– Pero mamá, a mí no me gusta este museo. Es demasiado
grande, oscuro y parece triste. Los museos que yo he visitado son edificios muy
bonitos y con mucha luz.
– ¡Vale, vale! Estoy de acuerdo contigo, pero este es
distinto a todos los demás, y creo que ya va siendo hora que entiendas algunas
cosas.
– ¡Vaya rollo! Había quedado con mis amigas y tú prefieres
que pierda el tiempo en este sitio…. Y esa palabra… ¿qué pone ahí?
– “Guerra”. Cuando
entremos en la sala intentaré explicarte su significado
.
– Pero mamá, esa palabra no la he oído nunca y creo que
tampoco me gusta….
Madre e hija entraron en un enorme salón donde
había grandes fotografías de soldados armados, tanques, cuerpos mutilados,
caras asustadas, gente corriendo, ciudades derruidas, cadáveres destrozados…
– Mamá ¿Qué imágenes
tan horribles son éstas?
– Hace algunos años ya, los hombres resolvían sus conflictos
territoriales, económicos o ideológicos a través de las guerras, es decir, a
través de la muerte, matando. Finalmente había un vencedor, siempre el más
fuerte, el más hábil. Pero mientras tanto, en el conflicto perdían la vida
muchas personas, y volver a la normalidad era una tarea bastante ardua. El
siglo XX fue muy productivo en guerras, hubo unas 250 y murieron la friolera de
109.746.000 personas. Era un buen negocio, porque muchos hombres se enriquecieron
vendiendo armas, esos artefactos para matar.
– Pero mamá, ¿tan difícil era tratar los asuntos hablando,
como hacemos nosotros en el colegio cuando surge algún problema? No me gusta lo
que estoy viendo, vámonos a otro sitio….
– No. Quiero pedirte que te quedes un poco más y leas el
texto que hay debajo de cada fotografía y conozcas tu pasado, nuestro pasado, porque
conociendo, comprendiendo y razonando se evita caer en lo mismo.
Cuando terminaron la exposición sobre la
guerra, pasaron a otro gran salón donde la palabra hambre sellaba la entrada.
– Mamá, mamá…. ¿qué les pasa a esas personas? ¿Por qué están
tan delgadas? ¿Tienen alguna enfermedad?
– Sí hija, sufren una enfermedad y su nombre es hambre.
– Pero mamá, es absurdo, todas las personas pueden comer, hay
comida para todos.
– Estas imágenes pertenecen a otra época. También
entonces había comida para todos, pero resulta que solo unos pocos tenían el control
de los alimentos y ellos decidían su precio y quienes podían acceder de una
manera regular a ellos. Había otros muchos que morían a causa de enfermedades porque no disfrutaban de una alimentación adecuada. En aquella época el egoísmo humano
era tremendo.
– Sigo sin entenderlo, habiendo para todos.
– Si hija, se han permitido demasiadas atrocidades, el mundo
ha estado dominado por dos monstruos muy peligrosos: el dinero y el poder y las
injusticias sociales eran enormes.
– ¿Mamá de qué otras injusticias era capaz el hombre?
– Si recorremos el resto de las salas podrás ir viéndolas.
De esta manera fueron pasando por otros
espacios en los que se explicaban términos tales como racismo, xenofobia,
homofobia, desigualdad entre hombres y mujeres, dictadura, esclavitud,
corrupción, represión… Y había una, la preferida de la madre, quizás la que más
le entristecía. Era la sala del conformismo, de la pasividad, el derrotismo, la
del silencio….
– Pero mamá, también había hombres buenos, ¿verdad?, hombres
que no permanecieron impasibles.
– Claro que sí. Vas a conocer a algunos, y otros muchos que detrás
del anonimato hicieron posible que el mundo fuese de otra manera, de la forma
en la que tú y yo ahora lo conocemos. Aún hay problemas que resolver, pero te
aseguro que no son tan crueles como los de antaño.
– Quiero conocerlos, quiero verles
sus caras.
– Mira, ahí está, por ejemplo, Gandhi, que fue un hombre que
luchó de forma pacifista toda su vida por la independencia de su país sometido
al imperio británico. También puedes ver a Martin Luther King o Rosa Parks, defensores de los derechos civiles de los negros en los
Estados Unidos, donde se consideraba que los de esta raza eran inferiores. Y
hubo muchos más nombres relevantes después de estos. Y de esta manera puedes comprobar que sí existieron
personas que creyeron otro mundo, que no se conformaron con lo que había y
gracias a ellos y a otros muchos más, hicieron posible que tú vivas como lo
haces hoy.
– Mamá, yo también quiero hacer cosas buenas.
– Para eso nunca permitas que nadie pisotee tus derechos ni
los de los demás. Desde el respeto y la tolerancia es como se consigue que
vivamos en armonía, en consonancia con nuestro planeta, que en definitiva es la
casa de todos.
Al salir de aquel edificio, Carla sonrió a su madre comprendiendo
la gran suerte que ella había tenido por
vivir en un mundo bien distinto de aquel donde los hombres sufrían una
enfermedad seria, pero que un día fueron capaces de encontrar el antídoto, el
antídoto contra la estupidez.
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