viernes, 21 de febrero de 2014

A las cinco en punto de la tarde

Autora: Amalia Conde
 
Las palabras a las cinco en punto de la tarde me traen a la memoria el tiempo en que iba a las clases de Corte a una academia y a la salida me esperaba mi pretendiente y me acompañaba hasta la casa procurando que mi hermano no me viera porque yo tenía quince años nada más. 

Mi pretendiente era de un pueblo, estaba haciendo el servicio militar en Granada, me lo presentó una amiga y compañera del taller de costura a donde iba por las mañanas y a corte por las tardes. 

Una de esas tardesal volver para la casa, mi pretendiente me cogió una mano y me dio un beso  ¡pero en la mano!  

Yo estaba loca por llegar a la casa y mirarme la mano, por si se notaba, pero no me dio tiempo porque en la casa había una desconocida. 

La extraña me miraba muy fijamente, sin hablar, y mi madre tampoco decía nada, así que pregunté qué pasaba, y la que me contestó fue la desconocida, pero con mucha prisa y muy desagradable 

¡¡Pues lo que pasa es que yo soy la suegra de ese que sale contigoque está con mi hija. Y además tienen una niña!! 

Hubiera preferido que me hubiera caído una lluvia de piedras, pero no dije ni media palabra. 

A partir de ese día no quise que me acompañara más, pero él insistía, decía que lo escuchara, que todo era un montaje por odio 

Y así un día, y otro, que ya me sentí acorralada y cuando se acercaba la hora, o sea, las cinco en punto de la tarde, me ponía temblando. Así hasta que lo licenciaron. 

Desde entonces las palabras a las cinco en punto de la tarde me resultan muy pesadas,  porque desde que empiezan haciendo propaganda del torero, de la plaza y de los Miuras, sale a las cinco en punto de la tarde 

Ya sé que es una frase taurina, pero hay muchas cosas dque hablar de una corrida de toros, como del picador, las banderillas, la espada, el traje de los toreros… 

El arte del Fandi poniendo las banderillas, el embrujo de Curro Romero, el peligro que tiene dar pases de rodillas….  

Todo tiene mucha importancia, pero se nos olvidan los cuernos, de no haber cuernos no tendría gracia ir a los toros ¡qué hace una corrida sin cuernos! 

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