miércoles, 29 de febrero de 2012

PENSAMIENTOS EN UNA CLASE DE FÍSICA DE 1º DE BACHILLERATO. (Pensamientos de un alumno de Bachillerato)

 Autor: Antonio Cobos

¿Qué es esa sensación que siento,
cuando me aproximo a donde estás
y me parece que muero?
¿Por qué te miro de soslayo?
¿Por qué sólo me atrevo a contemplarte
de lejos, o sólo cuando sé
que no me observas si te miro?
¿Por qué estoy deseando
que te acerques a mi lado
y cuando lo haces, me falta el aire
y me intento ocultar de tu mirada?
No sé si enrojezco cuando me hablas
pero me pongo nervioso y siempre intento
no meter la pata en lo que digo.
Me encantan las notas de tu risa
y me envuelven tu voz tan dulce y clara
y tu perfume de rosas escarchadas,
cuando manifiestas tus opiniones o tus gustos,
que casi siempre, o siempre,
son iguales que los míos.
Un día te diré lo que te quiero,
cuando ya no pueda aguantar más mis sentimientos,
cuando mi corazón galope desbocado
al sentir el aroma y el sabor de tu presencia,
cuando me atreva a mirarme en tus azules ojos
y te pida que seas mi compañera.
¡Ay! Si me dijeras que sí,
que tú también me amas.

martes, 28 de febrero de 2012

Luciérnagas


Autor: Antonio Pérez

Luciérnagas

Luciérnagas en la noche no paran de cantar,
¡Cuán alegría llevan!, y yo las quiero matar.
La soledad me acompaña, quizás ella quiera escuchar.
¿Por qué el amor es tan fugaz?; ¿por qué no puedo vivir en paz?

Las estrellas lloran Luceros; por mi cantar escuchar,
las ranas entristecidas han dejado de croar,
y mi alma con esta herida, ya no puede aguantar más.
¿Porque el amor es tan fugaz?; ¿porque no puedo vivir en paz?

Mis ojos sangre lloran, casi van a estallar,
ojeras es lo que recojo al sembrar en mí el insomnio,
que con puro arte de campesino, después las tengo que labrar.

¡Oh, dulce flor!, ¿por qué tuviste que marchitar?
¿Acaso no tenías suficiente agua, o añorabas el trasplantar?
Que vengan los demonios del infierno, que vengan ¡Ya!
Pues la muerte ya no temo, ella ya de mí se ha de jactar.

¿Qué mal en este mundo hice, qué mal pude hacer yo?
Si mi ignorancia era suprema, ni una mosca pude matar.
¡Dadme, oh! Ángeles una razón de vivir,
lo que me arraigaba en este mundo, pronto se ha de pudrir.

¿Por qué la vida es así,  por qué mi alma no puede ser feliz?
¡Oh dios bendito! Ayúdame a salir.
Solo desolación en mí queda, no me abandones así.

viernes, 24 de febrero de 2012

El destino manda


Autora: María Gutiérrez

Corrían otros tiempos, nos remontamos a los años veinte cuando Pepe, un chavalillo de unos doce o trece años, se empeñaba en pasar largas temporadas en casa de sus tíos paternos. Era bastante travieso por lo que hacia muy buenas migas con su prima María que también era un buen trasto y casi de su edad, ella era la mediana de tres hermanas. Por aquel entonces sus tíos aún no tenían hijos varones, por lo que Pepe era su ojito derecho. Solían llevárselo al campo para que le ayudara en las tareas propias de la labor y este iba encantado. A veces iban también las primas aunque la que mejor se adaptaba a la labranza era María y su padre se lo reconocía. Se lamentaba de que no fuera varón y en el futuro se hiciera cargo de las tierras, pero esa era la realidad.

