Erase una vez el cerdito que me prometió chorizos gratis, el pájaro que me
prometió que todo iba a volar en mil pedazos, la gallina que todos se
asustarían de la responsabilidad y echarían a correr, la vaca que a todos locos
volvió.
Erase una vez Prometeo, que lo hacía con los dedos cruzados, los que nos
vendían sueños de hierro, pero hechos de barro. ¡Véndanse las ánimas! Ya
estamos condenados.
Sonrisas de payaso, solamente pintadas, nariz de pinocho, pero con punta y
que clava. Las patas son de palo, podridas en el tiempo, y el corazón… No hay
corazón, son trozos de piedra. Ojos resecos de rencor y resentimiento.
Gente que olvidó de reír, el bufón
no paró de llorar y lágrimas que inundan
la felicidad. Las estatuas se apuran a correr para que no le salpique el olvido.
Los locos gobiernan el mundo, la libertad bajo rejas, con grilletes atados
al palo de la inocencia. La esperanza echó el cierre por traspaso a la
depresión.
Infamias neuronales del padre nuestro, decretos de mutilación, muerte del
pensamiento, bibliotecas prendiendo para combatir el frío del invierno.
Zombis modernos, de Channel y Armani, superfluos como el viento, pero
vacíos de todo. Sociedad dinamita que
por mecha es la hipocresía.
Armas enterradas de sinceridad con caballeros mutilados con la verdad.
Venga a nosotros tus llamas, quémanos con ignorancia, mátenos la verdad, y
honraremos su justo pecado, de la precariedad, la mentira y la indignación de
pobres infieles de los justo, que en el infierno arderán… los primeros.
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