miércoles, 19 de febrero de 2014

Las cinco de tarde

Autor: Antonio Pérez
Eran las cinco de la tarde. Esa maravillosa tarde de un día de invierno, acostumbrado al frío intenso y mal tiempo, esa tarde a las cinco de la tarde, hacía un calor tan acogedor con el sol tan brillante como un lucero. Ese 14 de Febrero a las cinco de la tarde, ese día tan estupendo donde las palomas vuelan juntas y por pares los ancianos toman el sol en el parque. Esas cinco, rosas que he de regalarte y las cinco frases de esta dedicatoria con amor, ilusión y arte, que cinco lagrimas de felicidad yo he conseguido arrancarte.

A las cinco de la tarde, habiendo quedado cinco veces, con mis más 5 mejores intenciones, yo te beso, 5 besos, y otros 5 por despecho.

He de arrancarte 5 “te quieros”, a las cinco de la tarde, en nuestro parque lleno de querubines enfermos, enfermos de un amor ilógico del único día que es obligatorio decirse te quiero, dónde por desuso y desacostumbre hasta el más dulce te quiero, suena casi impuesto.

Mis cinco de la tarde, esas que contigo, a tu lado, se me hace eterno, junto a ti, todo mi universo, tan distantes pero tan cercanos, con tan dilatada y compleja experiencia me dibujas con tus labios tus viejos recuerdos.

A las cinco de la tarde, casi anocheciendo cayendo casi la noche, ajustándote tu rebeca, con esa cumbre nevada mecida por el viento. A las cinco de la tarde, recuerdo tus abrazos, esos, los últimos que me diste antes de marcharte al cielo. Tu mi gran maestra, me enseñaste el verdadero cariño, ternura y afecto, ese que ahora ausento.

A las cinco de la tarde, tu mi querida abuela, que tus consejos de mi han hecho, el más desdichado nieto, suspiro por todos mis poros, por tu viejo recuerdo. Te quiero abuelita y tengo muy en el  recuerdo, ese catorce de febrero a las 5 de la tarde.

A las cinco de la tarde, dónde te consagró en tierra santa, y juré el 14 de febrero, ir a visitarte todos los años, a las cinco de la tarde.

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