sábado, 21 de marzo de 2015

Encuentros

Autora: Amalia Conde

Hacía ya tiempo que no caminaba por mi Granada: Las prisas, los fríos… pero no hace mucho que de nuevo paseé por la Avenida de la Constitución y redescubrí a algunos de los personajes que han dado fama, gloria, orgullo y llevado el nombre de Granada por todos los rincones del mundo.

No podía seguir andando sin mirar más de cien veces a cada una de esas personas tan importantes, que inmortalizados en estatuas a la vista de todo el mundo, me estaban esperando.

Para mi fue más que un encuentro, la cita no estaba prevista, no había quedado con ninguno a ninguna hora…, pero allí están ellos, ahí estaba yo.

¡Ay Federico!

Federico García Lorca, tú me encontraste antes de que yo te descubriera.

Y de nuevo me vinieron al pensamiento sus poesías, sus canciones, sus obras de teatro y sobre todo, hablar de su vida sin recordar su muerte:

     “Pero que todos sepan que no he muerto; Que hay un establo de oro en mis labios; Que soy el pequeño amigo del viento oeste; Que soy la sombra inmensa de mis lágrimas”.

Y de su vera marché para ir a sentarme, de nuevo, a la silla que tiene preparada para el encuentro María la Canastera, la mujer que se encargó de enseñar a cantar y bailar a todo el Sacromonte.

María la Canastera fue desde muy joven una gran artista. Actriz en la película María de la O, con Carmen Amaya. Cantante y bailaora reclamada por Angelillo y Pepe Marchena. De sus bailes ante Alfonso XIII no me dijo “na”. Si, que nació, vivió y murió en Granada y que su nombre era María Cortés Heredia, y así, despacito y como sin querer, teniendo de fondo los ecos de la Zambra, al oído le entoné su copla, esa que siempre andaba cantando y que decía:

       "Yo no quiero que me digas que me quieres más que a nadie teniendo a tu mare viva".

Diviso a Manuel Benítez Carrasco, ahí está, de pie, posando con hidalguía y dispuesto a recitar con pasión sus versos; poemas a Granada, la luz, el viento, la guitarra, el agua, el amor, el zapateado y al amanecer.

Me lo encuentro en esta avenida, en lo que ahora dicen es el Bulevar, entonces me giro y miro al fondo hasta señalar al Albaicín; ahí nació, ahí se forjó como rapsoda, de ahí marchó hacia Madrid y más tarde a Hispanoamérica, ahí volvió y ahí sigue, sus cenizas están derramadas por un cerro del Albaicín.

Y vuelvo a buscar con la mirada hasta encontrar en el aíre los dejes de algunos cantes forjados en voces de gargantas con alma:

           "Contra mis cinco sentíos,
             tus cinco toritos negros"..
    "Mira si soy desprendío que ayer, al pasar el puente, tiré tu cariño al río"...
    "Todo es cuestión de hidalguía: tú me lo negaste todo yo te di cuanto tenía"…



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