lunes, 18 de marzo de 2013

El Museo de la Estupidez

Autora: Elena Casanova Dengra


– Pero mamá, a mí no me gusta este museo. Es demasiado grande, oscuro y parece triste. Los museos que yo he visitado son edificios muy bonitos y con mucha luz.

– ¡Vale, vale! Estoy de acuerdo contigo, pero este es distinto a todos los demás, y creo que ya va siendo hora que entiendas algunas cosas.

– ¡Vaya rollo! Había quedado con mis amigas y tú prefieres que pierda el tiempo en este sitio…. Y esa palabra… ¿qué pone ahí?

– “Guerra”. Cuando entremos en la sala intentaré explicarte su significado
– Pero mamá, esa palabra no la he oído nunca y creo que tampoco me gusta….

        Madre e hija entraron en un enorme salón donde había grandes fotografías de soldados armados, tanques, cuerpos mutilados, caras asustadas, gente corriendo, ciudades derruidas, cadáveres destrozados…

–  Mamá ¿Qué imágenes tan horribles son éstas?

– Hace algunos años ya, los hombres resolvían sus conflictos territoriales, económicos o ideológicos a través de las guerras, es decir, a través de la muerte, matando. Finalmente había un vencedor, siempre el más fuerte, el más hábil. Pero mientras tanto, en el conflicto perdían la vida muchas personas, y volver a la normalidad era una tarea bastante ardua. El siglo XX fue muy productivo en guerras, hubo unas 250 y murieron la friolera de 109.746.000 personas. Era un buen negocio, porque muchos hombres se enriquecieron vendiendo armas, esos artefactos para matar.

– Pero mamá, ¿tan difícil era tratar los asuntos hablando, como hacemos nosotros en el colegio cuando surge algún problema? No me gusta lo que estoy viendo, vámonos a otro sitio….

– No. Quiero pedirte que te quedes un poco más y leas el texto que hay debajo de cada fotografía y conozcas tu pasado, nuestro pasado, porque conociendo, comprendiendo y razonando se evita caer en lo mismo.

        Cuando terminaron la exposición sobre la guerra, pasaron a otro gran salón donde la palabra hambre sellaba la entrada.

– Mamá, mamá…. ¿qué les pasa a esas personas? ¿Por qué están tan delgadas? ¿Tienen alguna enfermedad?

– Sí hija, sufren una enfermedad y su nombre es hambre.

– Pero mamá, es absurdo, todas las personas pueden comer, hay comida para todos.

– Estas imágenes pertenecen a otra época. También entonces había comida para todos, pero resulta que solo unos pocos tenían el control de los alimentos y ellos decidían su precio y quienes podían acceder de una manera regular a ellos. Había otros muchos que  morían a causa de enfermedades porque no disfrutaban de una alimentación adecuada. En aquella época el egoísmo humano era tremendo.

– Sigo sin entenderlo, habiendo para todos.

– Si hija, se han permitido demasiadas atrocidades, el mundo ha estado dominado por dos monstruos muy peligrosos: el dinero y el poder y las injusticias sociales eran enormes.

– ¿Mamá de qué otras injusticias era capaz el hombre?

– Si recorremos el resto de las salas podrás ir viéndolas.

        De esta manera fueron pasando por otros espacios en los que se explicaban términos tales como racismo, xenofobia, homofobia, desigualdad entre hombres y mujeres, dictadura, esclavitud, corrupción, represión… Y había una, la preferida de la madre, quizás la que más le entristecía. Era la sala del conformismo, de la pasividad, el derrotismo, la del silencio….

– Pero mamá, también había hombres buenos, ¿verdad?, hombres que no permanecieron impasibles.

– Claro que sí. Vas a conocer a algunos, y otros muchos que detrás del anonimato hicieron posible que el mundo fuese de otra manera, de la forma en la que tú y yo ahora lo conocemos. Aún hay problemas que resolver, pero te aseguro que no son tan crueles como los de antaño.

– Quiero conocerlos, quiero verles sus caras. 
 
– Mira, ahí está, por ejemplo, Gandhi, que fue un hombre que luchó de forma pacifista toda su vida por la independencia de su país sometido al imperio británico. También puedes ver a Martin Luther King o Rosa Parks,  defensores  de los derechos civiles de los negros en los Estados Unidos, donde se consideraba que los de esta raza eran inferiores. Y hubo muchos más nombres relevantes después de estos.  Y de esta manera puedes comprobar que sí existieron personas que creyeron otro mundo, que no se conformaron con lo que había y gracias a ellos y a otros muchos más, hicieron posible que tú vivas como lo haces hoy.

– Mamá, yo también quiero hacer cosas buenas.

– Para eso nunca permitas que nadie pisotee tus derechos ni los de los demás. Desde el respeto y la tolerancia es como se consigue que vivamos en armonía, en consonancia con nuestro planeta, que en definitiva es la casa de todos.

Al salir de aquel edificio, Carla sonrió a su madre comprendiendo  la gran suerte que ella había tenido por vivir en un mundo bien distinto de aquel donde los hombres sufrían una enfermedad seria, pero que un día fueron capaces de encontrar el antídoto, el antídoto contra la estupidez.

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