Esa mañana plácida del domingo del 15 abril, José partió con su hija como
hacía desde hace unos años a su caseta de campo cerca de la laguna de San
Crispín. Todos los domingos se levantaban muy temprano, para pasar el día
entero en aquel lugar, dónde aprovechaban para pasear en barca, o pescar,
incluso en meses de calor darse un chapuzón en el lago azul cian.
Esta mañana partieron muy tarde, ya que José pareció no estar muy dispuesto
a levantarse ese día, así que Gloria fue con bulla a despertarlo para que
fueran lo antes posible y así poder aprovechar el día.
Con vacilación José se levantó, desayunaron y metiendo en la cesta de
camping la comida salieron para la caseta.
Gloria le gustaba muchísimo ese lugar, jugaba sin descanso, y le encantaba
el paisaje. Las pináceas tan altas y frondosas que dejaban entrar la luz
tamizadas por el enramado arbóreo, como líneas afiladas de luz penetrando en
sus pupilas, tenue como una gran catedral natural de altos ventanales con luz
celestial. La caseta al borde del bosque y entre éste y el lago, era como una
mancha en el portentoso jardín del paraíso. El lago a sus pies como una colcha
de belleza estrellada, como un espejo, reflejo de ese paraíso terrenal tan
fantástico.
Cuando llegaron era casi la hora de comer. A gloria le apetecía subirse en
barca mientras pero su padre, no le apetecía, reacio se sentó a mirar el
paisaje en el banco del merendero situado en frente de la casa, mirando al
lago. A gloria que su padre no le dejaba montar en barca sola, se indignó
muchísimo así que bajó hasta el muelle para sentarse en él, remojarse los pies
y esperar hasta la hora de comer.
Gloria se preguntaba que es lo que le pasaría a su padre porque estaba muy
raro esta semana, pero hoy ya es hasta preocupante. Se pasó la hora pensando que
podría haberle pasado, hasta que una voz casi ronca y entrecortada la rescató
del pensamiento para llamarla para ir a
comer.
Aprovechando la comida, Gloria que no había llegado a una conclusión le
preguntó a su padre muy preocupada.
-
Papá, esta
semana estás muy raro. De verdad hay algo que te pasa y no me quieres contar.
Te veo muy apagado y eso me preocupa muchísimo.
-
Nada hija, no
pasa nada, solo que estoy cansado. Esta semana ha sido dura en el trabajo, y
tengo falta de sueño.
Con esta respuesta, no quiso seguir con la
inquietud y seguir preguntando, pero algo le decía que había algo más que
callaba. Se pasaron toda la tarde remando por el lago en silencio, él,
ensimismado en sus pensamientos con la mirada sin norte, y ella con su mirada
puesta en él y en su “recomen come”.
Al llegar a casa, se ducharon y cenaron. Gloria se
quedó un rato viendo la tele con su padre y decidió irse a dormir pronto. Él se
quedó allí un rato más.
Un rato después de acostarse se levantó a orinar
gloria y vio que su padre se quedó dormido en el sofá, fue a apagarle la tele
que estaba encendida y se dio cuenta que su padre tenía en la mano una foto de
su madre, la cual había muerto hace un par de años, justo por el día de ayer.
Con eso, se fue a dormir.
A la mañana desayunando, Gloria volvió a retomar
la conversación mantenida con su padre en la caseta…
-
Papá, ayer me
contaste que estabas cansado del trabajo. Pero creo que no fuiste sincero
conmigo del todo. Ayer vi que tenías una foto de mamá en la mano. La echas de
menos ¿verdad?
-
Pues sí hija,
hace dos años que tu madre falleció, y la idea de ir a la caseta con tantos
recuerdos que había de ella, no me apetecía realmente. Desde que ella murió,
siento un vacío en el corazón que aunque con el tiempo, aprendes a dejarlo un
poco de lado, en el día a día, pero que se es incapaz de olvidar.
-
Papá debes
aceptarlo. Sé que es difícil pero mamá no querría vernos en desdicha, debemos
seguir y ser felices, porque la felicidad no es más que la médula del alma, la
que sostiene el día a día y hace que no renunciemos por lo que queremos. Yo
quiero mucho a mamá pero también te quiero a ti por eso soy feliz, porque
aunque pueda no tener muchas cosas, ahora mismo tengo lo suficiente para sonreír
para luchar y seguir adelante, porque mamá no estará pero físicamente, en mi
corazón siguen todos esos sueños, toda ese futuro que queríamos construir y por
eso merecemos intentar ser felices. Papá la felicidad es el instante, es la
imaginación, el pensamiento, motivación y sacrificio, todos esos momentos que
nos alegran, la felicidad está en las pequeñas cosas del día a día, el poder
tomarte un café, o ducharte cuando te apetece, el poder tener una televisión
para entretenerte o un trozo de pan que alimentarte. La felicidad solo es parte
de nuestra mente, y nosotros los que decidimos si la queremos o no.
El padre sorprendido con la respuesta de la niña y
escapándose unas lágrimas en los ojos, la abrazó, le dio un beso en la frente y
le dijo antes de levantarse para llevarla al colegio e irse a trabajar…
-
Gracias por
enseñarme que el dolor es inevitable aunque el sufrimiento sea opcional.
Gracias hacerme ver que la parte necesario para mi fracaso soy yo mismo, que mi
peor enemigo está en mi piel. Gracias por esa sabiduría tan joven, que
seguramente de tu madre la heredaste. Los
recuerdos son solo matices dónde nosotros los pintamos con tinta buena o mala.
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