martes, 26 de marzo de 2013

Utopía

Autora: Amalia Conde

El diccionario define la palabra Utopía como: "aquel plan, proyecto, doctrina o sistema óptimo o conveniente, que aparece como irrealizable en el momento de su formulación". Ahondando más, escriben que el término utopía se debe a Tomás Moro, quien tituló así una de sus obras, literalmente significa “no lugar”.Moro bautizó con este término una isla perdida en medio del océano cuyos habitantes habían logrado el Estado perfecto: un Estado caracterizado por la convivencia pacífica, el bienestar físico y moral de sus habitantes, y el disfrute común de los bienes.
 
Pienso que la palabra utopía se refiere a cosas que deseas, que necesitas, pero que no está en tus manos resolverlas, por lo tanto no las puedes materializar. Por ejemplo, necesitas que llueva porque tu cosecha se va a secar, o por el contrario, te hace falta que haya sol porque si no, se pudrirá
 
Sí, hubo un tiempo en el que se anhelaba cambiar las cosas sin importar su dimensión, y hubo quien se atrevió a pensar, idear, preguntarse y dar respuesta entre otras cosas, al ritmo de los cultivos. Llegado el momento se construyeron los invernaderos o campos de plástico, y junto a ellos y con el tiempo, toda la tecnología que requieren.Eso no quiere decir que ya se hayan resuelto todos los obstáculos, cada tiempo siempre ha tenido miles de otras cosas que no se han podido en ese momento realizar.
 
Las que hemos tenido la suerte de vivir entre dos siglos, solo tenemos que recordar cómo vivían nuestros antepasados para comprobar cómo ha cambiado todo: Homosexuales que pueden casarse con sus parejas, y también tener hijos. Mujeres que pueden concebir sin contacto sexual, con una inseminación ... Tampoco hubiéramos creído que el hombre pisaría la Luna, o que viajaría por el Universo construyendo Estaciones Espaciales. 
 
Algo también importante es que las mujeres están desempeñando trabajos que antes estaban dedicados solo a los hombres, como la política, medicina, ciencia, industria, investigación .... 
 
Algo sí que hemos cambiado, que ha cambiado.

jueves, 21 de marzo de 2013

Utopía del consumismo

Autora: María Gutiérrez


                En los tiempos que corren, el consumo materialista está muy de moda. No nos conformamos con lo que tenemos, queremos más y más de lo que en realidad necesitamos y para ello, nos hipotecamos casi de por vida.
                Soñamos con vivir a tope, somos la generación de los “nuevos ricos”, del gasto continuo, de la exhibición del derroche, de lo quiero todo y lo quiero ya, la de papá dame, la de aparentar ser pudientes y tenerlo todo al alcance de la mano.
                La publicidad es nuestra mejor aliada que se encarga de ayudarnos a crear infinidad de necesidades que creemos imprescindibles para vivir más y mejor. Como niños nos dejamos guiar por sus tentadores reclamos a través de los ojos y los oídos, consiguiendo que caigamos  rendidos a sus pies y tengamos que consumir por consumir, sea al precio que sea.
                ¿Dónde quedaron aquellos tiempos en los que la felicidad la encontrábamos en lo más sencillo? Gastábamos con prudencia las pesetas de la época, en verano disfrutábamos como locos bañándonos en el rio y compartiendo con amigos y familia la tortilla de patatas y la carne empanada.
                Debe ser, que comprar el sofá cuando se podía y tener una tele y solo una que aparte de lo que se ahorraba  mantenía unida a la familia, no debía de ser mala receta porque todos vivíamos con menos dolores de cabeza, contentos y felices.

miércoles, 20 de marzo de 2013

Habemus Papam

Autora: Rafaela Castro


       En aquel país lejano o cercano todo daba igual. Todo había llegado a tal descontrol, que aquella democracia en la cual y por la cual muchos ciudadanos habían luchado, se les estaba yendo de las manos.

            Ya no se sabía cómo llamar a éste estado de cosas; aquello ya no era un país, era lo más parecido a un limón,  que se había estrujado hasta dejarlo seco.

            El estado de derecho se volvió torcido, la justicia no era igual para todos y la educación solo para unos pocos. Trabajo, poquito y mal pagado. No todos tenían derecho a una vivienda digna, y de la vejez, ni hablemos.

            Un día todos los gobernantes renunciaron a sus cargos. El limón ya no tenía jugo para seguir estrujándolo. Y claro, esto se convirtió en una ciudad sin asomo de ley alguna. Lo grave fue que poca gente echaba de menos el pasado.

            Un vecino sabio del lugar exclamó:-¡Esto no puede seguir así!¡Hay que formar un gobierno democrático en condiciones! Si todos nos lo proponemos, lo podemos conseguir.

            Francisca, una de las vecinas, dijo:-Yo propondría formar un partido dirigido a los más pobres e indefensos y pondría de cabeza de lista a un mendigo.

            Uno que formaba parte de la reunión dijo:-¿Por qué piensas que un indigente podría ser candidato?

            -Bien, contestó Francisca.-¿Recuerdas el día que te dije que a veces los seres humanos tenemos que tocar fondo para cambiar? pues ahora te cuento. Iba yo paseando por una calle céntrica de la ciudad, cuando él vino hacia mí con su mano extendida y me pidió para un café para desayunar. Yo le dije que mientras iba a tomarse el café, que se comiera unos frutos secos que casi siempre llevo en una bolsita. Abrió las manos para que le echara, y cuando llevaba sólo unos poquitos, me dijo:”Ya está bien, que no van a quedar para usted”. Lo miré con admiración, y me dije, que pena que nuestros políticos no opinen igual que él. Fíjate que aún no he olvidado la reacción de ese hombre. Siempre tuve por utopía algo que pensé nunca llegaría a realizarse.

            Estoy cambiando. La cosa no es tan difícil. En éstos días anteriores y posteriores lo hemos visto.

