De donde procede esa
búsqueda, esa necesidad de resolver los misterios de la vida cuando no podemos
contestar las preguntas más sencillas. Porque estamos aquí, que es el alma.
Porque soñamos. Tal vez nos iría mejor sin mirar más allá, sin ahondar, sin anhelar.
Pero la naturaleza humana no es así y el
corazón tampoco. No es por eso por lo que estamos aquí y aún así nos esforzamos
por marcar las diferencias, por cambiar el mundo, por soñar con la esperanza, sin saber a quién conoceremos por el camino. Quien en este mundo de
desconocidos nos cogerá de la mano. Nos cautivará el corazón y compartirá el
dolor de nuestro esfuerzo. ¿Cuál es la verdadera meta del ser humano? Vivir,
reproducirse, morir… Dejando pasar el tiempo como dentro de un tiempo haya algo
importante, algo a la espera y uno de nosotros tenga que estar ahí, que al no
ser atemporal ha sido conducido por una y otra generación de especie. ¿Habrá
fin algún día?
Es extraño como actúa
el ser humano, como piezas de ajedrez en la tabla de la vida y del tiempo. Negras contra blancas. Dos bandos
enfrentados, para prosperar o retroceder. Es la sensación de haber dos clases
de personas, las del bien, las del mal. Curioso que de niños nacemos en la
inocencia, sentimos atracción hacia el bien. ¿Por qué entonces muchos de
nosotros nos volvemos malvados? ¿Qué hace que algunos escojan el camino de la
oscuridad y otros escojan la luz? ¿Es la voluntad? ¿Es el destino? ¿Podríamos
algún día conocer la fuerza con la que se moldea el alma?
Proyectada la historia
está como destino escrito en lienzos extraordinarios del alfarero que moldea la
vida. El bien, el mal. Dios, Satanás. Ricos, pobres. Los que viven, los que
mueren. Los que pierden, los que ganan. Positivo, negativo. El día, la noche. El
ayer y el mañana. Y un hoy, un
presente, como en tablas en ajedrez.
Como el ecuador a los polos. Partiendo
de un presente quizás condicionado por un pasado, y que este a su vez
condicionará el futuro. Pero, ¿Podríamos vivir sin condiciones? ¿Podríamos llegar a ser todas las piezas de
un mismo color? ¿Habría manera de que los chiquillos se les inculcara un cambio
social donde no hubiera barómetros de diferencias, ventanas de contraste, dónde
todos en todo el mundo no fuéramos más que simples piezas? Que no hubieran
reyes ni caballos ni torres, piezas más importantes que otras, sino simples
peones en igual de condiciones, dónde el único objetivo fuera el vencer a un
único enemigo el de color diferente, ese que nos impide evolucionar de la forma
correcta, de ser capaces de no refugiarnos en el poder, unos engañando y otros
siendo engañados, creyendo en algo más superior que el mismo alma, rezando y
suplicando una y otra vez, que cambie algo que sólo está de la mano de nosotros
mismos. Ese enemigo llamado Historia con
apellido Tiempo.
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