jueves, 11 de abril de 2013

Yo te quiero, te quería

Autora: Elena Casanova Dengra


            Tras un pequeño esfuerzo, consigo abrir los ojos lenta, muy lentamente. No logro distinguir nada. Una vasta negrura ocupa todo el espacio que mi vista es capaz de alcanzar. Siento frio, no parece ser físico, es un frío extraño y puedo palpar con mis dedos la textura de un lecho arenoso a la vez que fangoso. No oigo nada. Quiero saber….

            Arriba a mi memoria la suave calidez del sol rozándome la espalda; un leve sopor meciéndome entre las fronteras de la vigilia; una brisa acariciando los bordes de la sombrilla y el susurro de unas voces infantiles en la lejanía mientras disfruto de la soledad en una cala apartada y recóndita de días de vacaciones. Tendida en la arena encontré a Nacho, antiguo compañero de trabajo que había desembarcado  en aquel rincón del mundo para descansar después de un proyecto, según él, agotador. Me reconoció y vino a sentarse a mi lado. Después de nuestra mutua sorpresa por reencontrarnos en el sitio más inesperado del planeta, hablamos de experiencias pasadas y proyectos de futuro. Nos reímos con verdadera pasión recordando momentos divertidos y anecdóticos cuando fuimos compañeros de trabajo. Nacho era extrovertido, carismático y muy guapo también. Javier, mi pareja,  estuvo observándonos desde hacía un buen rato, escondido tras unas rocas después de volver de su pasatiempo favorito, la pesca, en el que invertía casi toda la jornada de nuestros días de descanso.

            Estoy aturdida por no saber exactamente donde me encuentro, pero ya poco a poco mis ojos se acostumbran a la oscuridad y por encima de mi cabeza vislumbro a lo lejos una luz tenue y macilenta que ondea suavemente a un ritmo acompasado. Noto en mi pierna derecha algo pesado y el tobillo comprimido, pero no es dolor solo una pequeña presión. Sigo recordando…

            Cuando Javier se acercó, le presenté a Nacho como un antiguo compañero de trabajo, y este seguidamente le ofreció su mano para saludarlo. Ante mi sorpresa, Javier solo emitió un breve y frío saludo, y mirándome a los ojos me ordenó marcharnos de forma inmediata. Durante el trayecto al apartamento no dijo nada, pero en cuanto entramos en la habitación me sorprendió con un gran portazo.

            -¡Puta!- me dijo -¿Acaso crees que no te he visto cómo flirteabas con ese casanova?

            Intenté tranquilizarlo explicándole que Nacho era un conocido y antiguo compañero de trabajo, sin embargo su ira aumentaba y seguía insultándome de forma más violenta.

            -Eres una imbécil, una cualquiera provocando de esa manera. ¿No te da vergüenza? Escúchame bien, espero por tu bien no encontrarte nunca más charlando con ese... ni con ningún otro, porque de lo contrario las consecuencias van a ser muy graves.

            Yo conocía el carácter un tanto hosco de Javier, pero nunca lo había escuchado hablar de esa manera. Realmente me asusté e intenté alcanzar la puerta para salir de allí de inmediato.

           No es solo en el tobillo donde siento presión, también en la nuca. El dolor de cabeza es insoportable. Cuando me toco la parte posterior noto una enorme hinchazón. No he tenido un accidente o, tal vez, sí. De nuevo vuelvo al pasado…

            Javier se ha interpuesto entre la puerta de la calle y yo. Forcejeo con rabia para que me deje salir, necesito respirar y pensar en lo que está sucediendo. Su cara refleja el odio en su estado más puro, sus ojos me traspasan con la mirada y sus puños parecen preparados para embestirme en cualquier momento. Por fin, cuando alcanzo la puerta, siento un mareo y caigo al suelo. Las nauseas han invadido mi estómago y termino vomitando. Al ladear la cabeza para desprenderme de mis desechos, tomo conciencia del charco de sangre en el que descansa mi cabeza. Luego pierdo la conciencia.

            Aspiro profundamente, necesito tomar aire, necesito respirar. Al hacerlo quiero volver a la realidad. Pero algo se interpone entre el aire y yo. No adivino muy bien qué es, pero me ha atrapado porque lo noto por todo mi cuerpo.

            ¡Claro! Ahí está, una luna grande, anaranjada, sobre la barca de Javier y el mar; todo un océano que me acoge, el único testigo de mi propio sepelio. Javier ha retirado la sábana que me envuelve. Ha atado algo pesado a mi tobillo. Luego acerca su cara a la mía y le observo dos lagrimas en las mejillas y con una voz entre temblorosa y afligida me rodea con sus brazos y creo entender:

             _Yo no quería matarte, yo no quería matarte. Solo ha sido un accidente, yo te quiero.... te quería....

        Tras percibir el roce de unos labios, sentí la frialdad del mar y cayendo hacia el abismo de las profundidades, el agua fue poco a poco abriéndose paso en  mis pulmones.

            Ahora comprendo. Por fin puedo contemplar mi cuerpo desde el ángulo opuesto a la vida y voy entendiendo el significado de la palabra muerte, el de mi propia muerte. Siento un escalofrío porque logro ver con nitidez el escenario donde me hallo, el de un fondo de mar que me ha acogido para siempre.

            Ha amanecido, y cuando el sol calienta tímidamente la superficie del mar, oigo la actividad de algunas embarcaciones. Percibo sus voces, todas masculinas, y entre sus murmullos  distingo conversaciones de una búsqueda. La desaparición de una mujer joven, alrededor de la treintena, que la noche anterior salió con la barca que su novio tenía alquilada. Se sospecha que podría ir acompañada, su novio cree que tal vez no iba sola, pero no lo sabe con seguridad. Distingo a unos cuantos buceadores que con sus linternas miran por todos los lados intentando encontrar un cuerpo, tal vez dos. Pero por más que recorren el fondo no encuentran nada. Lo que es aún mi cuerpo, intacto, ha caído entre unas rocas y se ha quedado encajado en un hueco, oculto a los ojos de cualquier humano. Solo me queda llorar, sumergida en las entrañas del más profundo olvido y la más absoluta soledad.

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