viernes, 27 de febrero de 2015

Las mesas de cambio

Autor: Antonio Pérez

Me hace pensar en la sociedad que hemos construido, o hemos dejado que construyan unos pocos interesados a costa del bienestar social. Como yo siempre digo, estamos sometidos a una oligarquía permanente, aunque no una universal sino una tras otra pequeña, de las cosas cotidianas de la vida, dirigida por caudillos, “rockefellers” de lo mundano.

Me deprime en cierta medida como nos estafan con cosas tan básicas como lo es la luz el agua, la vivienda básica, la comida... y otras no tan importantes pero que se convierte en más de lo mismo, como son las compañías eléctricas, las de comunicaciones, el petróleo, automovilística, etc...

Realmente esto es muy indignante, no solo que te engañen con el precio de un servicio, sino que te roben, y no estamos hablando de ladrones que entran en tu casa a punta de pistola, sino que lo hagan por lo legal, que los ahorros de toda tu vida se esfumen, y lo más triste es que sea en establecimientos dónde se tienen que depositar estos dineros, sitios fiables para que no te roben. Estoy hablando de bancos, y cajas de ahorros. Estos tienen por ley salvaguardar los ahorros de sus clientes, dicho más técnicamente, los bancos y cajas tienen por norma devolver a sus acreedores todos los depósitos intactos así como asegurarse que operan con suficientes fianzas de terceras partes para poder operar.

Mucho se ha discutido sobre esto, pero me cabe pensar que esta pequeña oligarquía ha sabido jugar  bien a lo largo de la historia.

Hace ya algún tiempo en la época de Jaime I El Conquistador del reino de Aragón, apareció la primera banca privada oficial en Barcelona; “las Taulas de canvi” fueron sustituidas por los “Usos de Barcelona”.

Los banqueros, o prestamistas estaban obligados a devolver el dinero, si eran declarados en bancarrota serían humillados públicamente durante un año, y a comer pan y agua hasta que pagaran sus deudas, sino serían decapitados.

También había un sistema en donde había dos tipos de prestamistas, los que tenían mantel en sus mesas de cambio, y los que no. Los que tenían mantel, demostraba que tenían fianzas garantizadas para devolver el dinero, por lo que eran más tranquilizadores, más solventes; aunque si alguno intentaba engañar poniendo mantel en su mesa de cambio sin tener estas fianzas, sería declarado culpable de fraude y con esto decapitado.

Esto es lo que me refería anteriormente de que a lo largo de la historia ha habido muchos cambios, unos para bien y otros para mal. Si alguno de estos banqueros actuales hubiera existido en esta época a más de uno le hubiera saltado la risa, mientras le tiran tomates maduros y lechugas podridas al cuerpo decapitado de, un “rato”, espabilado...



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