Si hablamos de
belleza, en Granada es muy corriente acordarse de Eugenia de Montijo, nuestra
paisana que llegó a enamorar al Emperador de Francia. Fue envidiada por
españoles y franceses, sobre todo por mujeres. Según cuentan disfrutó poco de
su categoría y belleza.
Por
lo regular, todas las personas que tienen la suerte de nacer tan guapas no
disfrutan mucho, se les complican las obligaciones con las devociones y no
llevan una vida placentera ni envidiable. Como otra mujer guapísima, que tenía
el mundo a sus pies, juventud, fama, suerte y amores, se sintió sola y amargada
hasta acabar con su vida. Fue Marilyn Monroe. De manera que estoy muy conforme
con haber nacido un poquito fea.
Para
hablar de la belleza física hay que tener en cuenta muchas cosas, da igual
hombre o mujer.
Las
personas que a simple vista nos enamoran por sus ojos, su boca, nariz o por su
cuerpo, naturalmente que nos gustaría ser como ellas, pero hay que tener
también en cuenta su forma de ser, porque si se pasan el día y la noche
tratando de convencer a todo el mundo de lo guapas o guapos que son, resulta
empachoso y a las que no somos bellas,
se nos quita las ganas de serlo.
Hay
personas que tienen una belleza interior que no necesitan ser guapas ni
elegantes, tienen una simpatía y agrado que se hacen querer por todos, siempre
están dispuestas a ayudar en lo que sea, su compañía se hace indispensable
porque siempre están a tu lado y dispuestas a escucharte y echar una mano.
En
todas las partes del mundo hay cosas maravillosas, y como tenemos la suerte de
poder verlo en el cine o televisión, pues estamos al día poco más o menos de lo
que hay en muchos sitios. Pero soy “granaína”, nacida en el Albaicín, criada en
el centro de Granada, teniendo como montera la Alhambra y Sierra Nevada. Nunca
he tenido más de dos reales pero me he sentido millonaria con lo que me
rodeaba. Cuando podía andar visité la Alhambra y el Albaicín todos los fines de
semana, necesitaba esas vistas y ese aire para poder estar toda la semana
cosiendo sin salir a ninguna parte.
Creo
que he leído muchas cosas de Granada porque me he querido enterar de quién hizo
lo más antiguo y lo más moderno, y para conseguir eso no basta con lo que ves,
hay que preguntar y leer las guías de escritores granadinos como D. Manuel
Gómez Moreno y D. Luis Seco de Lucena.
En
la Alhambra, igual que en el Albaicín, hay sitios tan bonitos y maravillosos
que te invitan a que cuentes lo que estás viendo ¡pero en verso!
Si
estás en la Alhambra, en el Peinador de la Reina, o en el Partal, verás unas
maravillosas vistas del Albaicín, y aunque no quieras te viene a la cabeza algo
como esto:
Asomado en las alturas
Granada tiene un jardín
blanco como la azucena
con fragancia a hierba buena,
el barrio del Albaicín.
En una calle embrujada
hay una reja moruna,
al despertar la mañana
se dan un beso la Luna
y un clavel como la grana.
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