viernes, 21 de marzo de 2014

Una pintura delirante

Autora: Elena Casanova

El ayuntamiento de una pequeña localidad leridana ha conseguido reunir una pequeña muestra de diversos pintores catalanes. Los cuadros estarán expuestos durante un mes en dos salas no muy grandes del consistorio.

Gracián, funcionario que trabaja desde siempre en una  oficina del edificio que acoge la muestra, ha decidido ocupar parte de la tarde en admirar estos cuadros y, aunque  apenas ha viajado ni visitado museos de arte, sí que es un gran aficionado a la pintura y hoy va a tener la oportunidad de contemplar en persona estas pequeñas joyas.
A las seis en punto sale de su casa no sin antes acicalarse para la ocasión. Después de una pequeña charla a cargo del concejal de cultura, Gracián recorre con parsimonia las dos salas donde están colgados los cuadros dejándose seducir por los trazos, los colores, las líneas, la composición, la luz... Al final de la segunda sala,  hay uno que le ha llamado poderosamente la atención. En él aparece una granjera de amplios pies  y cara triste, a su lado hay un gato muy tieso en un espacio que parece ser una cocina. Al pasar junto al cuadro, Gracián escucha un ligero ronroneo.  ‘No puede ser’ piensa el joven. Decide dar un par de vueltas por las salas para saludar a unos cuantos conocidos y de nuevo se dirige al cuadro. Permanece delante observando atentamente la pintura y en unos segundos vuelve a escuchar el mismo ronroneo. Recorre visualmente la sala por si  se hubiera colado algún gato de forma casual, pero no encuentra ningún animal; solo ve a tres personas que aparentemente no han escuchado algún ruido fuera de lo normal. ‘Me iré a casa y  volveré mañana’ pensó desconcertado.

Al día siguiente, a las seis y media de la tarde, Gracián espera para entrar en la sala donde escuchó los sonidos. Mira de reojo los cuadros y se sitúa al final de la segunda sala y se queda observando al gato. Pasa media hora, pero no oye nada. Cuando se dispone a marcharse ve cómo la mujer del cuadro le hace una mueca. ‘No, no puede ser, este cuadro tiene vida propia’. Gracián no da crédito a lo que ha visto. Se sienta en una silla próxima a la pintura y permanece el resto de la tarde esperando que pase algo extraordinario.

Las tardes siguientes Gracián  acudirá a la exposición, se sentará en la misma silla y esperará. Primero fue un ronroneo, luego un guiño, otro un débil chillido, el ruido de un plato… y así en todas y cada una de sus visitas pasa algo que no tiene lógica alguna. Piensa contárselo a alguien, pero después cree que lo mejor es callarse porque lo tomarían por loco.

El último día de la exposición aparece antes de tiempo, casi un cuarto de hora. Tiene una corazonada, hoy será el día en que encontrará una explicación a tanto misterio. Espera media hora en la puerta pero nadie la abre. A los pocos minutos ve entrar a un par de policías acompañados del concejal y varios personajes más del ayuntamiento en un estado bastante tenso. Intenta averiguar qué sucede pero la única respuesta que escucha es  una invitación a marcharse; las dos salas permanecerán cerradas.

Al día siguiente todo el mundo habla de lo mismo, del misterio del cuadro situado al final de la segunda sala. Gracián pregunta qué sucede. Un compañero le pasa un periódico donde explica lo sucedido: “El misterio del cuadro de la granjera. En un pueblo de Lérida ha sucedido algo extraordinario. En una exposición de pintura de varios autores catalanes, uno de los cuadros, La granjera de Miró, perteneciente a una colección particular, apareció la tarde de ayer incompleto. Se mantiene el fondo pero los protagonistas han desaparecido. En un principio se creyó que se trataba de un robo y habían colocado en su lugar un cuadro falso. Pero después de un estudio exhaustivo de la pintura, se trata de la misma obra de Miró pero sin los personajes. Se siguen las investigaciones alrededor de este extraño suceso y seguiremos informando cuando tengamos más noticias”.

Gracián se queda de piedra. Aunque no entiende lo que ha pasado y la noticia realmente le sorprende, sabe con certeza que alrededor de ese cuadro pasaban cosas muy  extrañas. Después de trabajar toda la mañana, come con un amigo y a las cinco de la tarde está subiendo las escaleras de su casa. De repente un gato se le acerca y le roza las piernas sin dejar de ronronear. Gracián se queda parado, casi no puede moverse del impacto que le causa el animal. Sigue hacia delante e introduce  la llave para abrir la puerta de su casa, llevándose una nueva sorpresa, la llave no gira del todo, alguien ha abierto la puerta. Entra al pasillo y desde la cocina se escucha el trasteo de cacerolas y sartenes.

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