En un instante, la sensación de placidez
y calma se transformó en ansiedad y agitación, cuando empezaron a pasar por su
mente, imágenes de sus últimos recuerdos: la ingobernabilidad del barco, la
tormenta, el giro hacia babor, el agua entrando, los gritos de Ana, las
volteretas de Elena y Andrés dando tumbos contra las paredes, más agua, la
búsqueda de la salida, el barco hundiéndose, agua, más agua, la búsqueda de
aire… y ya no recordaba más.
Tras un profundo suspiro, inhalando
todo el aire de que era capaz, descubrió junto a él a la chica de antes, esta
vez con cara de preocupación o de miedo. Había llamado a alguien, pues, en
seguida, se llenó la habitación de médicos y enfermeras. Le atendieron, le
tomaban pulso, preparaban un calmante por si era necesario.
- ¿Dónde
está Ana? – gritó sobresaltado e intentando levantarse - ¿Dónde están Elena y
Andrés?
- He speaks Spanish – dijo alguien y salió
en seguida de la sala.
Carlos
se quedó sorprendido de oír hablar en inglés. Miró con ojos de sorpresa a
aquella gente extraña y preguntó fuera de si:
- Where
am I? Where am I?
El esfuerzo le rindió y cayó en la
cama, desbordado por la emoción, vencido y llorando sin control. Uno de los
médicos, el que parecía llevar la voz cantante, hizo un gesto para detener al
enfermero que con una inyección en la mano esperaba el visto bueno de su jefe
para inyectar un calmante al enfermo.
Carlos siguió llorando cada vez más
tranquilo y quedó inconsciente de nuevo. Al despertar, se encontró con la chica
del libro grueso sonriéndole. Junto a ella, una chica morena, también
sonriente, le preguntó:
-¿Cómo se encuentra?
-
¿Dónde está Ana, mi mujer? ¿Y los otros?¿Y Andrés y Elena? ¿Qué lugar es éste?
-
Esté tranquilo. ¿Había otras personas con usted? No conteste, por ahora, si no quiere.
-
¿Dónde estoy?
-
En un hospital, está cuidado y fuera de peligro. No se preocupe, pronto estará
bien.
-
¿Y mi esposa?
-
No encontraron a nadie más en la playa. Llegó usted a la orilla enganchado a
una tabla. Posiblemente fue víctima de un naufragio.
-
Pero, ¿y los que estaban conmigo? Mi esposa.
-
No había nadie más, pero igual han salido por otro lado. La isla es grande,
pueden estar en otro sitio.
-
¿Qué isla es ésta?
-
Se llama Aipotu.
-
¿Aipotu? Nunca la he oído. Ahora recuerdo que salimos en un barco alquilado
desde Port Louis en la Islas Mauricio. Estábamos de vacaciones con unos amigos
y decidimos coger un barco. Queríamos ir a Saint Denise y creo que no nos
habíamos desviado de nuestra ruta, cuando llegó la tormenta. Enorme, nunca
había vista nada igual, ni en el mar, ni en la tierra. Pasamos mucho miedo. ¿Y
Ana? ¡La tengo que encontrar! – dijo tratando de incorporarse.
La chica morena intentó retenerlo y
la chica de los rizos salió en busca de ayuda. Esta vez si le pusieron un
calmante. Cuando volvió a recobrar la conciencia, vio de nuevo a la rubia de
pelo rizado y a la morena que hablaba español junto a él.
- Es
necesario buscar a mi esposa – dijo esta vez tranquilamente - Estaba conmigo,
debe estar cerca de donde yo aparecí. También había dos amigos, un hombre y una
mujer de mi misma edad, más o menos. Ayúdenme a encontrarles. Yo me encuentro
bien.
Las dos cuidadoras intercambiaron
una mirada de entendimiento y la que hablaba español, le habló con una voz
tranquila y dulce.
- Están
buscándoles, pero no les han encontrado por el momento. A ninguno de los tres.
No pierda la esperanza.
- ¿Dónde
estoy? Necesito telefonear. ¿Cómo me dijiste que se llamaba este lugar?
Volvía
a encontrarse un tanto excitado.
- Ahora
necesita descansar y estar tranquilo.
- Estoy
bien, pero tengo que buscarla. ¿Cómo se puede llegar aquí?
- Eso
es difícil de contestar. No sabría cómo responderle.
- ¿Qué
quiere decir?
- Pues
exactamente lo que ha oído. No sé cómo se puede entrar y salir de la isla. Sólo
unos pocos lo saben.
