miércoles, 30 de abril de 2014

Cinco microrrelatos

Autora: Pilar Sanjuán

La espera
Natalia se despertó sobresaltada: las tres menos cuarto. Su marido estaba al llegar. Telefoneó desde el aeropuerto: “Llegaré a las tres; no me esperes despierta”. Se abrigó y salió a la terraza; aquella primavera era fría. ¡Qué oscuridad! Las farolas estaban apagadas. De pronto, se abrió la puerta del chalé de la nueva vecina, frente al suyo, y su figura se recortó nítida en el rectángulo de luz; miró a un lado y a otro y se apartó para dejar paso a un hombre que, después de besarla, se dirigió rápido y sigiloso al chalé de Natalia.
 
Prisa trágica
El camino, a lo largo del páramo, era interminable, polvoriento, sin un árbol, sin una sombra. La primavera, en aquellas latitudes, era asfixiante. El hombre caminaba fatigosamente un poco inclinado hacia delante, pero a paso rápido. Su corazón estaba al límite, pero tenía que llegar antes de la puesta de sol. Se detuvo, respiró hondo y cayó fulminado. En ese momento, el sol tocaba el horizonte.
 
Sorpresa
La anciana contempló sus plantas: la primavera las había cubierto de flores multicolores. Llamaron a la puerta; se levantó con trabajo del sillón; su nieto llegaba hoy un poco antes de lo habitual. Abrió con gesto sonriente, pero la sonrisa desapareció de su cara; la navaja se hundió en su costado, antes de que pudiera gritar.
 
Ojos
La niña se miró en el estanque; la primavera había hecho florecer a los nenúfares antes de tiempo. El agua estaba quieta y transparente; reflejó con toda claridad las facciones infantiles; ella estaba fascinada mirando sus trenzas y sus ojos. Pero…¿Qué era aquello? Otros ojos la miraban desde el fondo; unos ojos grandes, apagados, sin vida. Horrorizada, se apartó y echó a correr.
 
Temporal en primavera
En el acantilado, las olas rompían con furia. Algunas tenían la osadía de alcanzar los 15 metros de altura, salpicando de espuma la ropa de aquella mujer que, desde lo alto, miraba fijamente el mar embravecido. Llevaba allí mucho rato, como hipnotizada. En ese momento, una voz gritó a lo lejos; alguien se acercaba rápido. La mujer, sin una vacilación, saltó hacia delante y las olas engulleron su cuerpo.
 
 

Tres microrrelatos

Autora: Carmen Sánchez


El hombre del traje oscuro
El hombre se ajustó la corbata. Repasó su traje oscuro y comprobó que estaba impecable. Con gesto grave, asintió ante el espejo, su aspecto era respetable. Revisó los documentos del maletín, su vida de los últimos años, y se dirigió a la estación. En el andén, sólo un paso lo separaba del vacío. Mientras, la primavera florecía en la ciudad.
 
 La decisión
Cuando él salió de la habitación, abrió el sobre con los resultados. No estaba segura sobre cómo reaccionaría, por lo que la espera había sido interminable y ahora en cambio, el papel le quemaba en las manos. El resto de su vida dependía de lo que leyera y sabía que tendría que tomar una decisión, la que venía aplazando desde la primavera pasada.


La manifestación

 El pago había sido generoso. El cabecilla, satisfecho cogió el dinero de manos del interlocutor. La operación había resultado un éxito. Los medios mostraban una y otra vez los destrozos producidos por la acción vandálica de unos cuantos. Entretanto, miles de manifestantes, venidos de todas partes, se agrupaban bajo las sombras, evitando los primeros calores de la primavera.

 

martes, 29 de abril de 2014

Tras la puerta

Autora: María Gutiérrez

El no dejaba de insistir y de decirme que cuando iba a ver cómo había quedado la obra del patio, pero yo me lo tomaba con calma, sin prisa, demostrando al parecer no tener demasiado interés en comprobar el resultado obtenido. Cuando al fin me decidí, creí morir de emoción al encontrarme tras la puerta aquel jardín repleto de flores de todos los colores y estilos, tan bonitas y delicadas como las de cerezo, los rosales, claveles. Quedé tan embelesada, que aún continuo así. Fue en plena primavera.

lunes, 28 de abril de 2014

Tres microrrelatos

Autora: Elena Casanova


Capibalismo
Primero fueron sus dedos; luego sus manos; después sus brazos. Siguieron con sus piernas para terminar con el tronco y la cabeza. Nos lo quitaron poco a poco. A nosotros nos ignoraron, nuestro valor equivalía al cero absoluto y, simplemente, nos dejaron morir. Ocurrió una primavera.
 
