domingo, 30 de noviembre de 2014

Mudanza frustrada

Autora: Rafaela Castro

Hace ya un montón de años, se cuenta que en uno de los muchos cortijos que existían en Andalucía, vivía una familia tradicional de labradores, esta la formaban padres y dos hijos e incluido un abuelo.
Los hechos de esta historia que voy a contar, comenzó hace ya bastante tiempo atrás, al principio cuando algún miembro de la familia dejaba algo personal como ropa, zapatos... más de una vez desaparecían. Solían encontrarlas en otro lugar después de haber estado locos buscando. También se oían ruidos extraños.
En aquellos tiempos ya lejanos, cuando las personas sobre todo en sitios rurales, se les presentaban una enfermedad o algo inexplicable, como era el caso, estos solían ir al curandero o adivino de turno para consultarle.
Cuando esta familia fue al curandero le expusieron el problema, era algo surrealista y misterioso, este hombre les dijo que según él veía era algo no visible como un espíritu y él la llamaría duende.
Hubo una reunión familiar, llegaron al acuerdo de trasladarse a otro cortijo y por supuesto dejar al duende y vivir tranquilos sin molestias.
¡Bien! Organizaron la mudanza y se pusieron en camino. Cuando estos iban andando, el abuelo se paró en seco, yo pensaba que llevábamos todos los aperos de labranza y otros utensilios, pero creo que no porque la caldera de la matanza se nos olvidó, al cogerla en ese momento se escuchó una voz que dijo: " ¡no os preocupéis que la llevo yo! "
¿A qué no se imaginan quién era el dueño de esa voz? ¡Bien, yo os lo cuento!: ¡Era el duende! Al  volver la vista atrás divisaron la caldera que parecía que iba sola.
Al darse cuenta esta gente del panorama que se les presentaba, llegaron al acuerdo de que era mejor no hacer la mudanza ya que el problema iba con ellos.
Decidieron volver de nuevo al cortijo que habían dejado con duende incluido.

Barón de playa

Autor: Antonio Pérez


Moreno canoso, no muy grande de estatura y robusto como un roble de espalda ancha y rasgos camperos. Tenía unas facciones erguidas casi de coronel. De semblante serio, pero solo de primera impresión.
 
Todas las mañanas se sentaba en su silla y mesa de siempre, casi como un ritual, allí hacia sombra gracias al parasol que velaba por ella sobre la mesa.
 
Con su tostada de ajo y aceite matutina y su café con leche muy caliente, como le gustaba a él. Se leía desde las nueve de la mañana hasta las once sus periódicos, en general dos, uno deportivo y otro informativo, el ABC. Después rebatiría estas noticias con sus amigos.
 
Monárquico decía llamarse, cuando conocidos y amigos suyos le llamaban facha de broma, y el muy elegantemente les llamaba incultos independentistas, renegados de lo nacional, solo por ideas impuestas en defensa de algo que es una irrealidad fantasmagórica. Y aun así después todos reían a carcajadas como si de un chiste se tratara, él, les conseguía sacar una  sonrisa en cada torcedura. Y, listo, listo como la enciclopedia Larousse, el Wikipedia juntos. Siempre era muy razonable en sus argumentos, de semblante serio, apaciguado, y muy discreto, respetando cada opinión contraria a la suya, y desmontando con tanta clase y elegancia cada idea, argumento contraria a la suya, el cual creía que era errada, ya que hasta para la derrota no tenía mal perder, defendía a capa y espada cada idea que creía correcta y se retractaba de cada juicio que le rebatían por estar errado, sin dificultad ni orgullo alguno.
 
Era todo un caballero, no dejaba que ninguna mujer que estuviera con él compartiendo mesa pagara. De hecho, más de una se aprovechaba del pobre, que por ignorancia de él, y por picardía de ella, más de un café al pecho se echó acosta de él.
 
Jubilado, pasaba todas las mañanas en el bar desayunando, y juntándose con los amigos a media mañana con su cervecita, a pie de playa, como decía un amigo suyo, “aquí estamos con la cervecita en la mano esperando ver alguna jovenzuela entre tanta morroncha”.
 
Por las tardes no solía venir para el restaurante, y comer pocas veces se quedaba a comer,  y más de una vez iba a pedirles favores a las vecinas o mujeres de su amigos, ya que él estando separado, el pobre no sabía ni poner la lavadora, y cocinarse muchas veces iba y venía en puestos de comida para llevar o restaurantes.
 