Pasaron los años y los primos se convirtieron en unos jovencitos encantadores, muy serios y formales. A Pepe lo llamaron a filas, le tocó Melilla por lo que los permisos eran escasos, ya que esta se encontraba a bastante distancia de Granada. Acabado el servicio militar, decidió irse a la Guardia Civil, ya no le apetecía ser labrador y allá que se marchó otra vez lejos de su pueblo natal.
Pronto llegó la Guerra Civil, la cual le pilló de lleno. Cuando estaba ya casi para finalizar, se contagió de fiebres tifoideas y llegó a estar bastante mal. Poco a poco fue mejorando, concediéndole un permiso especial para su recuperación.

La almohada de Pepe estaba repleta de sueños que el depositaba noche tras noche. Soñaba con encontrarse con su prima María. ¿Qué podía hacer él con todo aquello que había soñado?. Lo pensaba y lo volvía a recordar y llegaba a la conclusión que después de ella no había nada más.
Por su parte, María seguía preguntándose cada vez que iba a ver a su primo ¿Qué hago aquí , qué es lo que voy buscando?.

En esta vida todo tiene su momento y llego el día en el que Pepe tuvo la ocasión de decirle a María que a su lado se encontraba mejor, con más ganas de vivir. Sacando todo su valor a relucir se declaró ante ella: ”Mira prima, no se soñar sino es contigo, me gustas a rabiar desde niño, eres mi debilidad, sólo deseo que tu también me quieras a mí”.

A ella no le salió ninguna palabra en ese momento.

María llegó a su casa aturdida, no se podía creer que su primo fuera ahora también su novio, temblaba pensando en sus padres¡. Madre mía cuando se enteren, me matan!. La pobre no se creía ni ella misma lo que le estaba ocurriendo, por un lado se sentía la mujer más feliz de la tierra, pero por otro, el miedo y la vergüenza de ser descubierta le quitaba el sueño. Por su parte a Pepe le pasaba un tanto de lo mismo. ¡¡Que vergüenza cuando tenga que ir a pedirle permiso a mi tío después de estar considerado toda la vida como un hijo más!!. Los nervios se los comían a los dos pero a la vez se alimentaban de una gran dosis de ilusión y sobre todo de una enorme complicidad.
Durante dos años mantuvieron su relación en absoluto secreto, nadie sabía nada de nada, se conformaban con disimular delante de los demás y cuando veían la ocasión se intercambiaban notas en las que se decían lo que se querían como hombre y mujer, además de primos.

Llegó el día de enfrentarse a los padres y ocurrió lo que ellos se temían, que pusieran el grito en el cielo. No se lo podían creer, no sospechaban lo más mínimo. ¡Estos hijos están locos!. Dios mío, la gente joven no piensa con la cabeza, que gran disgusto para toda la familia. Pasado un tiempo la situación se fue normalizando y todo llegó a su sitio. Los tíos se convencieron de que el amor que sentían el uno por el otro estaba por encima de los lazos de sangre que había entre los dos.
A la hora de casarse tampoco lo tuvieron fácil por el hecho de ser primos. La iglesia les exigía pedir permiso al Papa y que éste les concediera la licencia para poder contraer matrimonio.

En Octubre del cuarenta y dos, vieron su sueño hecho realidad.

jueves, 23 de febrero de 2012

No se cuenta no se sabe

Autor: José Manuel Martín Valverde

La tierra era un lugar frío y porqué no decirlo, también oscuro, claro está que todo funcionaba como estaba estipulado, la vida seguía su ciclo, nacer, crecer, reproducirse y como parte final morir.

En el aire flotaba desde siempre unas pequeñas nubes cálidas, sin forma definida, sin cuerpo solo destellos de luz y calor vagando según los caprichos del viento, recorriendo el mundo sin limitaciones pero sin tocar tierra firme.

