jueves, 30 de enero de 2014

Ventanas a la vida

Autora: María Gutiérrez
 
Tenía quince años cuando me cambiaron de colegio. El primer día de clase, estábamos en el salón de actos para la presentación del curso y allí mismo dio lugar toda la pesadilla que me quedaba por vivir. Los chicos que estaban sentados en la fila de atrás empezaron a tirarme del pelo sin esperarlo y ese sería el principio  de otros muchos abusos que caerían sobre mí. Cada vez que podían me molestaban y me dejaban atemorizado. Nunca llegaron a pegarme pero todo lo que me hacían me producía un tremendo terror.
Me sentía muy triste y agobiado, solo tenía ganas de llegar a casa y encerrarme en mi habitación a cal y canto. Me pasaba parte de la noche llorando siendo incapaz de concentrarme en los estudios. El hecho de tener que ir a clase se había convertido en un infierno, procuraba llegar con la hora justa para que estuviera ya el profesor y así evitar las molestias y humillaciones que me encontraba a diario.

Mis padres me veían triste, pero como yo no les contaba nada de nada, ellos no sospechaban qué me podía estar ocurriendo. Llegué con el tiempo a negarme a ir a clase, entonces decidieron hablar con los profesores y esto supuso un gran alivio para mí ya que gracias al apoyo que encontré tanto de unos como de otros, pude poner en práctica una serie de estrategias que me ayudaron para aprender a defenderme y conseguir  que no me molestaran más los típicos macarras de turno.

Después de una larga lucha, conseguí que me dejaran en paz, llegando a conseguir ser  alguien muy respetado. Con el tiempo me hice de un grupo de buenos amigos para salir y pasármelo bien. Creo que no me ha quedado trauma, al contrario he abierto las ventanas a la vida de par en par como dice la canción de Roberto  Carlos, dejando que entre su luz y el aire fresco y renovado.
Ahora todo lo veo de otro color, vuelvo a tener ganas de vivir y de sonreír.

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