jueves, 22 de mayo de 2014

... y echaron a correr

Autora: Amalia Conde
 
Como ya saben ustedes he pasado la vida cosiendo para señoras, he trabajado en lo que me gustaba, pero eso no quiere decir que todo fuera gloria, ha habido bueno y malo, pero a mi me gusta recordar lo bueno y agradable y por ese motivo les contaré una especie de locura que ocurrió un día en el taller con las niñas que iban a coser: 
 
Eran cinco chicas, empezábamos a las siete de la mañana y estábamos cosiendo hasta las tres de la tarde. Un día a una de ellas se le ocurrió llevarme un regalo, era una caja de cartón blanca y alargada que puso encima de la mesa de corte, cuando me acerqué al tablero para empezar la tarea, la caja empezó a moverse de una manera rara, rara, tanto que pegué un grito y le pregunté a la que trajo el regalo que si había en la caja ¿una rata o lagartijas... por qué la caja se mueve? 
 
No terminé de hacer la pegunta. Desaparecieron las niñas del cuarto de costura en segundos, como si les hubieran puesto un cohete en el culo se escondieron en el dormitorio, en el cuarto de baño, en la cocina, pero con las puertas cerradas, y ahí estaba yo, sin saber qué hacer, con las niñas encerradas y la caja en la mesa. 
 
Cogí una regla de madera larga, me subí en una silla y empecé a pegarle a la caja, que parecía estar muy bien cerrada y no se abría ni por casualidad.  
 
Le pregunté a la que había traído el regalo que me dijera qué había dentro y que saliera para ayudarme a abrirla, me dijo que había pedido una pastilla de jabón pero sin salir de la habitación. 
 
Después de darle golpes a la caja se rompió y salió una pastilla de jabón redonda igual que un huevo, como la caja era más grande de lo que necesitaba, el “huevo” se movía de un sitio para otro. Todo esto se lo estuve explicando a las encerradas que después de pensárselo mucho salieron, pero no muy conformes. 
 
Me di cuenta de que faltaba una niña y les pregunté por Estrella, que era la aprendiza, tendría unos trece años, ninguna la había visto. Miramos debajo de la cama, en el armario, y nada.  
 
Al poco rato llamaron a la puerta y era Estrella con la cara blanca como el papel. Por más que le preguntaba no decía nada, pero entró a la cocina y salió con la fregona y el cubo yéndose para la puerta de la calle. Le pregunté qué tenía que hacer más de una vez y no decía nada, hasta que la agarré por un brazo para que me dijera lo que iba a hacer, me dijo que iba a limpiar el ascensor... porque se había orinado. 
 
Ya podrán darse cuenta de lo poquito que se cosió ese día, ¡pero nos estuvimos riendo toda la semana! 

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