lunes, 18 de marzo de 2013

Utopía

Autor: Antonio Pérez García


                De donde procede esa búsqueda, esa necesidad de resolver los misterios de la vida cuando no podemos contestar las preguntas más sencillas. Porque estamos aquí, que es el alma. Porque soñamos. Tal vez nos iría mejor sin mirar más allá, sin ahondar, sin anhelar. Pero la naturaleza humana  no es así y el corazón tampoco. No es por eso por lo que estamos aquí y aún así nos esforzamos por marcar las diferencias, por cambiar el mundo, por soñar con la esperanza, sin saber a quién conoceremos por el camino. Quien en este mundo de desconocidos nos cogerá de la mano. Nos cautivará el corazón y compartirá el dolor de nuestro esfuerzo. ¿Cuál es la verdadera meta del ser humano? Vivir, reproducirse, morir… Dejando pasar el tiempo como dentro de un tiempo haya algo importante, algo a la espera y uno de nosotros tenga que estar ahí, que al no ser atemporal ha sido conducido por una y otra generación de especie. ¿Habrá fin algún día?

                Es extraño como actúa el ser humano, como piezas de ajedrez en la tabla de la vida y del tiempo.  Negras contra blancas. Dos bandos enfrentados, para prosperar o retroceder. Es la sensación de haber dos clases de personas, las del bien, las del mal. Curioso que de niños nacemos en la inocencia, sentimos atracción hacia el bien. ¿Por qué entonces muchos de nosotros nos volvemos malvados? ¿Qué hace que algunos escojan el camino de la oscuridad y otros escojan la luz? ¿Es la voluntad? ¿Es el destino? ¿Podríamos algún día conocer la fuerza con la que se moldea el alma?

                Proyectada la historia está como destino escrito en lienzos extraordinarios del alfarero que moldea la vida. El bien, el mal. Dios, Satanás. Ricos, pobres. Los que viven, los que mueren. Los que pierden, los que ganan. Positivo, negativo. El día, la noche. El ayer y el mañana.  Y un hoy, un presente,  como en tablas en ajedrez. Como el ecuador a los polos.  Partiendo de un presente quizás condicionado por un pasado, y que este a su vez condicionará el futuro. Pero, ¿Podríamos vivir sin condiciones?  ¿Podríamos llegar a ser todas las piezas de un mismo color? ¿Habría manera de que los chiquillos se les inculcara un cambio social donde no hubiera barómetros de diferencias, ventanas de contraste, dónde todos en todo el mundo no fuéramos más que simples piezas? Que no hubieran reyes ni caballos ni torres, piezas más importantes que otras, sino simples peones en igual de condiciones, dónde el único objetivo fuera el vencer a un único enemigo el de color diferente, ese que nos impide evolucionar de la forma correcta, de ser capaces de no refugiarnos en el poder, unos engañando y otros siendo engañados, creyendo en algo más superior que el mismo alma, rezando y suplicando una y otra vez, que cambie algo que sólo está de la mano de nosotros mismos. Ese enemigo  llamado Historia con apellido Tiempo. 

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