sábado, 21 de marzo de 2015

El taumaturgo

Autor: Antonio Pérez

Allí fue dónde lo conocí, en esa calle estrecha, larga y oscura, rodeada de altos edificios y llena de basureros, destinada a ser la calle de atrás, la calle secundaria, la oscura, la olvidada.

Lo encontré tirado, recostado de lado y engurruñido de frío, con la espalda pegando a la pared entre dos contenedores y únicamente cubierto por un cartón debajo de él separándole del suelo y dos encima de él intentando envolverlo de mala manera.

Moreno canoso, de barbas pronunciadas de no haberse afeitado de hace bastante tiempo, de tez blancuzca disimulada por enorme roña y suciedad. Sus ojos claros grises se entreabrieron de repente al oírme llegar. Vestido con unos pantalones de pana viejos, color ocre, y desgastados y manchados por doquier, casi sujetados únicamente por una vieja correa que impedía que se le cayeran en cualquier momento debido a su enorme delgadez famélica, entreviendo sus costillas por una camisa de cuadros gris y negra y una chaqueta esmoquin azul oscuro.

Me paré y como hipnotizado me quedé absorto mirándolo, con lo que al sentirse observado se levantó y de igual manera se quedó observándome. Consiguió entre tiritones balbucear algunas palabras entre dientes.

¿Quién es Usted?
Un amigo. Vengo a buscarlo, su vida va a cambiar.

Jacob Carrington vivía en Harrisburg. Era miembro de un grupo religioso protestante, de la comunidad llamada “Love of brothers”... Separado de su mujer Kate Meyer con dos hijos de 5 y 8 años. Desgraciadamente todos muertos en un accidente de coche.

Jacob trabaja en un gran almacén de herramientas de ferretería y construcción por las mañanas, y por las tardes se dedicaba enteramente en tareas a la comunidad religiosa donde ostentaba muy buena reputación. Era muy solidario y siempre estaba ayudando a los demás miembros. Desde que su familia falleció no es el mismo, ha dejado de acudir a las reuniones, los domingos ha dejado de ir a la iglesia, y el pastor tiene que ir a su casa para saber de él, así como muchos de la comunidad, aunque se aísla sin abrir la puerta muchas veces.

Jacob deja de ir a trabajar debido a la depresión en la que se ve inmerso y pierde su trabajo, propiciando que el banco debido al impago de la hipoteca lo desahucie. Vaga día tras día obligado a ir a comedores sociales, y viviendo de limosnas.

Las noches otoñales empezaban a ser largas y frías y cada noche buscaba rincones dónde poder pasar la noche. Hasta que un día decidió meterse en el callejón dónde todos los vagabundos y sin techo evitan, por un rumor que si duermes allí desapareces.

Esa noche fue cuando lo encontré, allí agazapado en esa calle oscura, solitaria y fría.

- Jacob, no corra, no vengo a hacerle daño.

Asustado, echó a andar hacia atrás topándose con el muro del final de la calle e intentando agarrar una vieja escalera de incendios del edificio colindante.
El hombre corriendo hacia él lo sujetó y se lo llevó de allí.

Tiempo después la comunidad de “Love of Brothers” descubrió una grata sorpresa al percatarse que seguía vivo y con buen estado, recuperado, un viejo desaparecido compañero suyo, el cuál volvió a esta comunidad trayendo la esperanza, la caridad que tanto habían promulgado con un gran proyecto, dinero para invertir, y felicidad, sacos de felicidad.

Pronto la comunidad empezó hacer muchas obras sociales, creció en miembros desmesuradamente llegando a duplicarlos por el éxito de su caridad y compromiso social, e incluso el alcalde les condecoró con la medalla al mérito de la paz y la caridad.

Su obra más importante fue la construcción de un refugio social. “Love of brothers” construyó una casa refugio para 40 vagabundos dónde se le darían cobijo de noche y cena, incluso aseo personal. Un miembro donó todo el dinero que se pudiera necesitar para ello, e incluso se comprometió a dirigir el albergue y mantenerlo a costa personal si fuera necesario. Y así el día del estreno, el albergue fue bautizado como “Love of Jacob Carrington”.

Así fue como Jacob se convirtió en una persona famosa y reconocida en toda la ciudad y todo se lo debe a ese encuentro, del que nunca nada quiso contar, pero que fue tan importante.

Las especulaciones vuelan, ya que unos dicen que pudo ser Dios disfrazado, otros un profeta del señor, una lotería tocada, e incluso una herencia... Lo que é siempre contestó es:

Muchas veces lo que no se halla cuando se busca, sale al encuentro cuando no se busca.”

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