            A mí, cuando nací, me hicieron católica por medio del bautizo y siempre me enseñaron que Dios nunca me abandonaría. También me decían que el Papa era el representante de Dios en la Tierra. Hemos estado un tiempo sin Dios. Se ve que como los políticos no dimiten hagan lo que hagan. lo hizo Él. Esto tenía que ser un ejemplo a seguir. A partir de ahora, todos los tópicos podrían convertirse en realidad.

lunes, 18 de marzo de 2013

Utopía

Autora: Pilar Sanjuán


Con el malestar generalizado que hay ahora en nuestro país a causa de la corrupción, la crisis, el paro, el hundimientos de los dos partidos mayoritarios por méritos propios y la desafección de los ciudadanos hacia los políticos, cuyo único mérito es mentir como bellacos, la palabra UTOPÍA nos suena a esperanza, a música celestial, a horizonte lleno de luz, de armonía.

Me cuesta imaginar un país donde los niños acudieran a la escuela con entusiasmo porque las enseñanza fuese atractiva; donde pudiesen disfrutar gratuitamente de comedores, material, excursiones, grandes patios de recreo con césped y arbolado, espaciosos pabellones para gimnasia y deportes, buenos profesores de idiomas, becas para salir al extranjero y una buena, buenísima relación entre maestros y alumnos.

¿Cómo sería la enseñanza universitaria en ese país imaginario? Con alumnos que pudieran expresar libremente sus opiniones, y con profesores del estilo de Aranguren, García Calvo, José Luis Sampedro o Tierno Galván.

Más aún me cuesta imaginar un país donde los políticos fueran íntegros, que estuvieran en política por vocación, bien preparados para servir al ciudadano y hacerle la vida más fácil y no para enriquecerse; en el que la justicia fuese igual para ricos y pobres, donde no se permitieran abusos de las multinacionales del petróleo, la electricidad, etc. Donde todo el mundo tuviera trabajo y una vivienda confortable, que les permitiera descansar después de la jornada.

Un país sin ciudades mastodónticas y ruidosas, con medios de comunicación cómodos y baratos, muchos parques, museos gratis, una vida cultural activa y variada y para ello dispusiera de teatros, salas de exposiciones, cines, conferencias, todo para enriquecer la mente de los ciudadanos y hacerlos más críticos y más inconformistas. Donde se pensara especialmente en la tercera edad, dándoles lugares de esparcimiento, para disfrutar de un ocio bien ganado, para conocer gente, hacer amistades y hasta propiciar –por qué no- enamoramientos ilusionantes.

¿Y cómo sería la televisión en ese país? Pues una televisión de calidad en la que no tuvieran cabida, o al menos, no se prodigaran las Belén Esteban, el culto a futbolistas y toreros ricos y guaperas, la babeante dedicación a la duquesa de Alba o a la familia real, donde los noticiarios no estuvieran manipulados y a donde no llegara la sombra alargada y siniestra de Berlusconi.

Y qué maravilloso sería un país sin contaminación, que protegiera la Naturaleza, donde estuviera prohibido hacer agujeros de prospección en cotos como el de Doñana, que ha tenido la mala fortuna de estar bajo la “protección” de Felipe González, que ahora ha dado permiso a Gas Natural para que deje aquel maravilloso lugar como un queso de gruyère, con el peligro de ahuyentar miles de aves migratorias. ¿Y por qué ha hecho eso Felipe González? ¡Ah! Porque le han dado un cargo importante en esa multinacional y el maldito dinero hace que algunas personas se vuelvan seres insaciables y carroñeros sin escrúpulos.

También sería de desear un país con buenos hospitales sin listas de espera, con buenos ferrocarriles, aeropuertos con aviones sin retrasos ni aterrizajes forzosos por falta de combustible, un país donde se gastara bien el dinero de los contribuyentes, impidiendo obras faraónicas e inútiles como el aeropuerto de Castellón cuyo deterioro ha hecho que crezca un yerbazal que sirve de pasto a miles de conejos de la zona.
En este país utópico, los bancos y cajas de ahorros, estarían al servicio del ciudadano, sin ánimo de lucro, sin cobrarnos hasta por respirar y evitando que caigamos en la tentación de guardar el dinero en el calcetín.

Y para terminar, lo más extraordinario de este país de “Jauja” que imaginamos, sería que los Urdangarinos, Bárcenas, Bonus, Blancos, Sepúlveda, Rajoys y demás políticos bajo sospecha, si se confirman sus delitos, los pagaran con cárcel y devolviendo lo que han robado, terminaran con la crisis. Que así sea.

UTOPÍA (AÍOTU)

Autor: Antonio Cobos

Cuando abrió los ojos en aquella sala ampliamente iluminada y extremadamente limpia, descubrió a una chica joven con el pelo rizado, enfrascada en la lectura de un libro grueso de pasta dura y ajena a él.

En un instante, la sensación de placidez y calma se transformó en ansiedad y agitación, cuando empezaron a pasar por su mente, imágenes de sus últimos recuerdos: la ingobernabilidad del barco, la tormenta, el giro hacia babor, el agua entrando, los gritos de Ana, las volteretas de Elena y Andrés dando tumbos contra las paredes, más agua, la búsqueda de la salida, el barco hundiéndose, agua, más agua, la búsqueda de aire… y ya no recordaba más.

Tras un profundo suspiro, inhalando todo el aire de que era capaz, descubrió junto a él a la chica de antes, esta vez con cara de preocupación o de miedo. Había llamado a alguien, pues, en seguida, se llenó la habitación de médicos y enfermeras. Le atendieron, le tomaban pulso, preparaban un calmante por si era necesario.

- ¿Dónde está Ana? – gritó sobresaltado e intentando levantarse - ¿Dónde están Elena y Andrés?
- He speaks Spanish – dijo alguien y salió en seguida de la sala.
Carlos se quedó sorprendido de oír hablar en inglés. Miró con ojos de sorpresa a aquella gente extraña y preguntó fuera de si:
- Where am I? Where am I?

El esfuerzo le rindió y cayó en la cama, desbordado por la emoción, vencido y llorando sin control. Uno de los médicos, el que parecía llevar la voz cantante, hizo un gesto para detener al enfermero que con una inyección en la mano esperaba el visto bueno de su jefe para inyectar un calmante al enfermo.