Por las noches muchas veces se quedaban los amigos a tomarse su whisky con agua hasta tarde, contando batallitas de tantos años conociéndose. El día que no aparecía por allí, muchos lo echaban de menos, era tal positividad y optimismo que despertaba en la gente... Tenía un duende. Juan Antonio se llamaba, el Barón de playa de aro.
 
Y es ahí donde lo conocí, al hombre que más llegó a captar mi atención hasta entonces, después de tantas charlas con él, llegó a confesarme...
 
“¿Y qué somos las personas?, He sido empresario toda  mi vida, he sacado a dos hijos adelante, y ahora entre rentas de alquileres y mi vejez, vivo casi como un marqués... y aun así en pleno agosto, a 30 grados durante el día, me siento frío, a 15º incluso 18º durante las noches y me siento helado, y aún por más que intente arroparme, solo consigo día tras día sacar mi mejor sonrisa y esperar, solo porque eso es lo que hay que hacer”.
 
Y realmente me dio tanta pena, que me di cuenta, que el duende que tenía él, era incapaz de hacerle efecto a él mismo, y comprendí que realmente somos débiles, somos frágiles, evitando mostrar nuestras debilidades, incluso escudarnos, como de una forma bipolar en totalmente a lo contrario que somos, para proteger ese secreto, que no queremos que se sepa, que nos da vergüenza que se descubra, como si fuese delito ser personas, no ser perfectos.

jueves, 27 de noviembre de 2014

Duendes

Autora: Elena Casanova

Carlos corría hacia la oscuridad del paisaje que continuaba más allá de las últimas casas del pueblo. A través del camino polvoriento y lleno de piedras llegó hasta la  orilla del rio y en el hueco del tronco de un viejo sauce llorón depositó un par de zapatillas de deporte.
A la mañana siguiente estaba en la puerta de la casa de su amigo Andrés. Tocó el timbre insistentemente y le  instigó  para que terminara rápido de arreglarse, tenía algo importante que enseñarle. Camino del colegio Carlos sacó de su mochila una gorra de los new york yankees.  Andrés no se sorprendió demasiado, su amigo tenía todo lo que deseaba.
― Esta tarde quedamos porque quiero llevarte a un sitio donde alucinarás ― comentó Carlos en un tono confidente y haciéndose el interesante.
A las cinco  quedaron en la plaza y desde allí se dirigieron a la orilla del rio. Andrés no paraba de preguntar por tanto misterio pero su amigo le dijo que no fuera tan impaciente, ya se enteraría llegado el momento. Una vez que se hallaron cerca del sauce Carlos soltó lo siguiente: -  Aquí hay duendes. Unos duendecillos que viven en el campo, mi abuela me lo contó hace algún tiempo, y justamente en este agujero del árbol me han dejado la gorra que te he enseñado esta mañana.
― Venga ya―dijo Andrés― eso solo son paparruchas y cuentos de vieja. Tú no me engañas, esa gorra te la han regalado.
―Piensa lo que quieras, pero te juro que en el hueco estaba la gorra y mi abuela me ha contado muchas veces que los duendes suelen dejar regalos escondidos por el campo. Si no me crees mira y verás, lo mismo han dejado algo para ti.
Andrés se acercó y metió la mano en el hueco del árbol al mismo tiempo que se burlaba de su amigo. Pero la expresión de su cara cambió radicalmente cuando tocó un par de objetos. Con enorme sorpresa comprobó que se trataba de un par de zapatillas de deporte. A Andrés le costaba creer en seres fantásticos, pero solo es un niño cuya ingenuidad  se encuentra en esa etapa extraordinaria y se dejó persuadir por la ilusión, tan necesaria en el mundo que le había tocado vivir.
―¿Ves Andrés?― te lo dije, son los duendes que andan cerca y suelen dejar cosas escondidas para los niños. Quédate las zapatillas, yo tengo demasiadas. Y otra cosa, no le cuentes a nadie esta historia, tiene que ser un secreto entre tú y yo.
Carlos se sintió complacido por la actitud de su amigo y agradeció enormemente que no hiciera preguntas y aceptara el regalo. Los duendes le sirvieron de excusa para darle todo aquello que necesitaba sin herir su orgullo. No soportaba verlo con las zapatillas rotas, con lápices minúsculos, pantalones cortos y jerséis demasiado estrechos. Le dolía profundamente comprobar cada día las condiciones tan lamentables en las que vivía una de las personas que más le importaba. Carlos no llegaba a comprender por qué él lo tenía todo,  incluso mucho más de lo que necesitaba. Demasiadas veces había  preguntado cual era la razón por la que existían esas desigualdades pero nadie fue capaz de darle una respuesta convincente.
Ahora Carlos ha crecido y sigue soñando con un mundo más equitativo, más justo, donde no hagan falta duendes imaginados para solventar las necesidades de nadie. Ha  decidido subirse al tren que promete un gran cambio. Pero aún hay muchos, demasiados, que lo tachan de populista, demagógico, antidemocrático, iluso…

jueves, 20 de noviembre de 2014

¿Dónde están los duendes?