No se cuenta no se sabe, pero una de estas formas consiguió meterse en el cuerpo de un hombre y con su nuevo estado nació el sentimiento. Este ser elegido se lo ofreció al resto de nebulosas que siguieron su ejemplo y tomaron cuerpo de hombre y de mujer. Y el mundo se llenó de calor, se cubrió de todos los colores, los sonidos tomaron ritmos y de vano ruido se convirtieron en melodías y este planeta continuó con su inevitable ciclo… pero ya el ser humano no viviría solo.

viernes, 17 de febrero de 2012

Café Piaf - París

Autora: Carmen Sánchez Pasadas

Desde que conoció a Pierre, Ana pensó que su destino la había llevado a aquel café de París.

Tenía veintiséis años y unos meses atrás había roto con su novio de toda la vida. Con el ánimo de alejarse del entorno que la ahogaba, había planeado aquel viaje. La amiga que la acompañaría, finalmente, no pudo ir, aún así y a pesar de su deficiente francés, ella ya lo había decidido y viajó sola.

Este cúmulo de circunstancias la condujo aquella tarde de abril a disfrutar del atardecer  junto a las torres de Notre Dame. Estaba fascinada con la magnífica vista mientras saboreaba un delicioso “café creme”, en la terraza de un café minúsculo. Sobre la mesa descansaban una guía y un plano de la ciudad. Era un momento mágico.

Pronto comenzaría a anochecer y recordó que esa mañana, cuando salió del hotel decidió alojarse en otro más céntrico, por lo que empezó a hojear la guía y a buscar las localizaciones en el plano. Estaba distraída con esta tarea cuando la sorprendió un hombre algo mayor que ella.

-          Hola, ¿necesitas ayuda?
-          ¡Hablas español! – exclamó. Al tiempo que mostraba una gran sonrisa.
-          Si, soy profesor de español, así que forma parte de mi trabajo. Me llamo Pierre - dijo con acento francés mientras extendía su mano.
-          Yo soy Ana, encantada de conocerte – se presentó al tiempo que le estrechaba la mano-por favor siéntate.
-          Disculpa la interrupción, te estaba observando y pensé que te podría ayudar. ¿Cuánto tiempo llevas en París?
-          Sólo dos días, pero estoy encantada.
-          Se nota – manifestó él mirándola directamente a los ojos.

En ese momento, ella descubrió su mirada y algo se agitó en su interior, sin embargo, lo que más la turbó fue percibir que él tenía la misma sensación, el rubor apareció en sus mejillas inmediatamente.

Y su vida dio un giro cuando decidió aceptar la propuesta que Pierre le hizo: se trasladó  a su apartamento. Amablemente le cedió su dormitorio, mientras que él se instalaba en el sofá. Los días se sucedieron rápidamente. Por la mañana compartían el desayuno y organizaban las visitas que ella realizaría, en tanto él estaba en el liceo, por la tarde se encontraban y pasaban el resto de la velada juntos. Recorrieron las calles más recónditas y conoció parajes maravillosos desconocidos para los visitantes. Pierre la llevó a tabernas tradicionales donde la comida era exquisita y a cafés insólitos donde se podía disfrutar el auténtico sabor de París.

Sin planearlo, una tarde tras alguna copa de vino pasaron la noche juntos. Quizás el ambiente romántico, las atenciones de él o simplemente la atracción mutua, les llevó a transformar la ternura en seducción y ésta en placer cálido. En los siguientes días, sus cuerpos se encontraron con naturalidad y las caricias sosegadas daban paso a la pasión arrolladora. Las noches eran el cenit de atardeceres inolvidables.
De este modo, el tiempo transcurrió mucho más rápido y los días se agotaron vertiginosamente. El día previo al regreso, la desesperanza embargaba a Ana. Pierre intentó convencerla para que pospusiera su regreso, pero ella pensaba que eso solo aplazaría el desenlace, alargando el dolor de la despedida. Su vida, su trabajo, su familia  estaban en Granada. Lo que habían vivido esos días permanecería siempre con ella, pero se acababa.

El día de la marcha,  Ana no quiso que Pierre la acompañara al aeropuerto, sabía que no podría soportar la separación, ya le costaba contener las lágrimas, así que era mejor despedirse en el apartamento.