Carlos siguió llorando cada vez más tranquilo y quedó inconsciente de nuevo. Al despertar, se encontró con la chica del libro grueso sonriéndole. Junto a ella, una chica morena, también sonriente, le preguntó:

-¿Cómo  se encuentra?
- ¿Dónde está Ana, mi mujer? ¿Y los otros?¿Y Andrés y Elena? ¿Qué lugar es éste?
- Esté tranquilo. ¿Había otras personas con usted? No conteste, por ahora,  si no quiere.
- ¿Dónde estoy?
- En un hospital, está cuidado y fuera de peligro. No se preocupe, pronto estará bien.
- ¿Y mi esposa?
- No encontraron a nadie más en la playa. Llegó usted a la orilla enganchado a una tabla. Posiblemente fue víctima de un naufragio.
- Pero, ¿y los que estaban conmigo? Mi esposa.
- No había nadie más, pero igual han salido por otro lado. La isla es grande, pueden estar en otro sitio.
- ¿Qué isla es ésta?
- Se llama Aipotu.
- ¿Aipotu? Nunca la he oído. Ahora recuerdo que salimos en un barco alquilado desde Port Louis en la Islas Mauricio. Estábamos de vacaciones con unos amigos y decidimos coger un barco. Queríamos ir a Saint Denise y creo que no nos habíamos desviado de nuestra ruta, cuando llegó la tormenta. Enorme, nunca había vista nada igual, ni en el mar, ni en la tierra. Pasamos mucho miedo. ¿Y Ana? ¡La tengo que encontrar! – dijo tratando de incorporarse.

La chica morena intentó retenerlo y la chica de los rizos salió en busca de ayuda. Esta vez si le pusieron un calmante. Cuando volvió a recobrar la conciencia, vio de nuevo a la rubia de pelo rizado y a la morena que hablaba español junto a él.

- Es necesario buscar a mi esposa – dijo esta vez tranquilamente - Estaba conmigo, debe estar cerca de donde yo aparecí. También había dos amigos, un hombre y una mujer de mi misma edad, más o menos. Ayúdenme a encontrarles. Yo me encuentro bien.

Las dos cuidadoras intercambiaron una mirada de entendimiento y la que hablaba español, le habló con una voz tranquila y dulce.

- Están buscándoles, pero no les han encontrado por el momento. A ninguno de los tres. No pierda la esperanza.
- ¿Dónde estoy? Necesito telefonear. ¿Cómo me dijiste que se llamaba este lugar?
Volvía a encontrarse un tanto excitado.
- Ahora necesita descansar y estar tranquilo.
- Estoy bien, pero tengo que buscarla. ¿Cómo se puede llegar aquí?
- Eso es difícil de contestar. No sabría cómo responderle.
- ¿Qué quiere decir?
- Pues exactamente lo que ha oído. No sé cómo se puede entrar y salir de la isla. Sólo unos pocos lo saben.
- ¿Qué? ¿Hay aeropuerto?
- No
- ¿Ni uno pequeñito?
- No, no hay.
- ¿Y hay barcos que vengan de otros sitios, de otras islas, aunque sea de tarde en tarde?
- No, no hay.
- No me lo puedo creer.
- ¿Cómo salís o entráis en la isla?
- Sólo hay unos pocos que saben cuando y como salir. No se puede salir en cualquier momento, ni cada día. Hay fechas en que salir y entrar es posible.
- No puedo creer lo que estoy oyendo.
- Pues es verdad.

En ese momento entraron dos cuidadores con un carrito.

- Le traemos un tazón de caldito de verduras. Esto lo repondrá.
- No tengo mucha hambre
- Pero es bueno que empiece a tomar algo. Si lo prueba no se resistirá a tomárselo.

Efectivamente, una vez ingerido aquel caldo caliente, se encontró mucho mejor.

- No entiendo nada. ¿En qué isla estamos?
- En Aipotu.
- ¿Y dónde está Aipotu?
- No lo sé exactamente. Creo que está en el Océano Índico, pero no aparece en los mapas.
- Eso no es posible, hoy día.
- Entiendo que le cueste creerlo, pero es así.
- Vamos a ver. Yo salí de Port Louis en las islas Mauricio y quería ir a Saint-Denis  en las islas Reunión. Más al oeste está Madagascar. Esta isla tiene que estar cerca de Madagascar. Desde la Isla Mauricio pusimos rumbo suroeste. Cuando empezó a soplar el viento, empujaba desde el sur y creo que nos desplazó hacia el norte pero intenté mantener el rumbo. Debemos estar en algún punto entre La Isla Reunión y Madagascar.
- Es posible.
- ¿Hablan inglés en la isla?¿Es el idioma oficial?
- No hay idioma oficial, la mayoría de la población habla inglés, pero también se hablan otras lenguas, francés, español, chino, árabe, portugués, y si buscas,  hay quién habla lenguas más minoritarias.
- ¿Es muy grande la isla?
- Tiene unos 200 kilómetros cuadrados.
- Sí, es grande. Tiene que estar en los mapas
- Pues no está.
- ¿Y cuántos habitantes tiene?
- Pues somos unos diez mil.
- Sois muchos. ¿Cómo es posible que no pasen barcos comerciales o aviones por aquí?
- Pues no pasan.
- Quiero levantarme.
- El doctor le tiene que autorizar, pero creo que lo hará. Le veo muy bien. Me han liberado de otras tareas para cuidarle y hablarle en su idioma.

Carlos, el forastero enfermo, estuvo un par de días más en el hospital hasta recuperarse por entero. Clara, la cuidadora que le habían asignado, estuvo satisfaciendo su curiosidad en la medida que pudo.

Cuando le dieron el alta, Clara lo acompañó a una especie de oficina, donde le hicieron muchas preguntas y donde le dieron las llaves de un apartamento hasta que él decidiese donde quería vivir. Le dieron una cantidad de dinero suficiente para vivir un mes. Más adelante tendría que trabajar en algo que supiera hacer. Allí le presentaron a una chica, Luisa, que lo tutoraría hasta que se acostumbrase a vivir pos sí mismo. También hablaba español.

A Carlos, a veces se le pasaba por la cabeza que Ana, su mujer, y Andrés y Elena, sus amigos, podrían haberse ahogado, pero se resistía a creerlo y estaba dispuesto a buscarlos.

