Autora: Pilar Sanjuán Nájera
Siempre se ha dicho que los ojos
son las ventanas del alma; en efecto, por ellos nos llegan la mayor parte de
las sensaciones. Recuerdo que al poco de llegar a Granada estuve viviendo en un
10º piso con unas vistas maravillosas a Sierra Nevada; más de un catarro me
cogí asomándome en invierno al ventanal para ver salir la luna; abría los ojos
deslumbrada por el espectáculo.
En realidad, el resto de los
sentidos también son ventanas que nos permiten oír la música y los ruidos de la
naturaleza, disfrutar de la piel suavísima de un niño, del olor de un jazmín o
del sabor de un manjar.
Aún tenemos más “ventanas”: de
las mentes se dice que son cerradas o abiertas; hay quien las
abre a corrientes innovadoras o quien
las mantiene toda su vida herméticas, pensando que todo lo de fuera contamina.
Hablemos ahora de las otras ventanas, las variadísimas ventanas
arquitectónicas: las que nos permiten asomarnos al exterior, las que nos ponen
en contacto con el mundo.
Volviendo un poco al 10º piso que
tuve; encima del mío, en el último, que era como una buhardilla, vivía el
portero con su familia; un día le dije: “Ustedes deben tener unas vistas
asombrosas desde esa altura”. Él me contestó: “Nosotros no vemos nada porque
nuestras ventanas están junto al techo”. Lo dijo con tristeza y yo pensé, ¿qué
arquitecto desalmado construye una vivienda a esa altura y priva a los
futuros inquilinos del placer de contemplar un extraordinario panorama? ¿Por
qué? ¿Porque era la futura vivienda del portero?
Siempre he pensado con pena lo triste que puede ser una prisión, por la
privación no sólo de libertad, sino de la necesidad de asomarse por una ventana
a mirar el exterior.
El Arte se ha ocupado mucho de las ventanas; por algo será. En Pintura,
todos admiramos ese cuadro hermosísimo
de Dalí que nos muestra a su hermana Ana Mª de espaldas, apoyada en el
alféizar de una ventana abierta; al fondo se ve la costa de Cadaqués, y una
pequeña parte del pueblo se refleja en los cristales. Parece ser que con este
cuadro Dalí quiso expresar el mundo de la mujer de aquella época: mundo de
puertas para adentro, ocupado por las tareas del hogar y el cuidado de los
hijos, mientras el hombre vive de puertas para afuera.
Van Gogh pinta otra ventana en su dormitorio; esta ventana está apenas
entreabierta y como todos los elementos del cuadro, la cama, las dos sillas, la
mesita o los cuadros de las paredes, es de una gran sencillez; habla de lo
humildemente que vivía; quizá el hecho de que esté entreabierta nos muestra la
necesidad que tenía de aislarse con frecuencia del exterior, refugiándose en
aquella habitación para descansar de sus frecuentes crisis nerviosas.
La Arquitectura también ha dado gran importancia a las ventanas.
Recordemos el arte Gótigo que surgió en el norte de Europa y agranda las
ventanas románicas, convirtiéndolas en grandes ventanales con vidrieras para
iluminar iglesias y Catedrales. Cuando este arte llega a España, estas
vidrieras se llenan de luz y de color, como se puede apreciar en la Catedrales
de Burgos, León, etc.
Más tarde, el Renacimiento nos trajo bellísimas ventanas, muchas veces
partidas en dos por el parteluz, una columnita colocada en medio de la ventana
¿Y qué decir de las construcciones modernas casi completamente
acristaladas como en La Coruña, para recoger con codicia el escaso sol y la luz
no precisamente cegadora?
La iglesia, como siempre, procurando recortar libertades, guardaba y
guarda a las monjas de clausura en conventos cuyas ventanas están casi cegadas
por espesas celosías que hacen imposible ver el exterior. He visto celosías
hasta en Colegios religiosos de chicas ¡Qué tristeza la de estas jóvenes que ni
siquiera pueden asomarse a una ventana! Me pregunto cuántas de estas muchachas,
y sobre todo, cuántas monjas habrán enfermado de melancolía y de histeria.
En la Literatura, también han tenido un puesto relevante las ventanas.
Hay una famosa novela de Carmen Martín Gaite, Entre visillos, cuyo título ya es bastante expresivo; describe el
ambiente asfixiante de una pequeña ciudad, limitadísimo y carente del menor
aliciente; se supone que a través de esas ventanas, veladas por cortinas y
visillos, mucha gente pasa su vida atisbando, sin ser vistas, la vida de los otros (son verdaderas
ventanas indiscretas).
Las ventanas andaluzas, sobre todo en los pueblos, tienen una
característica bastante especial: se adornan con rejas, sobre todo en los
entresuelos, y las rejas con macetas floridas. Desde tiempos inmemoriales,
hasta no hace muchos años, estas ventanas enrejadas cumplían una misión: eran
el lugar idóneo para que los novios “pelasen la pava”, o sea, para que se
jurasen amor eterno de la manera más romántica: entre geranios y enredaderas.
Cuando una familia tenía una hija casadera, y además era de buen ver, bien
pronto surgía un rondador que solicitaba del padre el permiso para cortejarla;
el padre solía ser muy estricto pero al fin daba el permiso, y como la relación
transcurría a través de la reja, la familia de la novia estaba tranquila
respecto del honor de la joven…
Estas rejas andaluzas eran –y son- distintas según las provincias; en la
de Cádiz tienen la particularidad de que llegan hasta el suelo; en las otras
provincias, aunque con variantes, están en los entresuelos; eso sí, todas se
adornan con macetas llenas de colorido.
He dicho antes que la familia de la novia estaba tranquila sobre la casta relación de la hija con el
enamorado. Pues a veces -desde luego en contadas ocasiones- la reja no era
suficiente freno para los ardores del mocito, y se ha dado el caso de chicas
que han quedado embarazadas a lo largo del noviazgo ¿Cómo era posible? Supongo
que sucedería en la provincia de Cádiz, cuyas rejas se alargaban hasta el
suelo, pues en otros lugares, ¿cómo podía el atrevido enamorado alcanzar su
objetivo sin hacer verdaderas acrobacias?
En romances, poemas y canciones, las ventanas son con frecuencia
protagonistas. Machado nos dice en un poema escrito en Baeza:
Por
el ventanal
entró
la lechuza
en
la Catedral.
San
Cristobalón
la
quiso espantar
al
ver que bebía
del
velón de aceite
de
Santa María
La
Virgen habló:
-Déjala
que beba
San
Cristobalón.
En
otro, también Machado, dice:
Abril
florecía frente a mi ventana.
Entre
los jazmines y las rosas blancas
de
un balcón florido, vi a las tres hermanas.
Entre las muchas canciones populares que hablan de ventanas, me viene a
la memoria ésta:
Ventana
de oro, ventana
de
plata los travesaños
la
niña que cierra y abre,
no
tiene veintidós años
Más alusiones a ventanas: En la historia de la infortunada e
injustamente tratada Dª Juana la Loca, se dice que cuando estaba prisionera en
Tordesillas por orden de su padre D. Fernando, le tapiaron la ventana de su
aposento, para que no tuviera ni el consuelo de ver sus tierras castellanas.
García Lorca en su obra La casa de
Bernarda Alba nos cuenta que la única distracción de aquellas jóvenes
encerradas en el caserón, era asomarse recatadamente a las ventanas para ver
pasar a los segadores o a Pepe el Romano a caballo por el callejón.
En fin, que nuestras ventanas, reales o imaginarias, permanezcan
abiertas a todo lo nuevo, si es bueno.
Y para terminar, no resisto la tentación de citar un pequeño, pero
emotivo poema de Vicente Medina:
El
niño come naranjas;
desde
mi balcón lo veo;
el
segador siega el trigo,
desde
mi balcón lo siento.
Si muero,
dejad
el balcón abierto.