Autor: Antonio Cobos

Los duendes nacen con conciencia de existir. Cuando vienen a habitar entre nosotros, ya saben pensar, hablar, andar, correr, comer solos y llegan al mundo preparados para cuidarse a sí mismos. Algunos geniecillos, a pesar de que no son muy adictos al agua, incluso se bañan solos. También les desagrada a estos seres campestres cambiar de lugar de residencia con frecuencia.

Nuestro pequeño duende se crió casi de forma autónoma, como si se tratara de un hijo único. Sus hermanos habían celebrado ya decenas de aniversarios y sus padres eran varias veces centenarios, cuando apareció en una cestita de mimbre junto al tronco de dormir de sus progenitores. Éstos, ya algo mayores, recibieron el presente con sorpresa y alegría y, dadas las fechas de bosques blancos e inmaculados, lo consideraron como un gran regalo de reyes. Le pusieron por nombre Puck, igual que un antiguo y famoso duende. Durante las primeras jornadas, la familia no se apartaba del diminuto duendecillo ni un solo segundo y le atendían minuto a minuto y hora tras hora. Sus hermanos, entre abundantes risas, discutían sobre a quién le tocaría el primer turno para llevárselo un ratito a casa. Sí, se reían cuando disputaban, otra extraña curiosidad de estas insólitas criaturas. Pero, como suele suceder con casi todos los juguetes novedosos, una vez pasada la primicia de los días iniciales, todos dejaron de prestar atención al duendecillo y cada uno regresó a sus rutinas cotidianas.

Los duendes dejan de ser pequeños en seguida, y por eso, para alargar su niñez, suelen llevarse bastante bien con las criaturas jóvenes, sintiéndose especialmente atraídos por los pequeños humanos. Una vez realizadas todas las obligaciones diarias, nuestro duende amigo disfrutaba de gran cantidad de tiempo libre y le gustaba acercarse al mundo de los niños. A veces, se disfrazaba de ramita y los pequeños lo cogían y jugaban con él, a veces se convertía en un canto rodado y los zagales lo lanzaban a lo lejos con todas sus fuerzas y, en otras ocasiones, se transformaba en pajarito y comía miguitas en las palmas de las manos de los más mocosos. A Puck le gustaba estar cerca de los jovenzuelos y así paliaba el hecho de no tener ningún hermanito de su edad. ¿Habéis visto alguna vez un palito con una forma rara, o una piedra muy lisa o redondeada o algún pajarito que se acerca a comerse las migajas que se os caen? Fijaos bien en la próxima ocasión, pues acaso pueda tratarse de nuestro amigo el duende.

A lo largo de los años, Puck se convirtió en un duende alegre y divertido. A veces su comportamiento, sus travesuras, diríamos mejor, rayaban en el mal gusto, pero sigamos hablando de los duendes en general. Se me olvidó deciros anteriormente que los duendes tienen muy mal carácter y un pésimo humor y que los humanos los enervamos, a veces, de una manera desmesurada. Tantos enfados le fuimos provocando a lo largo de la historia, que en un momento determinado decidieron dejarnos de dirigir la palabra, e incluso, se negaron a dejarse ver.


Pues bien, nuestro juguetón y animado duende sufrió un enojo tal, cuando como consecuencia de una basta promoción inmobiliaria le talaron su bosque por completo, que decidió tomarse la revancha, estableciendo la justicia por su mano . En lugar de marcharse a otros bosques remotos, alejados de los hombres, o de transformarse en una lombriz o una piedra de jardín durante el día para vivir sólo de noche, que fueron las opciones predominantes entre sus familiares y amigos, optó por una idea revolucionaria: se convirtió en humano para vengarse. Concretamente se transformó en político y convenció a otros duendes afectados para que también se transmutaran. Y armaron tal jaleo en  la sociedad, con crisis económicas, injusticias sociales, casos de corrupción, guerras y hambrunas, que a punto están de hacer desaparecer el género humano de la faz de la Tierra. Y es que una gran cantidad de hombres son egoístas, avariciosos, insolidarios, violentos y sanguinarios. Y, como es evidente actualmente, los humanos son muy fáciles de corromper. Cuando os hable un político, miradle con detenimiento y observad si tiene la orejas puntiagudas, pues puede ser un duende que intente enredarnos aún más.

