Hacía más de veinte años que salió la normativa que obligaba a
colocar pantallas de televisión interactiva en todas las habitaciones de las
nuevas construcciones. En las viviendas antiguas, se subvencionó el cien por cien
de los gastos de instalación de las pantallas interactivas, que comenzaron a colocarse
prioritariamente en las casas de las personas mayores que vivían solas, aduciéndose
razones de urgencia en posibles casos de necesidades médicas. También se
adujeron cuestiones de observación y control a distancia, de vigilancia y de seguridad
cuando estábamos fuera de nuestro hogar, e incluso el acceso a distancia nos
podría servir simplemente para mostrar a los amigos la nueva mesa recién
comprada. Se destacó la facilidad de información para saber en cualquier
momento lo que estaba sucediendo en cualquier parte del mundo en directo,
independientemente de la habitación en la que estuviéramos de nuestra vivienda,
también era un canal de comunicación de las autoridades con miembros
individuales de la sociedad y al revés, nosotros resolvíamos trámites
administrativos desde nuestra propia casa. A todas éstas ventajas se añadía un
largo etcétera de razones positivas.
No se mencionaron razones negativas y se acallaron las voces de
los que se manifestaron en contra del progreso comunicativo global, pero ahora,
a mitad de siglo XXI, nos damos cuenta de lo que nunca nos dijeron: estamos
constantemente vigilados y algunos ciudadanos especialmente díscolos
desaparecen sin dejar rastro alguno. No nos dijeron que las cámaras
incorporadas en las pantallas podrían ser controladas por las autoridades.
Creíamos que sólo podrían hacerlo con mandamientos judiciales, ante claros y
evidentes indicios de delito. No es así, estábamos equivocados. Vamos siendo
conscientes de que informaciones que considerábamos íntimas, están en manos de
las autoridades y, a veces, en manos de grupos económicos, que nos ofertan
consumos acordes a nuestras necesidades o gustos.
La sensación de ser una rueda dentada de un mecanismo automático,
que creíamos que se movía sólo, la vamos sustituyendo por la sensación de ser
una pieza mecánica de un movimiento provocado, lleno de intereses ocultos.
¿Cómo podré escribir mis reflexiones, sin riesgos, en este blog si tengo el
ordenador intervenido?¿Cómo podré debatir libremente con los amigos en mi casa
si escuchan lo que hablamos y ven lo que hacemos? ¿Qué es el progreso respecto
a este aparato, la televisión, que surgió a mediados del siglo XX y controla y domina
nuestras vidas a mediados del siglo XXI?
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