A
Fernando, al poeta, al amigo...
Y llega,
con su mirada esperanzada,
a veces triste,
con su pequeño libro entre las manos.
Y recoge su gran altura en una silla
deseando invadir el mínimo espacio,
temiendo y anhelando compartir sus poemas,
hablar de sí y de lo suyo.
Y comienza a desgranar uno a uno los
secretos
entre treinta, cuarenta miradas
expectantes.
En medio del silencio, nos traslada
a océanos, bosques, madres, ciudades,
madrugadas...
Y todas las miradas se tornan una sola
Y se entornan y buscan muy adentro
¿Cuándo lo he sentido, cuándo lo he vivido?
¿En qué lugar de un mapa mi vida estuvo en
tus palabras?
Y se alza, se afirma, gana espacio
desde su silla de la biblioteca.
Y la amiga, la hermana, lo observa desde
abajo, a su lado,
con su mirada limpia, grande, líquida,
que lo comprende todo,
pues ya no está en esta biblioteca.
Con él vuela a Bogotá, San Salvador y
Atenas,
Vive en playas y en Celias
Siente el daño y su insistencia.
Hace tiempo las treinta miradas son una
mirada.
Y se torna el misterio fuego líquido
que sube hasta los ojos y se vierte.
Ha venido Fernando, nuestro amigo, a la
tertulia.
Nani. Abril, 2015