martes, 29 de septiembre de 2015

El cine

Autora: Pilar Sanjuán 


Siempre he creído que el cine es uno de los inventos más extraordinarios de la modernidad. Un vehículo para la cultura, tan eficaz como la Educación y la Literatura, con los que puede ir de la mano. Así sería si los Gobiernos no intentaran (y muchas veces consiguieran) manipularlo y maniatarlo dándole el uso que a ellos les conviene, o sea, aprovechándose de él para hacer propaganda a su favor.
En las Dictaduras, esta manipulación ha sido descarada; Rusia hacía películas de propaganda pro-Soviética, a la vez que la Alemania de Hitler las hacía a favor del Nazismo, o la Italia de Mussolini, del Fascismo. En España, la propaganda a favor del franquismo tuvo en el Director José Luis Sáenz de Heredia, primo de José Antonio Primo de Rivera, el máximo representante; a él se deben, entre otras, las películas “Raza” y “Franco, ese hombre” en las que la figura del Dictador quedaba a gran altura.
También en las democracias se hizo cine propagandístico, EE. UU. por ejemplo, durante la II Guerra Mundial y después nos invadía con sus películas bélicas en las que los Generales y el ejército estadounidense eran ejemplos de heroicidad, siempre en defensa de la “justicia” y el “bien”. En Francia, con bastante razón, eso sí, se hizo mucho cine sobre la Resistencia contra el Nazismo. De todas formas, el cine francés, no sé si por haber nacido allí, siempre ha estado más considerado y protegido por sus gobiernos y ha gozado de más libertad que en otros países; sus Directores hacían y hacen la clase de cine que les apetece. Cuando el nuestro estaba encorsetado y constreñido por la censura franquista, los españolitos que podían, iban a ver películas prohibidas en España a Perpignan (Francia). Se supone que sus cinco sentidos agudizados y vírgenes, ante aquellas escenas, quedarían enajenados y en éxtasis.
Ahora en España, la censura del Gobierno actual, consiste en aplicar un IVA cultural abusivo que deja maniatados al cine, al teatro, a la Música, al Ballet etc. Veremos si surgen nuevos Gobiernos de las corrientes renovadoras que sean capaces de bajar el IVA y dejar respirar a la asfixiada cultura.
El malestar de los cineastas se pone de manifiesto cada año en la Gala de los Goya. Allí, actores, actrices y Directores hacen oír sus voces de protesta ante la presencia del Ministro de turno.
Siempre me ha gustado el cine. He pasado y paso con él ratos inolvidables. Recuerdo con nostalgia los cines de verano de mi juventud en Úbeda. Había cuatro o cinco en los que era una delicia disfrutar, no sólo de la película, sino de un aire limpio y fresco, de las estrellas en lo alto, del suelo de tierra apisonada recién regado, del aroma de las plantas llamadas “dompedros” que perfumaban el ambiente... Antonio Muñoz Molina habla de esos cines en alguno de sus libros, porque en su niñez, iba todas las noches a gozar de esos sencillos placeres.
Aún recuerdo la primera vez que fui al cine; tenía unos once años y me llevó mi hermana Julieta en Logroño, un poco antes de venir como “desterrados a Úbeda (represalias del Régimen a mis padres por haber sido Maestros republicanos). La película que vimos jamás se me olvidará, tan grande fue mi impresión; era policiaca y se titulaba “Charlie Chan en Egipto”. Este personaje, un detective chino, andaba siempre de tiroteos. Para mí, lo que ocurría en la pantalla era real, así que cada vez que disparaban, yo me escondía tras la butaca de delante, igualito que hacían en el Congreso aquellos valientes Diputados cuando el asalto de Tejero. Debí pensar - de esto no me acuerdo - cómo es que mi hermana me ponía en peligro de esa manera. Pasé tanto miedo, que se me enfriaron los entusiasmos por el cine. Menos mal, pues iban a transcurrir varios años antes de ir de nuevo.
Por fin, con quince años, en mi adolescencia, empecé a ver películas en la terraza de mi amiga Josefina en Úbeda. Vivía al lado de un cine de verano. Esto fue para mí algo extraordinario: ver cine todas las noches sin pagar un céntimo. El único inconveniente era que tenía que volver a casa antes de terminar la película para no llegar tarde. Me costaba horrores arrancarme de la terraza sin ver el final. Al día siguiente, me lo contaba Josefina. Allí pudimos ver el cine que se permitía: películas folclóricas con Imperio Argentina, Miguel Ligero, Lola Flores, Juanita Reina etc. Rancias películas históricas como “Alba de América”, “Jeromín”, “Locura de Amor” o “Agustina de Aragón”. En estas dos últimas, los gritos y los “excesos” gestuales de Aurora Bautista nos ponían la carne de gallina... Pero lo que más nos gustaba eran películas del Oeste, con vaqueros valientes, sudorosos, guapos y decididos que limpiaban de forajidos aquellos pueblos cuya gente pacífica estaba siempre amenazada por el polvo y los bandidos. Algunos de estos vaqueros, duros con los malvados, sucumbían a los encantos de la chica del SALOON y se enamoraba de ella. Por la noche, las quinceañeras soñábamos con idilios entre sombreros tejanos, pistoleras y caballos galopantes. Nuestra imaginación desbordada y nuestra realidad plagada de austeridades propiciaba estos “desmadres” que nos sacaban de la rutina.
 El cine nació en Francia, inventado por los hermanos Lumière. Su primera película fue un corto de diez minutos el año 1895.
 Al principio, el cine fue mudo y en él triunfaron Charlot y Buster Keaton. El año 1927 comenzó el cine sonoro y algunas actrices de gran fama se hundieron porque sus voces desagradables o estridentes no quedaban bien y tuvieron que retirarse.
Rodar una película es un trabajo arduo, que necesita la colaboración de muchas personas: Director, Productor, guionistas, actores y actrices, Director de fotografía, maquilladores, expertos en localizaciones, músicos etc etc.
A veces el Productor, dueño del dinero, interfiere en el trabajo del Director y se crean tensiones que entorpecen el rodaje; por eso, los Directores, siempre que pueden, son también Productores y así trabajan con entera libertad. Un productor que jamás se inmiscuyó en la labor de sus Directores, fue verdaderamente ejemplar: Elías Querejeta, ya desaparecido.
   El guionista supone una parte importantísima en el buen resultado de una película. Tuvimos uno (ya murió por desgracia) que fue el mejor del mundo: Rafael Azcona; película donde él intervenía, era un éxito. Son ejemplos “El cochecito”, “La prima Angélica”, “El pisito”, “La escopeta nacional”, “Plácido”, “El verdugo” etc etc. En cuanto a los iluminadores o fotógrafos son otro elemento imprescindible en el buen resultado de una filmación. También tuvimos uno que se lo disputaban los mejores Directores europeos y estadounidenses: Néstor Almendros. Nació en Barcelona y aprendió su oficio muy joven en Cuba, Nueva York, Italia y Francia. Murió ya hace tiempo.
¿Y qué decir de los Directores? Son el alma de la película. Un buen Director, acompañado de un buen guionista y un buen fotógrafo consiguen el milagro de hacer películas inolvidables. Los hemos tenido y los tenemos en España excelentes. Ya se fueron Buñuel, Pilar Miró, Juan Antonio Bardem, Fernán Gómez, Berlanga, Ricardo Franco. De Bardem hemos visto recientemente una película donde se pone de manifiesto lo que es capaz de hacer un buen Director: me refiero a “La venganza”, de ambiente rural; supo conseguir que una actriz mediocre como Carmen Sevilla, trabajara admirablemente; y con ropa burda, sobresale por sus gestos contenidos, su expresión seria y convincente; logró que hablase con naturalidad, que no sonriera continuamente; en fin, la transformó y nos dejó asombrados el resultado: Carmen Sevilla estaba a años luz de sus películas folclóricas, se había convertido en una gran actriz. Igual ocurrió en la película “La tía Tula”, en la que el Director Miguel Picazo fue capaz de “contener” a Aurora Bautista, que hizo un trabajo modélico.
No quiero dejar de citar Directores/as actuales que son excelentes: Carlos Saura, José Luis Borau, Iciar Bollaín, José Luis Cuerda, Alejandro Amenábar, Gracia Querejeta, Fernando Trueba, Isabel Coixet, Jaime Chávarri, Mario Camus y un largo etc. Es imposible citar a todos. En cuanto a actores y actrices, los tenemos extraordinarios.

Nuestro cine necesita otra Pilar Miró, que cuando fue Directora General de Cinematografía de 1982  a 1985, promovió leyes de protección al cine para mejorar su calidad y lo consiguió. Ahora, rodar una película es un acto casi heroico, porque, ¿quién asume esos gastos astronómicos sin apenas ayudas? Ojalá reciba otra vez la protección que merece.

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