La ciudad parecía una ciudad normal, excepto por el hecho de que no había coches. No era muy grande. La mayoría de la gente vestía a la europea y el idioma más empleado era el inglés. Carlos se manejaba. Había tiendas para comprar alimentos, ropa, muebles. No había grandes tiendas pero se encontraba de todo o casi de todo.

Luisa había quedado en visitarlo por la tarde, una vez que ya estaba instalado y se había movido por la ciudad.

- No puedo creer que con los barcos que he visto en el puerto, la gente de la isla no salga a ver el mundo. Es cierto que no he visto ningún barco grande, pero la curiosidad de salir y ver que hay fuera, es más fuerte que el miedo que pueda sentirse por alejarse de la isla en un barco pequeño.
- Mucha gente lo ha intentado y lo sigue intentando, pero todos o casi todos regresan. Es un fenómeno curioso, que no sabemos explicar pero te alejas de la isla y cuando avistas tierra, siempre es la isla de nuevo.
- No me lo puedo creer.
- Pues es así. Da igual que pongas rumbo al norte, al sur al este o al oeste. Pierdes de vista la isla y cuando divisas tierra estás otra vez en la isla.
- No me lo puedo creer. No tiene lógica que si navego rumbo al oeste, llegue a un punto que dejé atrás en el este.
- No, no tiene lógica pero es así. Sólo en algunas fechas y a determinadas horas se puede salir y entrar de ese bucle, pero sólo hay un pequeño grupo de personas que lo consiguen y nos surten de cosas que de otra manera no tendríamos. La mayoría no sabemos, aunque lo hemos intentado casi todos.
- Pero, vamos a ver. ¿Cómo organizáis la economía?
- Todos realizamos un trabajo para los demás y todos nos aprovechamos del trabajo de los demás. Lo que haces, depende de lo que te gusta hacer y de lo que se te da bien. Y de vez en cuando cambias, si quieres, para probar otra cosa nueva, algo diferente.
- Pero y ¿si quieres trabajar mucho, para ganar mucho, para luego no tener que trabajar?
- No conozco a nadie que esté en ese caso. Trabamos entre 6 y 8 horas al día, depende de los trabajos y de las personas.
- Pero, no ganas lo mismo si trabajas 6 o trabajas 8 horas.
- Bueno, sí puedes ganar lo mismo que una persona que hace en seis horas lo que tú haces en 8. O tú ganas lo mismo si estás 6 o estás 8 horas trabajando.
- ¿Todo el mundo gana igual?
- Hay tres tipos de sueldos: el básico, el medio y el superior. Al básico tiene todo el mundo derecho, trabajes o no, pero hay una presión social en dedicar seis horas al menos a la comunidad. La mayoría recibimos el salario medio y dedicamos entre seis y ocho horas, depende del esfuerzo que te cueste. Y hay algunos trabajos más dificultosos que reciben el nivel superior, pero las diferencias no son muy grandes.
- ¿Y qué haces si acumulas dinero?
- ¿Para qué quieres acumular dinero? Es mejor que colecciones algo o que lo emplees en tener una casa algo mejor, en alguna comodidad extra o en algo útil?
- Pero lo puedes pasar a tus hijos, supongo.
- Aquí no. Sabemos que en muchas partes del mundo sí, pero aquí lo que poseas lo dejas a la comunidad, que lo empleará de la mejor manera posible. Nos parece bien así. Piensa que la vivienda, los cuidados médicos, la enseñanza, un trabajo para ayudar a la sociedad y relacionarte con los demás sintiéndote útil, el cuidado de las personas mayores, todo eso lo ofrece la sociedad. Todo eso lo tendrán mis hijos. ¿Para qué necesitan un dinero extra al que ellos se ganen? Quizás les educaría mal si les facilitase los medios suficientes para que ellos no aporten nada al bien en común. Quedarían aislados. No querría eso para mis hijos.
- ¿Y de dónde saca el Estado el dinero?
- Bueno Estado, Estado, no se si tenemos. Tenemos una organización administrativa y un consejo de gobierno con un comité ejecutivo. También tenemos un Consejo de apelaciones donde se solucionan los problemas que surgen. Eso cuesta dinero, que se costea con lo que subvencionamos los ciudadanos. Los que reciben el sueldo básico contribuyen con un 10% de sus ingresos, los del salario medio con el 20% y los del salario superior con el 30%. Los que trabajan por su cuenta y ganan más del salario superior, han de bajar los precios de lo que ofertan o entregar al común lo que ganan. Obtienen un reconocimiento social aquellos que contribuyen con sus beneficios a la riqueza común.
- ¿No hay delincuencia?
- Raramente, piensa que somos una comunidad pequeña y nos conocemos todos.
- Todo eso está muy bien, pero yo me sentiría prisionero en la isla. Me gusta viajar, conocer sitios nuevos, moverme, entrar, salir, coincidir, discrepar. No me gusta todo tan reglamentado.
- El que quiere se puede marchar. Tiene que solicitarlo y salir en una de las fechas en que se pueda romper el bucle.
- ¿Y no hay una lista interminable de espera?
- Hay una lista, pero no hay que esperar mucho. Nueve de cada diez, regresan. Y el que se queda, suele hacer trabajos para la isla.

El Museo de la Estupidez

Autora: Elena Casanova Dengra


– Pero mamá, a mí no me gusta este museo. Es demasiado grande, oscuro y parece triste. Los museos que yo he visitado son edificios muy bonitos y con mucha luz.

– ¡Vale, vale! Estoy de acuerdo contigo, pero este es distinto a todos los demás, y creo que ya va siendo hora que entiendas algunas cosas.

– ¡Vaya rollo! Había quedado con mis amigas y tú prefieres que pierda el tiempo en este sitio…. Y esa palabra… ¿qué pone ahí?

– “Guerra”. Cuando entremos en la sala intentaré explicarte su significado
– Pero mamá, esa palabra no la he oído nunca y creo que tampoco me gusta….

        Madre e hija entraron en un enorme salón donde había grandes fotografías de soldados armados, tanques, cuerpos mutilados, caras asustadas, gente corriendo, ciudades derruidas, cadáveres destrozados…

–  Mamá ¿Qué imágenes tan horribles son éstas?

– Hace algunos años ya, los hombres resolvían sus conflictos territoriales, económicos o ideológicos a través de las guerras, es decir, a través de la muerte, matando. Finalmente había un vencedor, siempre el más fuerte, el más hábil. Pero mientras tanto, en el conflicto perdían la vida muchas personas, y volver a la normalidad era una tarea bastante ardua. El siglo XX fue muy productivo en guerras, hubo unas 250 y murieron la friolera de 109.746.000 personas. Era un buen negocio, porque muchos hombres se enriquecieron vendiendo armas, esos artefactos para matar.

– Pero mamá, ¿tan difícil era tratar los asuntos hablando, como hacemos nosotros en el colegio cuando surge algún problema? No me gusta lo que estoy viendo, vámonos a otro sitio….

– No. Quiero pedirte que te quedes un poco más y leas el texto que hay debajo de cada fotografía y conozcas tu pasado, nuestro pasado, porque conociendo, comprendiendo y razonando se evita caer en lo mismo.

        Cuando terminaron la exposición sobre la guerra, pasaron a otro gran salón donde la palabra hambre sellaba la entrada.

– Mamá, mamá…. ¿qué les pasa a esas personas? ¿Por qué están tan delgadas? ¿Tienen alguna enfermedad?

– Sí hija, sufren una enfermedad y su nombre es hambre.

– Pero mamá, es absurdo, todas las personas pueden comer, hay comida para todos.

– Estas imágenes pertenecen a otra época. También entonces había comida para todos, pero resulta que solo unos pocos tenían el control de los alimentos y ellos decidían su precio y quienes podían acceder de una manera regular a ellos. Había otros muchos que  morían a causa de enfermedades porque no disfrutaban de una alimentación adecuada. En aquella época el egoísmo humano era tremendo.

– Sigo sin entenderlo, habiendo para todos.

– Si hija, se han permitido demasiadas atrocidades, el mundo ha estado dominado por dos monstruos muy peligrosos: el dinero y el poder y las injusticias sociales eran enormes.

– ¿Mamá de qué otras injusticias era capaz el hombre?

– Si recorremos el resto de las salas podrás ir viéndolas.

        De esta manera fueron pasando por otros espacios en los que se explicaban términos tales como racismo, xenofobia, homofobia, desigualdad entre hombres y mujeres, dictadura, esclavitud, corrupción, represión… Y había una, la preferida de la madre, quizás la que más le entristecía. Era la sala del conformismo, de la pasividad, el derrotismo, la del silencio….

– Pero mamá, también había hombres buenos, ¿verdad?, hombres que no permanecieron impasibles.

– Claro que sí. Vas a conocer a algunos, y otros muchos que detrás del anonimato hicieron posible que el mundo fuese de otra manera, de la forma en la que tú y yo ahora lo conocemos. Aún hay problemas que resolver, pero te aseguro que no son tan crueles como los de antaño.

– Quiero conocerlos, quiero verles sus caras. 
 
– Mira, ahí está, por ejemplo, Gandhi, que fue un hombre que luchó de forma pacifista toda su vida por la independencia de su país sometido al imperio británico. También puedes ver a Martin Luther King o Rosa Parks,  defensores  de los derechos civiles de los negros en los Estados Unidos, donde se consideraba que los de esta raza eran inferiores. Y hubo muchos más nombres relevantes después de estos.  Y de esta manera puedes comprobar que sí existieron personas que creyeron otro mundo, que no se conformaron con lo que había y gracias a ellos y a otros muchos más, hicieron posible que tú vivas como lo haces hoy.

– Mamá, yo también quiero hacer cosas buenas.

– Para eso nunca permitas que nadie pisotee tus derechos ni los de los demás. Desde el respeto y la tolerancia es como se consigue que vivamos en armonía, en consonancia con nuestro planeta, que en definitiva es la casa de todos.

Al salir de aquel edificio, Carla sonrió a su madre comprendiendo  la gran suerte que ella había tenido por vivir en un mundo bien distinto de aquel donde los hombres sufrían una enfermedad seria, pero que un día fueron capaces de encontrar el antídoto, el antídoto contra la estupidez.

Utopía

Autor: Antonio Pérez García


                De donde procede esa búsqueda, esa necesidad de resolver los misterios de la vida cuando no podemos contestar las preguntas más sencillas. Porque estamos aquí, que es el alma. Porque soñamos. Tal vez nos iría mejor sin mirar más allá, sin ahondar, sin anhelar. Pero la naturaleza humana  no es así y el corazón tampoco. No es por eso por lo que estamos aquí y aún así nos esforzamos por marcar las diferencias, por cambiar el mundo, por soñar con la esperanza, sin saber a quién conoceremos por el camino. Quien en este mundo de desconocidos nos cogerá de la mano. Nos cautivará el corazón y compartirá el dolor de nuestro esfuerzo. ¿Cuál es la verdadera meta del ser humano? Vivir, reproducirse, morir… Dejando pasar el tiempo como dentro de un tiempo haya algo importante, algo a la espera y uno de nosotros tenga que estar ahí, que al no ser atemporal ha sido conducido por una y otra generación de especie. ¿Habrá fin algún día?

                Es extraño como actúa el ser humano, como piezas de ajedrez en la tabla de la vida y del tiempo.  Negras contra blancas. Dos bandos enfrentados, para prosperar o retroceder. Es la sensación de haber dos clases de personas, las del bien, las del mal. Curioso que de niños nacemos en la inocencia, sentimos atracción hacia el bien. ¿Por qué entonces muchos de nosotros nos volvemos malvados? ¿Qué hace que algunos escojan el camino de la oscuridad y otros escojan la luz? ¿Es la voluntad? ¿Es el destino? ¿Podríamos algún día conocer la fuerza con la que se moldea el alma?

                Proyectada la historia está como destino escrito en lienzos extraordinarios del alfarero que moldea la vida. El bien, el mal. Dios, Satanás. Ricos, pobres. Los que viven, los que mueren. Los que pierden, los que ganan. Positivo, negativo. El día, la noche. El ayer y el mañana.  Y un hoy, un presente,  como en tablas en ajedrez. Como el ecuador a los polos.  Partiendo de un presente quizás condicionado por un pasado, y que este a su vez condicionará el futuro. Pero, ¿Podríamos vivir sin condiciones?  ¿Podríamos llegar a ser todas las piezas de un mismo color? ¿Habría manera de que los chiquillos se les inculcara un cambio social donde no hubiera barómetros de diferencias, ventanas de contraste, dónde todos en todo el mundo no fuéramos más que simples piezas? Que no hubieran reyes ni caballos ni torres, piezas más importantes que otras, sino simples peones en igual de condiciones, dónde el único objetivo fuera el vencer a un único enemigo el de color diferente, ese que nos impide evolucionar de la forma correcta, de ser capaces de no refugiarnos en el poder, unos engañando y otros siendo engañados, creyendo en algo más superior que el mismo alma, rezando y suplicando una y otra vez, que cambie algo que sólo está de la mano de nosotros mismos. Ese enemigo  llamado Historia con apellido Tiempo. 

viernes, 15 de marzo de 2013

PREMIO PROVINCIAL PROMOCIÓN DE LAS BIBLIOTECAS ESCOLARES- GRANADA 2013


Discurso de Juana García Jordán, profesora de Literatura en el Instituto de Secundaria "Clara Campoamor" de Peligros (Granada) e integrante del grupo de la Tertulia de la Biblioteca de la Chana, con motivo de su bien merecido premio provincial  "Promoción de las bibliotecas escolares" otorgado por la Delegación de Educación de Granada. 



Buenos días. Vaya por delante mi agradecimiento a las personas que desde Delegación me han creído merecedora de este premio. Gracias a las señoras Delegadas provinciales y Consejera de Educación por presidir este acto y entregar estos premios. Porque emociona sentir que tu trabajo diario es apreciado, que una profesión tan vocacional, tan importante como la educación es valorada. Necesitamos el reconocimiento de nuestras autoridades, porque el contacto directo con el alumnado es tan intenso y requiere tanta fuerza que agradecemos mucho esa palmada en el hombro, ese ánimo, para seguir con más entusiasmo todavía.

Dijo alguien que si trabajas en lo que te gusta no tendrás que trabajar ni un solo día. Soy profesora vocacional, me encanta lo que hago, aunque es dificilísimo, no voy a decir imposible, enseñar al que no quiere. Creo que la educación es el pilar fundamental para el futuro y que es la revolución que falta, la que iguala a los seres humanos. Educar es cimentar el futuro, pero se necesita mucha fuerza porque parece que vamos a contratiempo: queremos enseñarles que lo importante, que lo que verdaderamente llena el corazón no son las cosas, ni las marcas, ni todo lo aparente; que sólo lo ganado con esfuerzo, solo la profundización da y muestra su premio. Pero a pesar de cómo están los tiempos, (porque hasta los médicos reciben a sus pacientes de uno en uno y nosotros de 30 en 30), nosotros, sin capa de Supermán,  pero con mucho ánimo salimos cada mañana a hacer el milagro. No nos faltan alegría ni ganas porque creemos en lo que hacemos y trabajamos con personas a las que nos gustaría despertarles el amor por el saber, y al ser de lengua y literatura acercarlos al mundo de los libros para que puedan ser lo que quieran, porque cuando uno sueña no hay límites y siempre que se abre un libro empieza una aventura.

Por supuesto mi agradecimiento a la directiva de mi centro, el IES. Clara Campoamor de Peligros, que cada vez apoya más la lectura y la biblioteca; a José Antonio Ruiz, director, aquí presente, a Juan Marín, Jefe de Estudios y a todos los compañeros que se han sumado a este sueño; sobre todo a los que están aquí porque colaboran y sienten la biblioteca y la lectura: Antonio Morales (Matemáticas), Inma Gallegos (Sociales), Francisco Fernández (Inglés), José Antonio Martín (Naturales), Eva Iáñez (Lengua)  porque le dedicamos muchas horas de nuestro tiempo a la biblioteca, pero nos compensa con creces porque disfrutamos leyendo, orientando, recomendando libros, dando fildurcios, unas papeletas numeradas con un extraterrestre lector que damos a cambio de libros leídos, según el número de páginas o si son clásicos (cosas que inventa Don Antonio y que sirven para obtener premios, hasta un libro electrónico y viajes a Isla mágica gratis a los que leen más de 40 libros, pero con la crisis, este curso no sabemos qué pasará, ya nos las apañaremos). Gracias muy especiales a Arturo García, de sociales, compañero en el instituto de Motril, La Zafra, un instituto con unos compañeros y unos alumnos para mí entrañables; después Arturo fue compañero en Peligros y ahora sin nosotros y sin los fildurcios está  en el Padre Manjón, donde sabemos que con su buen hacer conseguirá contagiar su amor a los libros. Porque esto se contagia. A nosotros los profes nos da muchas alegrías la lectura, es un premio diario: Un instituto con alrededor de 370 alumnos como el nuestro, sólo de la ESO, (aunque ya nos gustaría y luchamos por tener bachillerato) tuvo en el curso pasado un préstamo de 4500 libros y en este curso a estas alturas ya hemos superado los 3000. Son cifras impresionantes. Eso significa que la biblioteca es parte fundamental del centro, que tiene mucha vida y una afluencia tremenda, tenemos colaboradores que aconsejan, forran, colocan… porteros como Mario que sólo deja entrar con carné y que tiene que frenar a veces verdaderas avalanchas. No se pueden imaginar la felicidad que nos aporta prestar tantos libros, recomendar, paladear los comentarios emocionados del alumnado sobre libros que les han encantado, con los que se han emocionado, sufrido y hasta enfadado porque no les gusta el final. El boca a boca arrasa, casi todos los alumnos tienen un libro o dos y la lectura se vive en el centro con verdadera intensidad. El regalo es diario pero lo que más nos satisface es abrirles la puerta a otro mundo, a otra dimensión donde jamás se van a aburrir, porque como dice Pedro Salinas:

No hay tratamiento más serio y radical que la restauración del aprendizaje del buen leer en la escuela. El cual se logra no por misteriosas ni complicadas reglas técnicas sino poniendo al escolar en contacto con los mejores profesores de lectura: los buenos libros...

