Amigas:
Hoy, día de la Mujer, quería hacer unas reflexiones:
Estamos en
el siglo XXI y aún no ha alcanzado la mujer todo el reconocimiento que merece.
Durante siglos, las mujeres han sufrido humillaciones, esclavitud y maltrato
por parte de hombres violentos e ignorantes. Hubo épocas en las que se llegó a pensar que
las mujeres no tenían alma. En la Edad Media existía, para la mujeres de condición humilde, una costumbre bárbara que les arrebataba su
dignidad: el llamado “derecho de pernada”, que consistía en que la joven recién casada,
antes de entregarse a su marido, tenía que hacerlo al señor feudal, el amo de
vidas y haciendas, porque ella, al igual que el castillo, las tierras donde
trabajaban los siervos y sus familias, le pertenecían.
Todavía en
pleno siglo XVIII, los reyes Felipe V y Carlos III que han pasado a la historia
como reyes “progresistas”, fundaron la Gran Biblioteca Nacional de España, pero
a las mujeres les estaba prohibido entrar. Increíble.
Más
adelante, en el siglo XIX, hubo mujeres escritoras que tenían que firmar sus
obras con nombres masculinos para que se las editaran, como les ocurría a las
hermanas Brontë en Inglaterra. En 1903, el Papa Pío X renovó la música sacra y
prohibió cantar en la Iglesia a las mujeres.
En España,
ya en el siglo XX, cuando llegó la
Segunda República, por fin se les dio voz a las mujeres. ¡Ya era hora!, y así
pudieron surgir figuras extraordinarias como Victoria Kent, la diputada de
izquierdas que llegó a ser Directora General de Prisiones y no se olvidó de las
mujeres, por el contrario, dedicó todos sus esfuerzos en mejorar las
condiciones de las cárceles para que las reclusas no perdieran su dignidad, y
así, mitigar su sufrimiento. Clara Campoamor, también diputada de izquierdas
que fue capaz, contra viento y marea, de conseguir el voto para la mujer; su
lucha fue tremenda, porque los diputados se oponían a que las mujeres votaran,
pero ella, con valentía, decisión y una gran determinación, al final lo
consiguió. Eran dos mujeres brillantes, extraordinarias, muy distintas a las
que ahora alcanzan puestos relevantes en la política de nuestro país, y lo
primero que hacen es olvidar su condición femenina, imitando las conductas de
los hombres y aprovechando sus puestos para enriquecerse, con frecuencia de
manera corrupta; son además mediocres, como mediocres son los políticos que les
sirven de modelo.
Entre las
humillaciones que han recibido algunas mujeres por parte de los hombres, quiero
citar a María Lejárraga, esposa del dramaturgo Gregorio Martínez Sierra. Ella
le escribió algunas de sus mejores obras,
pero el nombre que figuraba era el de él, que recibía los honores y la
fama, mientras ella era totalmente
desconocida; por si fuera poco, la engañaba con la primera actriz de la
compañía de teatro que le estrenaba las obras. Ha habido mujeres que hubieran
sido grandes compositoras, grandes pintoras o grandes escritoras, pero tuvieron
la desgracia de casarse con hombres dedicados a esas profesiones, que las
orillaron y las eclipsaron para brillar ellos, manteniéndolas en la sombra.
En este
siglo XXI en que vivimos, aún se producen asesinatos de mujeres por sus
parejas; existen mafias que esclavizan, violan y prostituyen a jóvenes, haciéndolas
vivir en condiciones infrahumanas. Hay lugares, como Ciudad Juárez en Méjico,
donde cada día se asesina a mujeres sin que las autoridades pongan remedio. En
algunos países, las niñas sufren horribles mutilaciones cuando les hacen la
ablación del clítoris, y en otros, jovencitas y niñas son vendidas por sus
padres, que las casan con viejos que las maltratan y hasta las matan
impunemente sin recibir ningún castigo. ¿Cuándo van a acabar tantas
atrocidades? ¿Cuándo se va a erradicar el machismo que solo quiere mujeres sumisas?
Es preciso
que eduquemos a los hijos varones en el respeto a la hermana, a la madre y la
abuela para que aprendan a respetar y a valorar a otras mujeres; y es necesario
que la mujer progrese en su autoestima y se conciencie de que vale tanto como el
hombre y, con frecuencia, más. No hay ninguna profesión que la mujer no pueda
desempeñar con la misma eficacia que el hombre; si en algunas hay más hombres
que mujeres es porque a éstas no se les han dado las mismas oportunidades.
Mirad una
cosa: cuando una mujer se queda viuda y con hijos, es capaz de salir adelante
haciendo de padre y madre. Si es un hombre el que se queda viudo con hijos,
busca bien pronto otra mujer, porque no sabe salir solo de la situación.
Las mujeres
debemos seguir el ejemplo de otras mujeres que son inconformistas; mejor nos
iría. Aquí en el Centro, hay dos a las que admiro profundamente (seguramente
hay más, pero yo no las conozco). Estas dos mujeres son: María, la monitora de
gimnasia, que es un ejemplo de entrega, de integridad, de superación, de
trabajo y de responsabilidad. Además de procurarnos una buena salud para
nuestro cuerpo, nos llama “primaveras” para que la mayoría olvide que está en
el otoño, y algunas como yo, en pleno invierno. La otra es Rafi, Rafaela
Castro, a la que todas conocéis, que tiene un corazón como una catedral, unos
deseos de aprender admirables y que ya era una contestataria desde los diez
años, cuando trabajaba con sus padres en un cortijo y el amo, que les daba un
jornal mísero como era costumbre, aún les quitaba un duro de vez en cuando,
cosa que a Rafi la enfurecía y armaba por ello una buena pataleta, porque tan
pequeña, se daba cuenta de la injusticia que el amo cometía con ellos.
Para
terminar, quería decir que es alentador observar cómo cada vez vienen más
matrimonios a las actividades del Centro; hace bien poco, algunas mujeres
venían a escondidas de sus maridos porque éstos se lo prohibían. ¿Cómo es
posible que la mujer aún tolere esto? Esos hombres, como los malos políticos,
quieren mujeres ignorantes para que sean manejables y sumisas.
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