Hacía ya tiempo que no me
atrevía a ir de viaje unas veces por la economía, otras por circunstancias familiares
y otras por falta de ánimos. Por fin me animé.
En casa los nervios estaban
a flor de piel.
-¡Mamá!-me dijo mi hijo
enfadado-¡Cómo no te duchaste antes, todo lo dejas para última hora! El avión
sale a las seis y son las cuatro. ¿Tienes la maleta hecha?
-Sí, la hice anoche antes de acostarme.
-¿Has comido?
-Sí, almorcé a las dos
contigo ¿o no te acuerdas? Ahora va a resultar que estás más desmemoriado que
yo.
Me duché, me vestí, recogí
mis cosas y salí hacia el pasillo con el bolso y la maleta. En ese momento, era
yo la que le metía prisa a mi hijo para que fuese a por el coche para llevarme
al aeropuerto. Allí me reuniría con mis compañeros y compañeras del Imserso.
Ese año nos llevaban a
Palma de Mallorca, Algunos que ya éramos conocidos, nos intercambiábamos
saludos. En algunos momentos, se nos oía hablar a casi todos a la vez. Alguno
que otro decía que le daba “repelús” el avión, y que era la primera vez que
viajaban tan lejos. Los más veteranos, los animábamos diciéndoles que no lo pensaran,
que antes de que se dieran cuenta estaríamos en nuestro destino, y lo íbamos a
pasar muy bien.
Cuando terminó el trámite
de los equipajes, nos dirigimos todos para la pista en la cual estaba nuestro
avión esperando. Justo al llegar al pie de la escalerilla sonó el teléfono. Era
una de mis hijas:
-Mamá, te recuerdo que son
las cinco, y a las y cuarto tienes que recoger a mi hijo de las clases de
natación... te noto la voz rara mamá.
-Claro hija, acabas de
chafarme el viaje que iba a realizar en estos precisos momentos.
Espero que el próximo sea
real y no un sueño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario