martes, 15 de octubre de 2013

El don Quijote

Autor: Antonio Pérez
Candente llama, apagada en tu motor interno. Hielo derretido que se escapa por cada poro de tu piel. Ojos de gato que envenenan mi recuerdo, capaz de atravesar mi barrera hematoencefálica distorsionando todo lo que soy, lo que fui y lo que probablemente podría haber sido.  Tú, mi ángel de barro, paloma sin alas mutilada de un disparo.
Aspirando los últimos resquicios de tu olor, tu sudor, de tus labios grandes carnosos, y confortables, mi paraíso dentro de un espacio sideral.
Añejos tiempos, donde el dos por uno, seguían siendo uno, donde el aire no tenia olor, ni la misma visión color, donde ciegos, nos inundábamos de amor, como almas en pena o drogodependientes entre los dos. Tu mi brújula, yo tu norte.
Dulcinea hermosa moza que labra mi destino, lo funde en caricias de tormento. Reina de las nieves, congelas mi corazón ardiente, lo destruyes en mil fracciones de soledad y resentimiento.
Pobre Alonso Quijano, caballero de la triste condena, siendo así yo como un fenómeno gramatical, y tú pobre diabla un verbo sin acción, tú mi princesa de cuentos quemados.
Demasiados errores, demasiado tarde, demasiado arrepentimiento, todo muy reiterado, convirtiendo el almanaque en llagas del tiempo de heridas sangradas.
Orquídea celeste que mutilas tu pistilo, mientras sigo incansable que sigues conmigo, aquí conmigo.
Rota mi brújula, solo me queda, batirme al viento, contra los molinos o contra todos los fueros de la muerte, solo por mi dulcinea, mi yegua indomable.
Con complejo de Quijote fui llevando este derroche de mal... a peor.
Y al ver  la ruleta rusa mi rival que están astuta así... de mí tristemente se aprovechó.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario