viernes, 24 de enero de 2014

Ventanas

Autora: Pilar Sanjuán Nájera


    Siempre se ha dicho que los ojos son las ventanas del alma; en efecto, por ellos nos llegan la mayor parte de las sensaciones. Recuerdo que al poco de llegar a Granada estuve viviendo en un 10º piso con unas vistas maravillosas a Sierra Nevada; más de un catarro me cogí asomándome en invierno al ventanal para ver salir la luna; abría los ojos deslumbrada por el espectáculo.
    En realidad, el resto de los sentidos también son ventanas que nos permiten oír la música y los ruidos de la naturaleza, disfrutar de la piel suavísima de un niño, del olor de un jazmín o del sabor de un manjar.
    Aún tenemos más “ventanas”: de las mentes se dice que son cerradas o abiertas; hay quien las abre  a corrientes innovadoras o quien las mantiene toda su vida herméticas, pensando que todo lo de fuera contamina.
    Hablemos ahora de las otras ventanas, las variadísimas ventanas arquitectónicas: las que nos permiten asomarnos al exterior, las que nos ponen en contacto con el mundo.
    Volviendo un poco al 10º piso que tuve; encima del mío, en el último, que era como una buhardilla, vivía el portero con su familia; un día le dije: “Ustedes deben tener unas vistas asombrosas desde esa altura”. Él me contestó: “Nosotros no vemos nada porque nuestras ventanas están junto al techo”. Lo dijo con tristeza y yo pensé,  ¿qué arquitecto desalmado construye una vivienda a esa altura y priva a los futuros inquilinos del placer de contemplar un extraordinario panorama? ¿Por qué? ¿Porque era la futura vivienda del portero?
    Siempre he pensado con pena lo triste que puede ser una prisión, por la privación no sólo de libertad, sino de la necesidad de asomarse por una ventana a mirar el exterior.
    El Arte se ha ocupado mucho de las ventanas; por algo será. En Pintura, todos admiramos ese cuadro hermosísimo  de Dalí que nos muestra a su hermana Ana Mª de espaldas, apoyada en el alféizar de una ventana abierta; al fondo se ve la costa de Cadaqués, y una pequeña parte del pueblo se refleja en los cristales. Parece ser que con este cuadro Dalí quiso expresar el mundo de la mujer de aquella época: mundo de puertas para adentro, ocupado por las tareas del hogar y el cuidado de los hijos, mientras el hombre vive de puertas para afuera.
   Van Gogh pinta otra ventana en su dormitorio; esta ventana está apenas entreabierta y como todos los elementos del cuadro, la cama, las dos sillas, la mesita o los cuadros de las paredes, es de una gran sencillez; habla de lo humildemente que vivía; quizá el hecho de que esté entreabierta nos muestra la necesidad que tenía de aislarse con frecuencia del exterior, refugiándose en aquella habitación para descansar de sus frecuentes crisis nerviosas.
    La Arquitectura también ha dado gran importancia a las ventanas. Recordemos el arte Gótigo que surgió en el norte de Europa y agranda las ventanas románicas, convirtiéndolas en grandes ventanales con vidrieras para iluminar iglesias y Catedrales. Cuando este arte llega a España, estas vidrieras se llenan de luz y de color, como se puede apreciar en la Catedrales de Burgos, León, etc.
    Más tarde, el Renacimiento nos trajo bellísimas ventanas, muchas veces partidas en dos por el parteluz, una columnita colocada en medio de la ventana
    ¿Y qué decir de las construcciones modernas casi completamente acristaladas como en La Coruña, para recoger con codicia el escaso sol y la luz no precisamente cegadora?
    La iglesia, como siempre, procurando recortar libertades, guardaba y guarda a las monjas de clausura en conventos cuyas ventanas están casi cegadas por espesas celosías que hacen imposible ver el exterior. He visto celosías hasta en Colegios religiosos de chicas ¡Qué tristeza la de estas jóvenes que ni siquiera pueden asomarse a una ventana! Me pregunto cuántas de estas muchachas, y sobre todo, cuántas monjas habrán enfermado de melancolía y de histeria.
    En la Literatura, también han tenido un puesto relevante las ventanas. Hay una famosa novela de Carmen Martín Gaite, Entre visillos, cuyo título ya es bastante expresivo; describe el ambiente asfixiante de una pequeña ciudad, limitadísimo y carente del menor aliciente; se supone que a través de esas ventanas, veladas por cortinas y visillos, mucha gente pasa su vida atisbando, sin ser vistas, la vida de los otros (son verdaderas ventanas indiscretas).
    Las ventanas andaluzas, sobre todo en los pueblos, tienen una característica bastante especial: se adornan con rejas, sobre todo en los entresuelos, y las rejas con macetas floridas. Desde tiempos inmemoriales, hasta no hace muchos años, estas ventanas enrejadas cumplían una misión: eran el lugar idóneo para que los novios “pelasen la pava”, o sea, para que se jurasen amor eterno de la manera más romántica: entre geranios y enredaderas. Cuando una familia tenía una hija casadera, y además era de buen ver, bien pronto surgía un rondador que solicitaba del padre el permiso para cortejarla; el padre solía ser muy estricto pero al fin daba el permiso, y como la relación transcurría a través de la reja, la familia de la novia estaba tranquila respecto del honor de la joven…
    Estas rejas andaluzas eran –y son- distintas según las provincias; en la de Cádiz tienen la particularidad de que llegan hasta el suelo; en las otras provincias, aunque con variantes, están en los entresuelos; eso sí, todas se adornan con macetas llenas de colorido.
    He dicho antes que la familia de la novia estaba tranquila sobre la casta relación de la hija con el enamorado. Pues a veces -desde luego en contadas ocasiones- la reja no era suficiente freno para los ardores del mocito, y se ha dado el caso de chicas que han quedado embarazadas a lo largo del noviazgo ¿Cómo era posible? Supongo que sucedería en la provincia de Cádiz, cuyas rejas se alargaban hasta el suelo, pues en otros lugares, ¿cómo podía el atrevido enamorado alcanzar su objetivo sin hacer verdaderas acrobacias?
    En romances, poemas y canciones, las ventanas son con frecuencia protagonistas. Machado nos dice en un poema escrito en Baeza:
 
