jueves, 16 de mayo de 2013

El olvido ¿Es bueno o malo?

Autora: Pilar Sanjuán Nájera

   Los que tenemos muchos años y hemos pasado por situaciones diversas, notamos que el olvido es a veces un aliado que nos ayuda a sacar de la memoria sucesos que nos hicieron daño; es la memoria selectiva que nos hace eliminar, o al menos diluir, lo que nos produjo dolor.

   Otras veces, el olvido nos entristece, porque quisiéramos recordar momentos placenteros o nombres de personas, lugares y hechos que nos hicieron felices y a nuestro pesar, no podemos recordarlos con nitidez porque el olvido ha difuminado esos recuerdos y nos ha privado de la dicha de rememorarlos.

   Sobre los olvidos en el plano amoroso, han corrido ríos de tienta en novelas, poemas, canciones, dichos populares, sucesos sangrientos, coplas de flamenco, etc; todo esto desde tiempos inmemoriales. Recuerdo desde pequeña la impresión que me hacia leer el Romancero de al Condesita; cuenta que un conde, recién casado, se va lejos a luchar contra los infieles dejando a la condesita desconsolada. Al cabo de unos años, ella que no lo ha olvidado ni un instante, va a buscarlo y se lo encuentra en un país lejano a punto de contraer matrimonio; el muy ingrato, la había olvidado. 

   Hay también olvidos colectivos, como el impuesto, por ejemplo, por las autoridades alemanas a la gente de aquel país para que olviden esa vergüenza nacional del holocausto judío; o el olvido de los votantes  cuando aúpan a un corrupto para que alcance el poder por segunda vez incluso por mayoría absoluta como ocurrió con Camps en la Comunidad Valenciana. ¿Y qué decir de los italianos que siguen votando a un ser tan depravado como Berlusconi, que reúne cualidades tan ejemplares como las de ser mafioso, inmoral, corrupto y desvergonzado. ¿Qué les ocurre a las personas para olvidar cosas tan evidentes? ¿Será que de alguna manera también les ha salpicado la corrupción?

   Hay otra clase de olvido, pero es muy triste: el que padecen las personas con alzheimer, porque no solo olvidan a los demás, es que ni siquiera saben quiénes son. Han perdido su identidad. Es penoso, que al ir cumpliendo años, el olvido se vaya apoderando de nosotros. Los surcos en los que se fijan los recuerdos en el cerebro se endurecen, y estos resbalan sin apenas dejar señales; por eso, después de leer un libro, o ver una película, o escuchar una conferencia, lo olvidamos todo rápidamente aunque nos hayan gustado mucho.

   En fin, son cosas normales con la edad, pero nos entristece ver cómo vamos olvidando hasta los rostros de las personas a las que quisimos y que ya no están. Nuestra memoria, a la vez que nuestras piernas, va perdiendo agilidad. Aún así, que sigamos viviendo con nuestras muchas limitaciones; mientras tengamos curiosidad, ilusión y deseos de aprender, merece la pena vivir.

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