La literatura es una ventana y también un espejo dice Antonio Muñoz Molina, una ventana al mundo y también una mirada a ti mismo, una mirada interior.
Nos ponemos a leer diariamente, porque a leer se aprende leyendo. Planificamos las lecturas, seleccionamos, trabajamos, examinamos de muchos libros y le damos vida a miles de historias; porque la lectura es fundamental para el acceso al saber y te hace soñar, viajar, vivir otras vidas, embarcarte en mil aventuras, sentir, emocionarte e identificarte con lo que sienten los personajes.

La evolución que se produce en la lectura es palpable, comienzan leyendo literatura juvenil y muy pronto se van adentrando en el mundo de los autores clásicos. Leer es un proceso. Nosotros sólo pedimos un libro como mínimo por evaluación, pero cuando se propicia el espacio y el tiempo para leer y los libros ofertados son buenos, se dispara la lectura y cada alumno va a su ritmo. Tampoco hay que desdeñar el número de libros leídos, aquí tenemos alumnas que han leído en un curso más de 80 libros. Un alumno que se habitúa a leer, lo hace con placer y comprenderá mucho mejor, aumentará su vocabulario, mejorará su ortografía, por no hablar de su imaginación y su fantasía.

Es emocionante cuando los alumnos te comentan los libros, ver cómo les ha gustado y cómo han disfrutado, lo enriquecedor que es ese comentario personal, la pasión con que viven esas historias y el mano a mano constante de ciertos títulos.

Por eso mi último y muy especial agradecimiento es a los alumnos, porque trabajamos con personas, con sentimientos, con una edad difícil, la adolescencia; con excesos en amores, odios, pasiones y hormonas; pero que se implica con la misma pasión en todo lo que hace y que vive con desbordante intensidad la lectura. Gracias por regalarnos esa fuerza, por compartir con nosotros tantos momentos gozosos, por la implicación de sus familias, que leen los mismos libros, y hasta hacen que los devuelvan tarde porque los leen su padre o su hermana mayor. Toda esta efervescencia, esta intensidad con que se viven las cosas a su edad, nos hace mejores, nos rejuvenece y llena de sentido la palabra enseñar.  
Muchas gracias  




Vídeo del acto  de entrega del premio

jueves, 14 de marzo de 2013

¿Tú para qué quieres eso?

El Centro de Servicios Sociales de la Chana convocó en el mes de noviembre un concurso literario para mayores de 60 años o pensionistas, narrando en prosa o en verso una experiencia personal vivida. Rafi  Castro Lucena es una de las que ha  ganado el premio con un relato titulado: ¿Tú para qué quieres eso?. Rafi lleva 40 años viviendo en la Chana. En el Centro de Servicios Sociales asiste al curso de pintura y a la Biblioteca a su Club Lector. Dice que escribe para expresar lo que siente, e invita a todo el mundo a presentarse a la siguiente edición del concurso. Este premio le sirve de estímulo a la vez que se siente orgullosa y muy contenta. Le encanta leer, sobre todo novela y artículos periodísticos y tiene el saber y la generosidad del pueblo, al igual que su frescura y eso nuevamente lo añado yo, porque es una persona muy especial y muy querida. 
 

Nací en el 48 y, la verdad, tengo vivencias de todos los colores. Mis comienzos en la vida laboral comenzaron con unos diez años más o menos, sembrando garbanzos junto con otros niños y niñas, con el mismo número de yuntas y gañanes.  Con esta historia que no puedo dejar de compararla con el poema de Miguel Hernández: El niño yuntero.

            Nosotros trabajábamos con el señor que labraba las tierras arrendadas del cortijo y llevaba tantos años haciéndolo que ya parecían propias. Sabía barrer muy bien hacia dentro, y no tenía escrúpulos para explotarlos. Un año nos ajustó para la siembra seis duros al mes, pero al final nos recortó un duro a cada uno porque, según él, la tierra no estaba bien sembrada. No sirvieron de nada nuestros lloros, se quedó con nuestro duro.

            El señorito tenía cinco hijos a los cuales les tenía puesto un maestro que les impartía clases particulares a diario.

            Vivíamos en un distrito pequeño, pero lo suficiente para que hubiera dos clases de niños: los que tenían derecho a todo y los que no teníamos derecho a nada, bueno sí, a trabajar.

            Después de todo tuve suerte, ya que mi padre estuvo en la escuela de su pueblo y me enseñó lo poquito que sabía, a leer y a escribir algo y a hacer cuentas.

            Como yo siempre fui muy buscavidas, al cumplir los dieciséis me fui a servir a una casa, ya que no estaba preparada para otra cosa. Hoy se las llama empleadas de hogar, al caso, es lo mismo.

            Me apunté a una escuela nocturna para obtener el certificado de estudios primarios. Al final no fui a examinarme por este complejo de inferioridad e inseguridad, pero no perdí el interés y hace pocos años, siendo ya madre y abuela, me saqué el graduado escolar.

            Tengo otras historias que contar, pero ésta, por desgracia, es la más vigente que veo tal y como están las cosas. Vamos retrocediendo a pasos agigantados, hay poco trabajo y en el que hay, te pueden dar la patada en cualquier momento, pagarte menos o, incluso, no hacerlo. Recortes en educación.

            Recuerdo que cuando la señora para la cual trabajaba, cuando me veía con el libro para sacarme el certificado de estudios, me preguntaba: ¿Y tú para qué quieres eso?

            Se ve que nuestros dirigentes tienen el mismo concepto: si somos pobres no necesitamos estudiar. Ellos pensarán que para explotarnos no podemos tener cultura, a más ignorantes mayores abusos.

            Hace poco me quedé helada al escuchar a una parlamentaria decir en el Parlamento: “¡Que se jodan”!, y somos tan obedientes que eso es lo que estamos haciendo, jodernos. Lo malo es que siempre nos toca a los mismos.



                                                                           

viernes, 8 de marzo de 2013

El Día de la Mujer

Autora: Pilar Sanjuán Nájera
   
         Amigas: Hoy, día de la Mujer, quería hacer unas reflexiones:

         Estamos en el siglo XXI y aún no ha alcanzado la mujer todo el reconocimiento que merece. Durante siglos, las mujeres han sufrido humillaciones, esclavitud y maltrato por parte de hombres violentos e ignorantes.  Hubo épocas en las que se llegó a pensar que las mujeres no tenían alma. En la Edad Media existía,  para la mujeres de condición humilde,  una costumbre bárbara que les arrebataba su dignidad: el llamado “derecho de pernada”,  que consistía en que la joven recién casada, antes de entregarse a su marido, tenía que hacerlo al señor feudal, el amo de vidas y haciendas, porque ella, al igual que el castillo, las tierras donde trabajaban los siervos y sus familias, le pertenecían.

         Todavía en pleno siglo XVIII, los reyes Felipe V y Carlos III que han pasado a la historia como reyes “progresistas”, fundaron la Gran Biblioteca Nacional de España, pero a las mujeres les estaba prohibido entrar. Increíble.

         Más adelante, en el siglo XIX, hubo mujeres escritoras que tenían que firmar sus obras con nombres masculinos para que se las editaran, como les ocurría a las hermanas Brontë en Inglaterra. En 1903, el Papa Pío X renovó la música sacra y prohibió cantar en la Iglesia a las mujeres.

         En España, ya en el siglo XX,  cuando llegó la Segunda República, por fin se les dio voz a las mujeres. ¡Ya era hora!, y así pudieron surgir figuras extraordinarias como Victoria Kent, la diputada de izquierdas que llegó a ser Directora General de Prisiones y no se olvidó de las mujeres, por el contrario, dedicó todos sus esfuerzos en mejorar las condiciones de las cárceles para que las reclusas no perdieran su dignidad, y así, mitigar su sufrimiento. Clara Campoamor, también diputada de izquierdas que fue capaz, contra viento y marea, de conseguir el voto para la mujer; su lucha fue tremenda, porque los diputados se oponían a que las mujeres votaran, pero ella, con valentía, decisión y una gran determinación, al final lo consiguió. Eran dos mujeres brillantes, extraordinarias, muy distintas a las que ahora alcanzan puestos relevantes en la política de nuestro país, y lo primero que hacen es olvidar su condición femenina, imitando las conductas de los hombres y aprovechando sus puestos para enriquecerse, con frecuencia de manera corrupta; son además mediocres, como mediocres son los políticos que les sirven de modelo.

         Entre las humillaciones que han recibido algunas mujeres por parte de los hombres, quiero citar a María Lejárraga, esposa del dramaturgo Gregorio Martínez Sierra. Ella le escribió algunas de sus mejores obras,  pero el nombre que figuraba era el de él, que recibía los honores y la fama,  mientras ella era totalmente desconocida; por si fuera poco, la engañaba con la primera actriz de la compañía de teatro que le estrenaba las obras. Ha habido mujeres que hubieran sido grandes compositoras, grandes pintoras o grandes escritoras, pero tuvieron la desgracia de casarse con hombres dedicados a esas profesiones, que las orillaron y las eclipsaron para brillar ellos, manteniéndolas en la sombra.

         En este siglo XXI en que vivimos, aún se producen asesinatos de mujeres por sus parejas; existen mafias que esclavizan, violan y prostituyen a jóvenes, haciéndolas vivir en condiciones infrahumanas. Hay lugares, como Ciudad Juárez en Méjico, donde cada día se asesina a mujeres sin que las autoridades pongan remedio. En algunos países, las niñas sufren horribles mutilaciones cuando les hacen la ablación del clítoris, y en otros, jovencitas y niñas son vendidas por sus padres, que las casan con viejos que las maltratan y hasta las matan impunemente sin recibir ningún castigo. ¿Cuándo van a acabar tantas atrocidades? ¿Cuándo se va a erradicar el machismo que solo quiere mujeres sumisas?

         Es preciso que eduquemos a los hijos varones en el respeto a la hermana, a la madre y la abuela para que aprendan a respetar y a valorar a otras mujeres; y es necesario que la mujer progrese en su autoestima y se conciencie de que vale tanto como el hombre y, con frecuencia, más. No hay ninguna profesión que la mujer no pueda desempeñar con la misma eficacia que el hombre; si en algunas hay más hombres que mujeres es porque a éstas no se les han dado las mismas oportunidades.

         Mirad una cosa: cuando una mujer se queda viuda y con hijos, es capaz de salir adelante haciendo de padre y madre. Si es un hombre el que se queda viudo con hijos, busca bien pronto otra mujer, porque no sabe salir solo de la situación.

         Las mujeres debemos seguir el ejemplo de otras mujeres que son inconformistas; mejor nos iría. Aquí en el Centro, hay dos a las que admiro profundamente (seguramente hay más, pero yo no las conozco). Estas dos mujeres son: María, la monitora de gimnasia, que es un ejemplo de entrega, de integridad, de superación, de trabajo y de responsabilidad. Además de procurarnos una buena salud para nuestro cuerpo, nos llama “primaveras” para que la mayoría olvide que está en el otoño, y algunas como yo, en pleno invierno. La otra es Rafi, Rafaela Castro, a la que todas conocéis, que tiene un corazón como una catedral, unos deseos de aprender admirables y que ya era una contestataria desde los diez años, cuando trabajaba con sus padres en un cortijo y el amo, que les daba un jornal mísero como era costumbre, aún les quitaba un duro de vez en cuando, cosa que a Rafi la enfurecía y armaba por ello una buena pataleta, porque tan pequeña, se daba cuenta de la injusticia que el amo cometía con ellos.

         Para terminar, quería decir que es alentador observar cómo cada vez vienen más matrimonios a las actividades del Centro; hace bien poco, algunas mujeres venían a escondidas de sus maridos porque éstos se lo prohibían. ¿Cómo es posible que la mujer aún tolere esto? Esos hombres, como los malos políticos, quieren mujeres ignorantes para que sean manejables y sumisas.

         Nada más, amigas. ¡Ánimo! Porque valéis mucho.