viernes, 31 de mayo de 2013

Abuela Rosa: olvido

Autora: Rafaela Castro


      La abuela Rosa cuando aún no era muy mayor, es decir, entre Pinto y Valdemoro, solía decir a su familia: ”Estoy haciendo un ejercicio para olvidar  todas las cosas negativas y recordar solo lo bonito”. Uno de los yernos le decía: ”Abuela, tenga cuidado que se está olvidando de lo malo, pero también de lo bueno”. Entre bromas y comentarios, los días iban pasando y también los años. Rosa se dio cuenta que los olvidos eran habituales  aunque al principio no quería reconocerlo. Si iba a la compra, la mayoría de las veces se olvidaba de lo más necesario.

         Así iban las cosas, hasta que se desarrollaron los hechos más serios. El día que olvidó el grifo abierto con la correspondiente inundación, con goteras y molestias a los vecinos. De estos gastos y problemas se hizo cargo el seguro, menos mal que no se había olvidado de pagar el recibo correspondiente. Lo grave vino después; el olvido de la hornilla con el aceite en la sartén y el fuego a todo gas. Entró en el cuarto de baño y cuando salió, el fuego ya se había extendido por algunos muebles próximos a la hornilla en la cocina. Rosa se puso nerviosa pero le dio tiempo de avisar a los vecinos que llamaron a los bomberos. A partir de estos acontecimientos todo se precipitó.

         La familia de Rosa se reunió y llegaron a un acuerdo, el cual era no dejarla sola. Este cambio radical en su vida no la ayudó precisamente a frenar los olvidos. Cuando Pepito, el nieto, pedía que la abuela le contase un cuento, siempre le contaba el mismo y, además, mezclaba unas historias con otras.

         ”Mamá, no entiendo a la abuela, no me cuenta nada completo, casi que tengo yo que ayudarla” -decía Pepito a su madre.

         Había días que confundía a su hija con su hermana y al nieto con el hijo de la vecina. Ella no era consciente de su problema, mas nunca dejó de sonreír. Hablaron con el médico que les dijo que al principio era consciente de sus olvidos, por lo tanto sufría una ansiedad por no poder controlarlos, y que ella era feliz en su mundo. También les dijo que sin darse cuenta se iría apagando, como una vela. Y así fue.

         En el recuerdo de su familia siempre quedó el de una mujer luchadora y alegre pero, sobre todo, buena persona.

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