jueves, 24 de abril de 2014

Metonimia al sinécdoque primaveral

Autor: Antonio Pérez

Flor de primavera, solitaria y seca.  Flor sedienta en una mata imperfecta, insana casi podrida.

Flor  inmadura en un suelo inerte sin alimento, apenas sin sujeción, casi marchita, de pétalos negros decaídos, buscando la libertad para estrellarse contra el suelo, y romperse.
 
Flor caduca, sin esperanza sin fructificación, flor de asfódelo, flor de la muerte.
 
Ácida como la hoja de eucalipto, todo lo que toca, lo infecta, lo corrompe, lo envenena.
 
Flor de hades, errada en el marco, errada en el tiempo, errada en las circunstancias. Flor hipofrénica, detenida en un lugar sin norte, en un lugar sin éter, perdida en el edén.
 
Fruto por dentro corrompido, podrido, exasperado,  fruto vacío y menguado, sin semillas, e indigesto.  Fruto devorado por gusanos asquerosos y traicioneros.
 
Primavera extinta, sin flores, ni frutos, sin esperanza. Primavera antónima de esos  sueños,  ahora iracundos, vacíos y encolerizados. Primavera negra, primera convertida en otoño de vientos gélidos de fantasmas del olvido, fantasmas traicioneros, sangradores de fracaso, de la fragosidad de este tiempo, tiempo errado, devorado por el fuego de demonios dónde las parcas pasean a su antojo, dónde no cabe ni existe diferencia del mismo infierno.
 
Golondrinas de alas cortadas, y decapitadas y colgadas de viejos árboles marchitos, rajados por relámpagos de ira y frustración.
 
Primavera de cuento, primavera de Edgar Allan Poe.

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