martes, 22 de octubre de 2013

Las veinticinco mil noches de Sherezade

Autor: Antonio Cobos

Estaba ya Sherezade hasta el copetín de tanto y tanto cuento. La verdad es que, después de las primeras mil y una, le cogió gustillo al asunto y relatar una historia cada noche, se convirtió en una tarea cotidiana que realizaba con deleite.

 Pero desde, aproximadamente la quince mil, noche arriba, noche abajo, cada día que pasaba se le hacía más pesado continuar con tanto relato.  

Estaba harta del sultán, de la madre que lo parió, de su propio padre el visir, ya difunto, que la casó con el sultán para salvar su puesto de trabajo, de las paredes de aquel hermosos palacio, de sus viejas alfombras, de los mismos criados de siempre. En definitiva, estaba hasta las narices de aquella vida repetitiva.

Así que, en resumidas cuentas, decidió acabar de una vez con aquella historia interminable. ¡Quería dormir por las noches, como todo hijo de vecino!¡ Y si el dichoso sultán no podía dormirse, que se tomara algo!¡Lo que fuera!¿Lo que fuera? 

Llevaba más de sesenta y ocho años contándole historias y sirviéndole el té nocturno de diferentes tipos al señor sultán. ¡Casi veinticinco mil noches! El viejo andaba ya por los noventa y ella iba a cumplir 83. ¡Ya estaba bien!

El pertinaz anciano ya no recordaba las historias de la noche anterior, sólo recordaba las más antiguas. Y cuando decía: “Pero esa, ya me la has contado”. Ella contestaba con desparpajo: “Es que hay dos versiones y te conté la otra”.

Pues bien, tras diez mil noches de dudas, una noche cualquiera de un mes cualquiera, exactamente la noche veinticinco mil una, tumbados al fresquito, Sherezade le ofreció a su incansable oyente, un té muy azucarado, como a él le gustaba, y le zambucó entero, el “elixir eterno” que le facilitó un mago local, al que avisó insistentemente del riesgo de perder la cabeza si se iba de la lengua.

Cuando el anciano sultán se acomodó para escuchar el nuevo cuento, Sherezade comenzó: “Esta es la historia de un rey insaciable que falleció de ‘muerte natural’ a los casi noventa años, con veinticinco mil y una historias a sus espaldas. Érase una vez…”

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