domingo, 13 de enero de 2013

¿Ves, Emilia? ¡No estoy solo!

Autora: Carmen Sánchez Pasadas


- ¿Ves, Emilia? ¡No estoy solo!- Dice el anciano a su esposa, y añade –no tengo hambre ni paso frío, no me falta nada.

Está sentado en un banco, acariciado por la cálida luz del mediodía, mientras algunos gorriones saltan aquí y allá capturando pequeñas migajas, los más atrevidos incluso se posan sobre su hombro.

- Muchos días –continúa – viene D. Antonio y D. Enrique con el ajedrez y echamos una partida. A mí me gusta la estrategia de D. Enrique, es más cauto y sus jugadas inteligentes. D. Antonio, aunque no lo reconoce, se disgusta cuando pierde, que suele ser la mayoría de las veces, pero D. Enrique se lo toma a broma y se divierte.

- A mí me gusta su compañía- repite.

- Otros días –sigue diciendo –se sientan junto a mí y conversamos sobre los últimos acontecimientos. Todos coincidimos en que es preocupante la marcha del país. La nuestra es una conversación reposada. Si, ya ves –prosigue- ahora soy mucho más mesurado en mis opiniones y evito acalorarme cuando discrepo, además nos conocemos demasiado bien para molestarnos con nuestros comentarios.

- A veces –reanuda la conversación- me acompaña Teresa, la vecina del segundo y sus chiquillos. Al pequeño, el más travieso, le encanta trepar sobre mi pierna cruzada mientras la madre insiste para que tomen la merienda. Me preocupa Teresa- reflexiona- en ocasiones está ensimismada y triste, de suerte que los niños con sus juegos no lo notan.

- Algunas tardes- prosigue- observo con disimulo a una pareja de enamorados que comparten sus afectos y pienso: -¡Cuánto te echo de menos! Tu recuerdo está siempre conmigo, entre mis manos, este libro que no me abandona y releo con gozo infinito eres tú misma.

Poco después, al tiempo que el anciano divaga distraído entre sus recuerdos, llega una joven y comienza a leer a su lado, al marcharse le regala una rosa depositándola sobre el libro abierto.
Al día siguiente, el barrendero retira con la escoba las pequeñas partículas que permanecen al pie de la escultura, de no sabe bien que hombre ilustre, porque el tiempo ha borrado la inscripción de la base y como tantas veces, recoge la flor que algún romántico le confió sobre el libro de bronce.


3 comentarios:

  1. genial!!!, gracias por los buenos momentos al zambullirse en la lectura de este relato.

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  2. Gracias, espero que sigas disfrutando con los siguientes.

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  3. No solo Francisco sino que más personas vamos a seguir haciéndolo, disfrutar con lo que nos cuentas cuando nos reunimos.

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