lunes, 23 de mayo de 2016

El cazador de sombras

Autora: Inmaculada L. Melguizo


Las elegía de forma aleatoria e indiscriminada. Agudizaba sus sentidos de predador en medio de la muchedumbre. Se fijaba en sus  proporciones o en su forma de caminar. Cuánto más tristes  y rotas le parecían, sabía que más interesantes serían  y por lo tanto mayor su reto. Desde pequeño fue instruido como cazador. Tenía una extraordinaria capacidad y talento para intuir las tragedias ajenas fijándose en los reflejos que proyectaban las figuras. Rastreaba el dolor y los debacles internos  como si fuera un detective de asfalto. Con solo mirar las siluetas proyectadas podía intuir todos los secretos que las sombras tenían que contarle y una vez  conquistadas, se apoderaba de ellas sin piedad.

Sin embargo con aquella chica  fue diferente  El primer día que se cruzaron en el semáforo fue inevitable no fijarse en su forma caminar dispuesta y sobre todo en aquella sonrisa melancólica que tanto le inquietaba. Todos los días hacía continuados esfuerzos por coincidir con ella a la misma hora exactamente en el mismo lugar. Se despertaba pendiente del cielo, sabía que los días nublados y de lluvia complicaban enormemente su trabajo.

Desde el principio, la sombra de aquella chica  se rebeló esquiva a su mirada y jugaba al despiste cuando trataba de escrutarla. No era capaz de interrogarla y  pudo  comprobar que era ella quien controlaba la cinegética de espectros.  De hecho, cuando pasaba a su lado, era su reflejo quien se giraba para mirarla y le abandonaba sin la menor compasión burlándose de su ineptitud.

Harto de hacer tremendos esfuerzos por retener a su sombra, decidió seguir a la chica  y al reflejo de ambos. Por un momento se sintió ridículo acelerando el paso tras aquellas imágenes opacas y alargadas que parecían tener una complicidad fuera de lo común y  vida propia. Veía como charlaban animadamente y sonreían.

Debía aceptar que había perdido a su sombra, le había traicionado con aquella rubia desconocida. Una vez que alcanzó a la chica se dirigió a ella para preguntarle su nombre. Al ver que no le respondía, vociferó impotente enajenado ante su indiferencia. Fue consciente entonces de que ahora era él quien se arrastraba por el mundo  de las sombras, había sido cazado.
 
 

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