- ¿Qué?
¿Hay aeropuerto?
- No
- ¿Ni
uno pequeñito?
- No,
no hay.
- ¿Y
hay barcos que vengan de otros sitios, de otras islas, aunque sea de tarde en
tarde?
- No,
no hay.
- No
me lo puedo creer.
- ¿Cómo
salís o entráis en la isla?
- Sólo
hay unos pocos que saben cuando y como salir. No se puede salir en cualquier
momento, ni cada día. Hay fechas en que salir y entrar es posible.
- No
puedo creer lo que estoy oyendo.
- Pues
es verdad.
En ese momento entraron dos
cuidadores con un carrito.
-
Le traemos un tazón de caldito de verduras. Esto lo repondrá.
-
No tengo mucha hambre
-
Pero es bueno que empiece a tomar algo. Si lo prueba no se resistirá a
tomárselo.
Efectivamente, una vez ingerido
aquel caldo caliente, se encontró mucho mejor.
- No
entiendo nada. ¿En qué isla estamos?
- En
Aipotu.
- ¿Y
dónde está Aipotu?
- No
lo sé exactamente. Creo que está en el Océano Índico, pero no aparece en los
mapas.
- Eso
no es posible, hoy día.
- Entiendo
que le cueste creerlo, pero es así.
- Vamos
a ver. Yo salí de Port Louis en las islas Mauricio y quería ir a
Saint-Denis en las islas Reunión. Más al
oeste está Madagascar. Esta isla tiene que estar cerca de Madagascar. Desde la
Isla Mauricio pusimos rumbo suroeste. Cuando empezó a soplar el viento,
empujaba desde el sur y creo que nos desplazó hacia el norte pero intenté
mantener el rumbo. Debemos estar en algún punto entre La Isla Reunión y
Madagascar.
- Es
posible.
- ¿Hablan
inglés en la isla?¿Es el idioma oficial?
- No
hay idioma oficial, la mayoría de la población habla inglés, pero también se
hablan otras lenguas, francés, español, chino, árabe, portugués, y si
buscas, hay quién habla lenguas más
minoritarias.
- ¿Es
muy grande la isla?
- Tiene
unos 200 kilómetros
cuadrados.
- Sí,
es grande. Tiene que estar en los mapas
- Pues
no está.
- ¿Y
cuántos habitantes tiene?
- Pues
somos unos diez mil.
- Sois
muchos. ¿Cómo es posible que no pasen barcos comerciales o aviones por aquí?
- Pues
no pasan.
- Quiero
levantarme.
- El
doctor le tiene que autorizar, pero creo que lo hará. Le veo muy bien. Me han
liberado de otras tareas para cuidarle y hablarle en su idioma.
Carlos, el forastero enfermo, estuvo
un par de días más en el hospital hasta recuperarse por entero. Clara, la
cuidadora que le habían asignado, estuvo satisfaciendo su curiosidad en la
medida que pudo.
Cuando le dieron el alta, Clara lo
acompañó a una especie de oficina, donde le hicieron muchas preguntas y donde
le dieron las llaves de un apartamento hasta que él decidiese donde quería
vivir. Le dieron una cantidad de dinero suficiente para vivir un mes. Más
adelante tendría que trabajar en algo que supiera hacer. Allí le presentaron a una
chica, Luisa, que lo tutoraría hasta que se acostumbrase a vivir pos sí mismo.
También hablaba español.
A Carlos, a veces se le pasaba por
la cabeza que Ana, su mujer, y Andrés y Elena, sus amigos, podrían haberse
ahogado, pero se resistía a creerlo y estaba dispuesto a buscarlos.
La
ciudad parecía una ciudad normal, excepto por el hecho de que no había coches.
No era muy grande. La mayoría de la gente vestía a la europea y el idioma más
empleado era el inglés. Carlos se manejaba. Había tiendas para comprar
alimentos, ropa, muebles. No había grandes tiendas pero se encontraba de todo o
casi de todo.
Luisa había quedado en visitarlo por
la tarde, una vez que ya estaba instalado y se había movido por la ciudad.
- No
puedo creer que con los barcos que he visto en el puerto, la gente de la isla
no salga a ver el mundo. Es cierto que no he visto ningún barco grande, pero la
curiosidad de salir y ver que hay fuera, es más fuerte que el miedo que pueda
sentirse por alejarse de la isla en un barco pequeño.
- Mucha
gente lo ha intentado y lo sigue intentando, pero todos o casi todos regresan.