Por el ventanal

entró la lechuza

en la Catedral.

San Cristobalón

la quiso espantar

al ver que bebía

del velón de aceite

de Santa María

La Virgen habló:

-Déjala que beba

San Cristobalón.
 
En otro, también Machado, dice:

Abril florecía frente a mi ventana.

Entre los jazmines y las rosas blancas

de un balcón florido, vi a las tres hermanas.

    Entre las muchas canciones populares que hablan de ventanas, me viene a la memoria ésta:
 
Ventana de oro, ventana

de plata los travesaños

la niña que cierra y abre,

no tiene veintidós años


   Más alusiones a ventanas: En la historia de la infortunada e injustamente tratada Dª Juana la Loca, se dice que cuando estaba prisionera en Tordesillas por orden de su padre D. Fernando, le tapiaron la ventana de su aposento, para que no tuviera ni el consuelo de ver sus tierras castellanas.
    García Lorca en su obra La casa de Bernarda Alba nos cuenta que la única distracción de aquellas jóvenes encerradas en el caserón, era asomarse recatadamente a las ventanas para ver pasar a los segadores o a Pepe el Romano a caballo por el callejón.
    En fin, que nuestras ventanas, reales o imaginarias, permanezcan abiertas a todo lo nuevo, si es bueno.
    Y para terminar, no resisto la tentación de citar un pequeño, pero emotivo poema de Vicente Medina:
 
El niño come naranjas;

desde mi balcón lo veo;

el segador siega el trigo,

desde mi balcón lo siento.

   Si muero,

dejad el balcón abierto.
 
 

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