El no dejaba de insistir y de decirme que cuando iba a ver cómo había
quedado la obra del patio, pero yo me lo tomaba con calma, sin prisa,
demostrando al parecer no tener demasiado interés en comprobar el resultado
obtenido. Cuando al fin me decidí, creí morir de emoción al encontrarme tras la
puerta aquel jardín repleto de flores de todos los colores y estilos, tan
bonitas y delicadas como las de cerezo, los rosales, claveles. Quedé tan
embelesada, que aún continuo así. Fue en plena primavera.
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