viernes, 21 de febrero de 2014

Los antiguos libros de papel

Autor: Antonio Cobos
 
 
Hacia las cinco de la tarde partió el último camión lleno de libros de distintos temas, épocas y tamaños. Se habían revisado de nuevo los domicilios particulares, como se había hecho algunos años atrás, y habían aparecido algunos otros volúmenes dispersos, probablemente extraviados y fuera de lugar, y en algunas casas cerradas durante años, siendo posible incluso, que entre los textos requisados hubiese algunos que hubieran sido previamente escondidos por sus dueños.

 Las bibliotecas públicas y las particulares ya habían sido confiscadas previamente y tras este nuevo repaso, no es probable que quede ningún libro de papel en la ciudad, salvo los escasos ejemplares seleccionados para el Museo del Libro de Papel. Desaparecieron primero los diarios de papel y después le toco el turno a los libros impresos. El mismo proceso había tenido lugar en todas las ciudades del mundo.

 En las mismas fechas y durante bastantes días los libros escritos desde la aparición de la imprenta habían servido de combustible a las centrales productoras de electricidad de las grandes compañías eléctricas. Se paliaba así la inevitable escasez de combustibles fósiles. Las empresas productoras de energía se ofrecieron a favorecer el gran paso ineludible a la modernidad y a facilitar los cambios en los nuevos hábitos lectores. Habían ahorrado combustible y habían cobrado por hacer ese favor a los gobiernos. Doble negocio.

 A todos los ciudadanos se les repartió un pen, o lápiz de memoria, con miles y miles de libros de lectura. Era un regalo merecido para todos los que entregaran un libro al menos, y ya no se publicaría nada en papel en el futuro, salvándose así millones y millones de árboles cada año. Todo estaría en la red y el acceso sería gratuito.

 Entre los miles de libros contenidos en el pen, algunos ciudadanos empezaron a echar en falta algunos títulos imprescindibles en una biblioteca enciclopédica y universal. Otros observaron que algunos escritos importantes se habían resumido en ediciones abreviadas y mal resumidas. Otros, los más ávidos lectores, habían percibido que algunos textos estaban modificados respecto al recuerdo que ellos tenían del original. Quizás las ediciones primigenias estarían en ese acceso prometido, pensaron. Todo esto era comentado de boca en boca pues, en los informativos de noticias, no se decía nada al respecto.

 El acceso universal y gratuito a la base editorial mundial no pudo ponerse en marcha por falta de acuerdo entre los dos o tres grupos políticos mayoritarios, por problemas diversos de propiedad intelectual, por falta de compatibilidad de las bases de datos y por otras múltiples razones. Todo lo que quedó de la plataforma documental histórica y mundial fue ese pen, manipulado, según decían algunos.

 Cuando cambiaron los gobiernos – las elecciones eran simultáneas en todo el planeta -, se repartió un nuevo pen gratuito, esta vez, a todos y a cada uno de los ciudadanos del mundo, pues el anterior se borraba automáticamente al final de la legislatura. Los productores de lápices de memoria, y algunos intermediarios, se habían hecho multimillonarios en un breve periodo de tiempo. Algunos ciudadanos concienciados observaron diferencias entre un pen y otro. Para las siguientes elecciones desapareció el pen individual, al que cualquier ciudadano tenía derecho, ya que todo se podría consultar gratuitamente en la red. Sería un importante ahorro para la sociedad.

 Finalmente se decidió dar una segunda vuelta en la detección de libros impresos, pues se comentaba con relativa frecuencia la aparición de algunos ejemplares aislados y las resistencias encontradas en díscolos ciudadanos, afortunadamente sólo de vez en cuando, para colaborar con el bien común. Hoy hacia las cinco de la tarde tendría que acabar esta campaña mundial de recogida de libros de forma simultánea.

 También hoy ha habido sorprendentes novedades en los noticieros e informativos mundiales. En un próximo futuro, se trabajará durante el día y todo el mundo regresará a su casa al anochecer para descansar y compatibilizar la vida laboral y familiar, esperándose una mejora en las relaciones familiares y sociales. Se reducirán al mínimo los desplazamientos nocturnos y progresivamente, se irán disminuyendo los puntos de luz durante la noche. Eso representará un enorme ahorro energético a nivel mundial. Se permitirá una hora de acceso gratuito a la red para facilitar la comunicación con los familiares que viven en otro lugar y para favorecer la vida social con conocidos y amistades, y en los hogares, se podrá recibir la emisión de la única cadena de informativos, centralizada para ahorrar costos, que será subvencionada por los gobiernos y será por tanto gratis para los ciudadanos. Pasadas unas horas, durante la noche, se suspenderá la electricidad, con el consiguiente ahorro energético para toda la sociedad y el beneficioso y necesario efecto reparador que la medida provocará en el descanso de todos los ciudadanos.

 Grupos clandestinos de personas hemos comenzado a organizarnos…

 

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