Es un fenómeno curioso, que no sabemos explicar pero te alejas de la isla y
cuando avistas tierra, siempre es la isla de nuevo.
- No
me lo puedo creer.
- Pues
es así. Da igual que pongas rumbo al norte, al sur al este o al oeste. Pierdes
de vista la isla y cuando divisas tierra estás otra vez en la isla.
- No
me lo puedo creer. No tiene lógica que si navego rumbo al oeste, llegue a un
punto que dejé atrás en el este.
- No,
no tiene lógica pero es así. Sólo en algunas fechas y a determinadas horas se
puede salir y entrar de ese bucle, pero sólo hay un pequeño grupo de personas
que lo consiguen y nos surten de cosas que de otra manera no tendríamos. La
mayoría no sabemos, aunque lo hemos intentado casi todos.
- Pero,
vamos a ver. ¿Cómo organizáis la economía?
- Todos
realizamos un trabajo para los demás y todos nos aprovechamos del trabajo de
los demás. Lo que haces, depende de lo que te gusta hacer y de lo que se te da
bien. Y de vez en cuando cambias, si quieres, para probar otra cosa nueva, algo
diferente.
- Pero
y ¿si quieres trabajar mucho, para ganar mucho, para luego no tener que
trabajar?
- No
conozco a nadie que esté en ese caso. Trabamos entre 6 y 8 horas al día, depende
de los trabajos y de las personas.
- Pero,
no ganas lo mismo si trabajas 6 o trabajas 8 horas.
- Bueno,
sí puedes ganar lo mismo que una persona que hace en seis horas lo que tú haces
en 8. O tú ganas lo mismo si estás 6 o estás 8 horas trabajando.
- ¿Todo
el mundo gana igual?
- Hay
tres tipos de sueldos: el básico, el medio y el superior. Al básico tiene todo
el mundo derecho, trabajes o no, pero hay una presión social en dedicar seis
horas al menos a la comunidad. La mayoría recibimos el salario medio y dedicamos
entre seis y ocho horas, depende del esfuerzo que te cueste. Y hay algunos
trabajos más dificultosos que reciben el nivel superior, pero las diferencias
no son muy grandes.
- ¿Y
qué haces si acumulas dinero?
- ¿Para
qué quieres acumular dinero? Es mejor que colecciones algo o que lo emplees en
tener una casa algo mejor, en alguna comodidad extra o en algo útil?
- Pero
lo puedes pasar a tus hijos, supongo.
- Aquí
no. Sabemos que en muchas partes del mundo sí, pero aquí lo que poseas lo dejas
a la comunidad, que lo empleará de la mejor manera posible. Nos parece bien
así. Piensa que la vivienda, los cuidados médicos, la enseñanza, un trabajo
para ayudar a la sociedad y relacionarte con los demás sintiéndote útil, el
cuidado de las personas mayores, todo eso lo ofrece la sociedad. Todo eso lo
tendrán mis hijos. ¿Para qué necesitan un dinero extra al que ellos se ganen?
Quizás les educaría mal si les facilitase los medios suficientes para que ellos
no aporten nada al bien en común. Quedarían aislados. No querría eso para mis
hijos.
- ¿Y
de dónde saca el Estado el dinero?
- Bueno
Estado, Estado, no se si tenemos. Tenemos una organización administrativa y un
consejo de gobierno con un comité ejecutivo. También tenemos un Consejo de
apelaciones donde se solucionan los problemas que surgen. Eso cuesta dinero,
que se costea con lo que subvencionamos los ciudadanos. Los que reciben el
sueldo básico contribuyen con un 10% de sus ingresos, los del salario medio con
el 20% y los del salario superior con el 30%. Los que trabajan por su cuenta y
ganan más del salario superior, han de bajar los precios de lo que ofertan o
entregar al común lo que ganan. Obtienen un reconocimiento social aquellos que
contribuyen con sus beneficios a la riqueza común.
- ¿No
hay delincuencia?
- Raramente,
piensa que somos una comunidad pequeña y nos conocemos todos.
- Todo
eso está muy bien, pero yo me sentiría prisionero en la isla. Me gusta viajar,
conocer sitios nuevos, moverme, entrar, salir, coincidir, discrepar. No me
gusta todo tan reglamentado.
- El
que quiere se puede marchar. Tiene que solicitarlo y salir en una de las fechas
en que se pueda romper el bucle.
- ¿Y
no hay una lista interminable de espera?
- Hay
una lista, pero no hay que esperar mucho. Nueve de cada diez, regresan. Y el
que se queda, suele hacer trabajos para la isla.