¡hombre!...
- ¿Y no es cierto, - continuó el fiscal - que el alcalde, el contratista y usted mismo,
mantuvieron una entrevista en el bar ‘Las Copas’ del vecino pueblo de
Cachorrillos?
- Pues ahora que lo dice, sí, …, se me
había ‘olvidao’ decirlo. No sé quién se lo ha ‘podío’ contar. Pero, tenga usted
‘cuidao’ con la gente, que hay gente que enreda mucho las cosas. Y las envidias…,
las envidias son muy malas en los pueblos. Pero, sí, sí, es cierto, nos
encontramos de casualidad y nos tomamos unas cervezas…
El juicio continuó y se extendió a lo largo de toda la mañana, confesando
varios imputados y diferentes testigos. Una vez que todas las partes expusieron
sus declaraciones, manifestaron sus argumentos y presentaron sus pruebas, el
señor juez se retiró a deliberar. Tras media hora de receso, el magistrado
regresó a la sala y tomó asiento en el sillón principal del tribunal. Antes de
leer el resultado de sus conclusiones, no pudo reprimirse el hacer un
comentario aclaratorio al primer declarante de la mañana:
- Va usted a tener suerte. Tendrá comida y
cama gratis durante quince años y un día. Debe ser su destino.
Tras ese no reprimido comentario, el señor juez con una amplia y
bonachona sonrisa en los labios, procedió a presentar el contenido completo de
su sentencia.
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