El duende

Autora: Amalia López

Desde siempre la palabra duende nos ha sonado a un alma extraña y peligrosa, muy molesta, que aparece en muchas ocasiones pero no la puedes ver, creyendo que se dedica a esconder lo que estás buscando.

Muchas veces hemos ido a coger una prenda de ropa, o calzado, que siempre guardamos en el mismo sitio y allí no está. Después aparece donde menos creíamos y entonces piensas; ¡si parece que hay duendes! 

Esa palabra también la utilizaban para asustar a los niños cuando hacían algo que no estaba bien, lo mismo la madre que la abuela los atemorizaban diciendo que llamarían al duende, o al tío del saco, o al Camuñas, para que se callaran y no hicieran mucho ruido. 

Además, hay personas muy interesadas en saber lo que pasa en la casa de la vecina, y aprovechan el menor descuido para meter las narices y enterarse de lo que ganas, de lo que estás guisando, de la hora que el marido llega a casa… y lo hacen con tanta maestría, que nadie sabe cómo se han enterado de tantas cosas sin ni siquiera verlas. Creo, que esa clase de personas bien podrían ser verdaderos duendes. 

El Duende, visto de otra manera, es la persona que tiene una gracia especial para hablar, cantar, bailar o recitar poemas, como por ejemplo le pasaba a Lola Flores, ella no tenía una gran voz ni era una gran bailaora, pero tenía una enorme voluntad por hacer las cosas distintas a como las hacían los demás, pero con gracia y mucho, pero que mucho duende. 

Hace ya bastante tiempo, una tarde sentí la necesidad de salir a la calle para que me diera el aire, y no sé por qué, subí la Cuesta de la Alhacaba y fui al Mirador de San Nicolás, allí estuve un buen rato mirando las vistas, la Alhambra al poco, empezó a ponerse el Sol y ¡no sé por qué!, pero me di cuenta que estaba llorando. Hoy me pregunto ¿será ese sitio el Duende de Granada?  

Duendes

Autora: Pilar Sanjuán Nájera

¿De qué duendes hablamos? ¿Qué son los duendes? Que yo sepa, no son seres de carne y hueso, y sin embargo, parece que los tenemos alrededor, por las veces que los mencionamos: "En esta casa hay duendes", "los duendes me han jugado una mala pasada", "Por culpa de los duendes, mi casa es un caos", "puse aquí mis pendientes y no están, esto es cosa de duendes..." Y así sucesivamente.

En mi casa, desde luego -lo tengo bien claro- los duendes son sencillamente mi mala cabeza; esta "enfermedad" va en aumento con los años, y la intervención de los duendes, también.

Hay personas que creen en ellos; no sé si llamarlas ilusas, crédulas o ingenuas, pero están dispuestas a pensar que los pequeños sucesos que ocurren en la casa, a veces bastante desconcertantes, no se deben a nuestras distracciones, despistes o faltas de concentración, sino a  fuerzas desconocidas que los provocan ¿Y cómo llamar a esas fuerzas? Pues duendes, es lo socorrido.

También la palabra duende tiene otros significados. Recuerdo una película de mis tiempos, o sea de hace muchos años titulada ´Duende y misterio del flamenco´; era una bonita película que aludía al encanto, a la magia y al arte del baile y la música flamencos. También decimos de algunas personas muy especiales, que tienen "duende" por su simpatía, agrado, gracia, atractivo, etc. que las hacen irresistibles en su trato. 

Ahora, para terminar, voy a contar algo que me ha sucedido con este escrito sobre duendes: ayer lo dejé sobre un mueble del salón para pasarlo hoy a limpio. Cuando lo he buscado, no había manera de encontrarlo. He revuelto una y otra vez las cuartillas entre las que lo había dejado y no aparecía: mi desconcierto iba en aumento ¿Se quieren burlar de mí esos seres misteriosos a los que niego la existencia? Me he serenado y he vuelto a revolver las cuartillas: allí estaba el escrito, en el mismo sitio que lo dejé ayer. ¿Por qué pues no lo encontraba? Yo no tengo respuesta. Quizás el lector, más avispado, la tenga...