Seducción
Llegó revoloteando a través de una suave corriente de primavera. Se posó en el quicio de la ventana. Allí se quedó, hipnotizada por el sonido de una voz que le hizo olvidarse para siempre del mundo. No le importó el viento huracanado y frío del invierno, la lluvia o la escarcha; ni siquiera la nieve fue capaz de despegarla  un milímetro de su trinchera. Cuando cesó la melodía de las palabras, dejó de existir.
 
Esperanzas
Piso los charcos de una calle recta, gris, somnolienta y sucia;  una calle abarrotada de rostros quebrados, ojos turbios, ropa apagada de niños enlutados y viejos envilecidos; tullidos de pulmones calcinados, curas que exorcizan el invierno eterno. Y ahí, de repente, una rendija, y de la rendija una flor y de la flor una palabra: primavera.

jueves, 24 de abril de 2014

Cambios

Autor: Antonio Cobos

La epidemia se extendió, sin excepción, a lo largo de todas sus extremidades. Los pequeños y numerosos bultitos fueron endureciéndose y enquistándose bajo la piel de sus apéndices. Crecían de tamaño y tensionaban cada vez más la superficie, listos para explotar. Cuando estallaron percibimos que unas eran rojas, otras de color rosa y algunas otras eran amarillas. ¡Llegó la primavera!
 
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Tras el largo periodo de lluvias, bastaron tres días soleados para cambiar la fisonomía del valle. El monótono sonido de la lluvia y el verde húmedo del suelo, se transformaron en una variedad increíble de cantos y sonidos y en millares de puntos de colores, que entre los verdes limpios y brillantes, agradecían al sol su fuerza, llena de energía y de luz. ¡Ya es primavera!
 
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Al estallar mi primavera, compartí vivencias y caricias y me hirió con fuerza la flecha del amor. Creé y transmití, y llegué a la cumbre a fines del verano. Comencé un lento descenso, casi sin darme cuenta, hollando suavemente miles de bellas hojas ocres y amarillas. Hoy, sentado en mi sillón y con mi ralo pelo cano, miro hacia atrás, y satisfecho, siento aún enormes ganas de vivir.

Metonimia al sinécdoque primaveral

Autor: Antonio Pérez

Flor de primavera, solitaria y seca.  Flor sedienta en una mata imperfecta, insana casi podrida.

Flor  inmadura en un suelo inerte sin alimento, apenas sin sujeción, casi marchita, de pétalos negros decaídos, buscando la libertad para estrellarse contra el suelo, y romperse.
 
Flor caduca, sin esperanza sin fructificación, flor de asfódelo, flor de la muerte.
 
Ácida como la hoja de eucalipto, todo lo que toca, lo infecta, lo corrompe, lo envenena.
 
Flor de hades, errada en el marco, errada en el tiempo, errada en las circunstancias. Flor hipofrénica, detenida en un lugar sin norte, en un lugar sin éter, perdida en el edén.
 
Fruto por dentro corrompido, podrido, exasperado,  fruto vacío y menguado, sin semillas, e indigesto.  Fruto devorado por gusanos asquerosos y traicioneros.
 
Primavera extinta, sin flores, ni frutos, sin esperanza. Primavera antónima de esos  sueños,  ahora iracundos, vacíos y encolerizados. Primavera negra, primera convertida en otoño de vientos gélidos de fantasmas del olvido, fantasmas traicioneros, sangradores de fracaso, de la fragosidad de este tiempo, tiempo errado, devorado por el fuego de demonios dónde las parcas pasean a su antojo, dónde no cabe ni existe diferencia del mismo infierno.
 
Golondrinas de alas cortadas, y decapitadas y colgadas de viejos árboles marchitos, rajados por relámpagos de ira y frustración.
 
Primavera de cuento, primavera de Edgar Allan Poe.

La primavera

Autora: Amalia Conde

¿No oyes el rumor del agua, no sientes su frescor?
Mira el resplandor del alba embriagado de tanta flor.
¡Primavera, tú eres así !, jardín que trastornas el sentío.
Nada se iguala a ti en embrujo, amor y poderío,
revuelo de risas y amores, ¡despertad de mil colores!