El mar de mi corazón dulce,
a un salado horizonte eterno
que viste de espuma blanca y de un rojo
inmenso.
Blanca como la paloma,
en un salado desierto
allí casi sin ropa te hice mía sin freno.
Morena de terciopelo,
una muñeca de cera
juntos nos derretimos en lascivos sueños.
Allí mi eterna mariposa sin alas,
en la playa de tu eterno recuerdo,
donde pétalo a pétalo nos deshojamos con
fuego.
Tú mi malvada veleta, esa que cambias con
cualquiera,
Tú mi fulana, que con sallo y alpargatas,
en la oscura noche de mí te escapas.
Y tras ese horizonte entre olas de delirios y
espuma desapareciste,
tras esa tormenta que quitó el desaire de
creerme un artista,
tras ese ciclón que removió y se llevó todo
mi corazón.
Tras los albores y ocasos, padezco la pétrea,
de estar tanto esperando que el mar te
devuelva,
aquí pazo estatua mirando el horizonte de tu
alma.
Marinero de piscinas, te alejas en marismas,
perdido de recuerdos, fallece la esperanza,
mirando el horizonte entre espuma negra me
extinguí.
Y despertando de ese deleznable sueño,
ahogárame en el hediondo ponto.
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