lunes, 18 de marzo de 2013

UTOPÍA (AÍOTU)

Autor: Antonio Cobos

Cuando abrió los ojos en aquella sala ampliamente iluminada y extremadamente limpia, descubrió a una chica joven con el pelo rizado, enfrascada en la lectura de un libro grueso de pasta dura y ajena a él.

En un instante, la sensación de placidez y calma se transformó en ansiedad y agitación, cuando empezaron a pasar por su mente, imágenes de sus últimos recuerdos: la ingobernabilidad del barco, la tormenta, el giro hacia babor, el agua entrando, los gritos de Ana, las volteretas de Elena y Andrés dando tumbos contra las paredes, más agua, la búsqueda de la salida, el barco hundiéndose, agua, más agua, la búsqueda de aire… y ya no recordaba más.

Tras un profundo suspiro, inhalando todo el aire de que era capaz, descubrió junto a él a la chica de antes, esta vez con cara de preocupación o de miedo. Había llamado a alguien, pues, en seguida, se llenó la habitación de médicos y enfermeras. Le atendieron, le tomaban pulso, preparaban un calmante por si era necesario.

- ¿Dónde está Ana? – gritó sobresaltado e intentando levantarse - ¿Dónde están Elena y Andrés?
- He speaks Spanish – dijo alguien y salió en seguida de la sala.
Carlos se quedó sorprendido de oír hablar en inglés. Miró con ojos de sorpresa a aquella gente extraña y preguntó fuera de si:
- Where am I? Where am I?

El esfuerzo le rindió y cayó en la cama, desbordado por la emoción, vencido y llorando sin control. Uno de los médicos, el que parecía llevar la voz cantante, hizo un gesto para detener al enfermero que con una inyección en la mano esperaba el visto bueno de su jefe para inyectar un calmante al enfermo.

Carlos siguió llorando cada vez más tranquilo y quedó inconsciente de nuevo. Al despertar, se encontró con la chica del libro grueso sonriéndole. Junto a ella, una chica morena, también sonriente, le preguntó:

-¿Cómo  se encuentra?
- ¿Dónde está Ana, mi mujer? ¿Y los otros?¿Y Andrés y Elena? ¿Qué lugar es éste?
- Esté tranquilo. ¿Había otras personas con usted? No conteste, por ahora,  si no quiere.
- ¿Dónde estoy?
- En un hospital, está cuidado y fuera de peligro. No se preocupe, pronto estará bien.
- ¿Y mi esposa?
- No encontraron a nadie más en la playa. Llegó usted a la orilla enganchado a una tabla. Posiblemente fue víctima de un naufragio.
- Pero, ¿y los que estaban conmigo? Mi esposa.
- No había nadie más, pero igual han salido por otro lado. La isla es grande, pueden estar en otro sitio.
- ¿Qué isla es ésta?
- Se llama Aipotu.
- ¿Aipotu? Nunca la he oído. Ahora recuerdo que salimos en un barco alquilado desde Port Louis en la Islas Mauricio. Estábamos de vacaciones con unos amigos y decidimos coger un barco. Queríamos ir a Saint Denise y creo que no nos habíamos desviado de nuestra ruta, cuando llegó la tormenta. Enorme, nunca había vista nada igual, ni en el mar, ni en la tierra. Pasamos mucho miedo. ¿Y Ana? ¡La tengo que encontrar! – dijo tratando de incorporarse.

La chica morena intentó retenerlo y la chica de los rizos salió en busca de ayuda. Esta vez si le pusieron un calmante. Cuando volvió a recobrar la conciencia, vio de nuevo a la rubia de pelo rizado y a la morena que hablaba español junto a él.

- Es necesario buscar a mi esposa – dijo esta vez tranquilamente - Estaba conmigo, debe estar cerca de donde yo aparecí. También había dos amigos, un hombre y una mujer de mi misma edad, más o menos. Ayúdenme a encontrarles. Yo me encuentro bien.

Las dos cuidadoras intercambiaron una mirada de entendimiento y la que hablaba español, le habló con una voz tranquila y dulce.

- Están buscándoles, pero no les han encontrado por el momento. A ninguno de los tres. No pierda la esperanza.
- ¿Dónde estoy? Necesito telefonear. ¿Cómo me dijiste que se llamaba este lugar?
Volvía a encontrarse un tanto excitado.
- Ahora necesita descansar y estar tranquilo.
- Estoy bien, pero tengo que buscarla. ¿Cómo se puede llegar aquí?
- Eso es difícil de contestar. No sabría cómo responderle.
- ¿Qué quiere decir?
- Pues exactamente lo que ha oído. No sé cómo se puede entrar y salir de la isla. Sólo unos pocos lo saben.
- ¿Qué? ¿Hay aeropuerto?
- No
- ¿Ni uno pequeñito?
- No, no hay.
- ¿Y hay barcos que vengan de otros sitios, de otras islas, aunque sea de tarde en tarde?
- No, no hay.
- No me lo puedo creer.
- ¿Cómo salís o entráis en la isla?
- Sólo hay unos pocos que saben cuando y como salir. No se puede salir en cualquier momento, ni cada día. Hay fechas en que salir y entrar es posible.
- No puedo creer lo que estoy oyendo.
- Pues es verdad.

En ese momento entraron dos cuidadores con un carrito.

- Le traemos un tazón de caldito de verduras. Esto lo repondrá.
- No tengo mucha hambre
- Pero es bueno que empiece a tomar algo. Si lo prueba no se resistirá a tomárselo.

Efectivamente, una vez ingerido aquel caldo caliente, se encontró mucho mejor.

- No entiendo nada. ¿En qué isla estamos?
- En Aipotu.
- ¿Y dónde está Aipotu?
- No lo sé exactamente. Creo que está en el Océano Índico, pero no aparece en los mapas.
- Eso no es posible, hoy día.
- Entiendo que le cueste creerlo, pero es así.
- Vamos a ver. Yo salí de Port Louis en las islas Mauricio y quería ir a Saint-Denis  en las islas Reunión. Más al oeste está Madagascar. Esta isla tiene que estar cerca de Madagascar. Desde la Isla Mauricio pusimos rumbo suroeste. Cuando empezó a soplar el viento, empujaba desde el sur y creo que nos desplazó hacia el norte pero intenté mantener el rumbo. Debemos estar en algún punto entre La Isla Reunión y Madagascar.
- Es posible.
- ¿Hablan inglés en la isla?¿Es el idioma oficial?
- No hay idioma oficial, la mayoría de la población habla inglés, pero también se hablan otras lenguas, francés, español, chino, árabe, portugués, y si buscas,  hay quién habla lenguas más minoritarias.
- ¿Es muy grande la isla?
- Tiene unos 200 kilómetros cuadrados.
- Sí, es grande. Tiene que estar en los mapas
- Pues no está.
- ¿Y cuántos habitantes tiene?
- Pues somos unos diez mil.
- Sois muchos. ¿Cómo es posible que no pasen barcos comerciales o aviones por aquí?
- Pues no pasan.
- Quiero levantarme.
- El doctor le tiene que autorizar, pero creo que lo hará. Le veo muy bien. Me han liberado de otras tareas para cuidarle y hablarle en su idioma.

Carlos, el forastero enfermo, estuvo un par de días más en el hospital hasta recuperarse por entero. Clara, la cuidadora que le habían asignado, estuvo satisfaciendo su curiosidad en la medida que pudo.

Cuando le dieron el alta, Clara lo acompañó a una especie de oficina, donde le hicieron muchas preguntas y donde le dieron las llaves de un apartamento hasta que él decidiese donde quería vivir. Le dieron una cantidad de dinero suficiente para vivir un mes. Más adelante tendría que trabajar en algo que supiera hacer. Allí le presentaron a una chica, Luisa, que lo tutoraría hasta que se acostumbrase a vivir pos sí mismo. También hablaba español.

A Carlos, a veces se le pasaba por la cabeza que Ana, su mujer, y Andrés y Elena, sus amigos, podrían haberse ahogado, pero se resistía a creerlo y estaba dispuesto a buscarlos.

La ciudad parecía una ciudad normal, excepto por el hecho de que no había coches. No era muy grande. La mayoría de la gente vestía a la europea y el idioma más empleado era el inglés. Carlos se manejaba. Había tiendas para comprar alimentos, ropa, muebles. No había grandes tiendas pero se encontraba de todo o casi de todo.

Luisa había quedado en visitarlo por la tarde, una vez que ya estaba instalado y se había movido por la ciudad.

- No puedo creer que con los barcos que he visto en el puerto, la gente de la isla no salga a ver el mundo. Es cierto que no he visto ningún barco grande, pero la curiosidad de salir y ver que hay fuera, es más fuerte que el miedo que pueda sentirse por alejarse de la isla en un barco pequeño.
- Mucha gente lo ha intentado y lo sigue intentando, pero todos o casi todos regresan. Es un fenómeno curioso, que no sabemos explicar pero te alejas de la isla y cuando avistas tierra, siempre es la isla de nuevo.
- No me lo puedo creer.
- Pues es así. Da igual que pongas rumbo al norte, al sur al este o al oeste. Pierdes de vista la isla y cuando divisas tierra estás otra vez en la isla.
- No me lo puedo creer. No tiene lógica que si navego rumbo al oeste, llegue a un punto que dejé atrás en el este.
- No, no tiene lógica pero es así. Sólo en algunas fechas y a determinadas horas se puede salir y entrar de ese bucle, pero sólo hay un pequeño grupo de personas que lo consiguen y nos surten de cosas que de otra manera no tendríamos. La mayoría no sabemos, aunque lo hemos intentado casi todos.
- Pero, vamos a ver. ¿Cómo organizáis la economía?
- Todos realizamos un trabajo para los demás y todos nos aprovechamos del trabajo de los demás. Lo que haces, depende de lo que te gusta hacer y de lo que se te da bien. Y de vez en cuando cambias, si quieres, para probar otra cosa nueva, algo diferente.
- Pero y ¿si quieres trabajar mucho, para ganar mucho, para luego no tener que trabajar?
- No conozco a nadie que esté en ese caso. Trabamos entre 6 y 8 horas al día, depende de los trabajos y de las personas.
- Pero, no ganas lo mismo si trabajas 6 o trabajas 8 horas.
- Bueno, sí puedes ganar lo mismo que una persona que hace en seis horas lo que tú haces en 8. O tú ganas lo mismo si estás 6 o estás 8 horas trabajando.
- ¿Todo el mundo gana igual?
- Hay tres tipos de sueldos: el básico, el medio y el superior. Al básico tiene todo el mundo derecho, trabajes o no, pero hay una presión social en dedicar seis horas al menos a la comunidad. La mayoría recibimos el salario medio y dedicamos entre seis y ocho horas, depende del esfuerzo que te cueste. Y hay algunos trabajos más dificultosos que reciben el nivel superior, pero las diferencias no son muy grandes.
- ¿Y qué haces si acumulas dinero?
- ¿Para qué quieres acumular dinero? Es mejor que colecciones algo o que lo emplees en tener una casa algo mejor, en alguna comodidad extra o en algo útil?
- Pero lo puedes pasar a tus hijos, supongo.
- Aquí no. Sabemos que en muchas partes del mundo sí, pero aquí lo que poseas lo dejas a la comunidad, que lo empleará de la mejor manera posible. Nos parece bien así. Piensa que la vivienda, los cuidados médicos, la enseñanza, un trabajo para ayudar a la sociedad y relacionarte con los demás sintiéndote útil, el cuidado de las personas mayores, todo eso lo ofrece la sociedad. Todo eso lo tendrán mis hijos. ¿Para qué necesitan un dinero extra al que ellos se ganen? Quizás les educaría mal si les facilitase los medios suficientes para que ellos no aporten nada al bien en común. Quedarían aislados. No querría eso para mis hijos.
- ¿Y de dónde saca el Estado el dinero?
- Bueno Estado, Estado, no se si tenemos. Tenemos una organización administrativa y un consejo de gobierno con un comité ejecutivo. También tenemos un Consejo de apelaciones donde se solucionan los problemas que surgen. Eso cuesta dinero, que se costea con lo que subvencionamos los ciudadanos. Los que reciben el sueldo básico contribuyen con un 10% de sus ingresos, los del salario medio con el 20% y los del salario superior con el 30%. Los que trabajan por su cuenta y ganan más del salario superior, han de bajar los precios de lo que ofertan o entregar al común lo que ganan. Obtienen un reconocimiento social aquellos que contribuyen con sus beneficios a la riqueza común.
- ¿No hay delincuencia?
- Raramente, piensa que somos una comunidad pequeña y nos conocemos todos.
- Todo eso está muy bien, pero yo me sentiría prisionero en la isla. Me gusta viajar, conocer sitios nuevos, moverme, entrar, salir, coincidir, discrepar. No me gusta todo tan reglamentado.
- El que quiere se puede marchar. Tiene que solicitarlo y salir en una de las fechas en que se pueda romper el bucle.
- ¿Y no hay una lista interminable de espera?
- Hay una lista, pero no hay que esperar mucho. Nueve de cada diez, regresan. Y el que se queda, suele hacer trabajos para la isla.

1 comentario:

  1. Antonio, como tenía perdidos a los niños y con el trajín de dar con ellos, no pude escuchar tu relato, y ahora que lo he leído tranquilamente, he de decirte que me he quedado con ganas de saber más. La verdad es que el tema da para mucho. Podría ser perfectamente el principio de una novela...
    Nos vemos

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