viernes, 25 de octubre de 2013

Fantasía con meninas de fondo

Autora: Pilar Sanjuán


CUADRO I: Un salón de grandes dimensiones; en él hay diversos personajes, sentados unos y tendidos los otros en la moqueta. Todos tienen aire de cansados; al fondo se ve una puerta abierta con varios escalones. Sentado en uno de ellos un hombre con trajes oscuro descansa. Hay un gran silencio y un claroscuro acogedor. De pronto, por la parte izquierda del salón aparece el pintor don Diego Velázquez y de adelanta hasta el caballete que se entrevé en primer término. Mira asombrado la escena y dice bastante enfadado.

Velázquez: ¿Pero qué es esto? Os dejo solos unos minutos y me encuentro deshecha la composición del cuadro. ¡Volved a ocupar vuestros puestos! Doña Margarita, colocaos en el centro; las meninas, doña Isabel y doña María agustina, situaros a ambos lados de la infanta; doña Marcela de Ulloa, poneos detrás junto al guardadamas y seguid cotilleando sobre la Pantoja como hacíais cuando salí; Mari Bárbola, por favor ¿no podéis dar a vuestro rostro una expresión más amable? Y tú, Nicolasito, deja de molestar al perro, que lo vas a soliviantar y es el único que se ha movido. Señor Nieto, póngase de pie sobre los escalones. ¡Por fin, todo está en orden!

Margarita: Don Diego, estamos ya bastante hartos de posar. Usted no tiene en cuenta que a mis cinco años no aguanto tanta inmovilidad.

Velázquez: Doña Margarita, si sus majestades me dejaran pintar libremente, sin ocuparme con otros menesteres, el cuadro ya estaría acabado, pero como me dieron también el cargo de aposentador, no doy abasto. Acabo de salir un momento a ordenar que sacudan las alfombras del Salón del Trono para recibir al embajador de China, y ya, de camino, les he dicho a los cocineros que cómo les salen los rollitos-primavera.

Margarita: Eso me recuerda que no he merendado y además tengo sed.

Velázquez: Un poco de paciencia doña Margarita; enseguida os repartirá sándwiches. Bebed agua del búcaro que os ofrece doña María Agustina.

Margarita: Yo quiero Coca-Cola.                                                       

Velázquez: ¡Pero si la Coca-Cola aún no se ha inventado!

Margarita: ¡Vaya por Dios! Bueno, te propongo otra cosa ¿Y si nos pusieras música de los Beatles? Nos aburriríamos menos.

Velázquez: Nada de música que me distraigo; si os quedáis todos quietos un momento, daré mis últimas pinceladas.

CUADRO II. El mismo salón. Todos posando en silencio mientras Velázquez pinta. Sigilosamente y sin que nadie aperciba su presencia, los reyes don Felipe IV y doña Mariana de Austria aparecen por un lado y se sientan en sendos escabeles contemplando la escena extasiados.

Doña Mariana: Felipe ¿te has dado cuenta de lo linda que está Margarita con ese vestido del Corte Inglés? Ágata Ruiz de la Prada estaba empeñada en venderme uno de sus extravagantes modelitos, pero  le dije que no.

Don Felipe: Pues no sé si hiciste bien Mariana. Su esposo Pedro J. es vengativo y con su periódico nos puede hacer daño.

Doña Mariana: ¡Bah! No se atreverá. Otra cosa quería decirte Felipe. He sabido gracias a mi red de espionaje que en las cortes de Inglaterra, Francia y Alemania se comenta que vivimos por encima de nuestras posibilidades; vamos a tener que recortar gastos. La prima de riesgos sigue subiendo.

Don Felipe: Eso es seguramente por los festejos que hicimos cuando llegaste a esta Corte. También nos excedimos con el galeón que mandamos construir para el estanque del Retiro. En Versalles nos imitan, pero como son envidiosos, luego nos censuran.

Doña Mariana: De todas formas se nos van muchos ducados en mantener tanto criado, tanto bufón, tantas meninas, cocineros, aposentadores, pintores de cámara, dueñas, etc. Hay que  suprimir personal y bajar el estipendio a todos. Y tus cacerías Felipe, has de espaciarlas; vas todas las semanas y en cada una destrozas un tabardo y unos calzones con los caros que están. Mandaré que te los remienden y los vuelves a usar. También te diré que los ecologistas andan mohínos contigo; dicen que has diezmados los jabalíes de los montes de El Pardo. Tendrás que cazar en otros lugares.

Don Felipe: ¡Vaya por Dios! Con lo cerquita que me coge El Pardo. Me da tiempo al volver de dormir una siesta.

Doña Mariana: ¡Pero qué indolente eres, Felipe! No me extraña que hayas dejado los asuntos de Estado en manos del Conde-Duque de Olivares. ¿Sabes que se ha hecho retratar por el mismísimo Velázquez y le ha exigido que rectifique su nariz? ¡El muy coqueto!

Don Felipe: De nada le va a servir. Ya se ha encargado Quevedo de escribir sobre ella.

Doña Mariana: Sigamos hablando de economía. Para recibir al embajador de China, pienso ponerme el mismo vestido que me puse el año pasado cuando la recepción al duque de Alba; solo añadiré al tocado unas plumas de marabú.

Don Felipe: Me admira tu gran disposición para todo.

Doña Mariana: Es que en esta corte nuestra, las damas son solo floreros. No les dais cargos de responsabilidad y siguen siendo niñas toda la vida. Yo, para Margarita, tengo otros planes.

Don Felipe: Hablando de Margarita, me ha pedido para su cumpleaños un volvo y un móvil de última generación. Con el volvo quiere ir a esquiar a Guadarrama con sus meninas.

Doña Mariana: ¡Un volvo! ¿Pero qué se cree esta niña? Vamos a tener que hablarle de finanzas; además es peligroso ir a esa sierra. Sé por los cocineros un refrán que dice: “El aire de Guadarrama es tan sutil que mata a un hombre y no apaga un candil”. Que se vayan andando a la Pradera de San Isidro a jugar a la gallinica ciega.

Don Felipe: ¿Y en cuanto al móvil, Mariana?

Doña Mariana: Nada de móvil. Ya le compraré una barbie que están de rebajas.

Don Felipe: Como quieras.

Doña Mariana: Felipe, tengo que decirte otra cosa. Cada jabalí que traes, como no te gusta su carne, que asada está buenísima, se lo das a la servidumbre y hacen un gran festín; mientras, nosotros comemos puchero cuatro días por semana; Margarito y yo estamos ya hartas de puchero. ¿No podrías cazar alguna perdiz o alguna liebre?

Don Felipe: Haré lo que pueda, pero es que la caza menor es más movida y me canso.

Doña Mariana: ¡Siempre tu indolencia! Bueno son las cinco, ¿nos vamos a tomar el té?

Don Felipe: Mariana, esa costumbre es inglesa. En España los ingleses nos caen mal, desde que robaban los galeones que nos llegaban  con oro de América. Lo nuestro es la zarzaparrilla.

Doña Mariana: Bueno, pues vamos a tomar la zarzaparrilla de las cinco.

Se levantan y sigilosa y majestuosamente desparecen como habían venido.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario