En aquel país lejano o cercano todo daba
igual. Todo había llegado a tal descontrol, que aquella democracia en la cual y
por la cual muchos ciudadanos habían luchado, se les estaba yendo de las manos.
Ya no se sabía cómo llamar a éste
estado de cosas; aquello ya no era un país, era lo más parecido a un limón, que se había estrujado hasta dejarlo seco.
El estado de derecho se volvió
torcido, la justicia no era igual para todos y la educación solo para unos
pocos. Trabajo, poquito y mal pagado. No todos tenían derecho a una vivienda
digna, y de la vejez, ni hablemos.
Un día todos los gobernantes
renunciaron a sus cargos. El limón ya no tenía jugo para seguir estrujándolo. Y
claro, esto se convirtió en una ciudad sin asomo de ley alguna. Lo grave fue
que poca gente echaba de menos el pasado.
Un vecino sabio del lugar
exclamó:-¡Esto no puede seguir así!¡Hay que formar un gobierno democrático en
condiciones! Si todos nos lo proponemos, lo podemos conseguir.
Francisca, una de las vecinas, dijo:-Yo
propondría formar un partido dirigido a los más pobres e indefensos y pondría
de cabeza de lista a un mendigo.
Uno que formaba parte de la reunión
dijo:-¿Por qué piensas que un indigente podría ser candidato?
-Bien, contestó
Francisca.-¿Recuerdas el día que te dije que a veces los seres humanos tenemos
que tocar fondo para cambiar? pues ahora te cuento. Iba yo paseando por una
calle céntrica de la ciudad, cuando él vino hacia mí con su mano extendida y me
pidió para un café para desayunar. Yo le dije que mientras iba a tomarse el
café, que se comiera unos frutos secos que casi siempre llevo en una bolsita. Abrió
las manos para que le echara, y cuando llevaba sólo unos poquitos, me dijo:”Ya
está bien, que no van a quedar para usted”. Lo miré con admiración, y me dije, que
pena que nuestros políticos no opinen igual que él. Fíjate que aún no he
olvidado la reacción de ese hombre. Siempre tuve por utopía algo que pensé
nunca llegaría a realizarse.
Estoy cambiando. La cosa no es tan
difícil. En éstos días anteriores y posteriores lo hemos visto.
A mí, cuando nací, me hicieron
católica por medio del bautizo y siempre me enseñaron que Dios nunca me
abandonaría. También me decían que el Papa era el representante de Dios en la
Tierra. Hemos estado un tiempo sin Dios. Se ve que como los políticos no
dimiten hagan lo que hagan. lo hizo Él. Esto tenía que ser un ejemplo a seguir.
A partir de ahora, todos los tópicos podrían convertirse en realidad.
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