Volver a Granada fue un infierno. Retomar su rutina le causaba un vacío tremendo. No era ella la que visitaba a su familia o se relacionaba con los compañeros, su vida se había quedado en París con Pierre, esta Ana no era ella. Se había equivocado, pero se dio cuenta demasiado tarde, Pierre no le había enviado ningún correo, ni mensaje y ella temió que él no quisiera saber nada, al fin y al cabo era ella la que lo había rechazado.

Pasaron los días y ella seguía taciturna cuando una tarde llamaron a la puerta, sorprendida porque no esperaba a nadie, fue a abrir. Delante de ella estaba Pierre con una botella de vino en la mano y la sonrisa más radiante diciéndole:

- No quiero vivir sin ti. Tú decides ¿en Granada o en París?



jueves, 16 de febrero de 2012

Sentir el amor

Autora: Pilar Sanjuán Nájera

Hoy toca hablar del amor, pero no al estilo de Rafael cuya canción y cuya manera de cantar me repatean. Voy a hablar del amor de forma muy personal, de mi experiencia.

Aquí donde me veis, bastante decrépita, tuve también mis años mozos, mis años juveniles y hasta un gran amor. Tampoco es que se pareciera al de Espronceda por Teresa, tan incendiario, pero los rescoldos del mío, aún los noto y se ponen de manifiesto en mis sueños de vez en cuando.

Actualmente, las corrientes más "iconoclastas" dicen que el amor no existe, que todo eso son poco menos que fantasías; reducen este hermosísimo sentimiento a la acción de feromonas en el organismo; no sé lo que habrá de verdad en esto, pero me parece lastimoso reducir el amor a algo tan pobre.

Yo me enamoré (o me enajené o perdí los sentidos, como queramos llamarlo) con toda la fuerza de mi ser. Quise a un hombre -mi marido- de una forma desmesurada, con una entrega total, con ilusión máxima; mi ingenuidad me llevaba a pensar que él me correspondería de la misma forma; me parecía imposible que permaneciera ajeno a lo que yo sentía por él, ¡qué ilusa! ¡qué infeliz! Este amor era unilateral usando una expresión muy de ahora. Este enamoramiento me duró bastantes años, pero como la frialdad de mi marido era cada vez más evidente, me rompió el corazón; me separé de él cuando además vi que se iba transformando en un maltratador. Comenzó por decirme palabras humillantes; luego se atrevió con insultos y por fin, me dio una bofetada; mi dignidad, que yo afortunadamente conservaba intacta, me impidió seguir con una persona de la que nada bueno podía esperar, habiendo llegado a esos extremos.

Con  mis seis hijos me vine a Granada para que ellos estudiaran y yo para poner distancia entre los dos. Saqué en conclusión una cosa, una lección que no pude poner en práctica porque no volví a enamorarme, mi conclusión fue que no se puede despilfarrar el amor, que hay que dosificarlo, que la entrega total no es un seguro de felicidad.

A lo largo de mi vida he observado que las parejas que mejor conviven son las que, sobre todo por parte de la mujer, se reservan algo de sus sentimientos; es una buena estrategia; mi ingenuidad de creer que cuanto más das, más vas a recibir es una equivocación. Se en una pareja es siempre el mismo el que se entrega, el otro ser cree cada vez más merecedor de esa entrega y se vuelve egoísta: todo para mi, porque me lo merezco. En mi época el noventa por ciento de los casos, era el hombre el privilegiado, mimado primero por su madre y luego por su mujer, acababa endiosado, subido en un pedestal del que ¡cualquiera lo bajaba!

Hoy en día, la mentalidad de la mujer ha cambiado, afortunadamente. Ella y solo ella hará que cambie también la del hombre. Las mujeres de ahora, en general, exigen a su pareja entrega y responsabilidad a parte iguales. Cuando y era joven,  jamás veíamos al marido llevando el cochecito de su hijo, lo que se veía con mucha frecuencia era a la mujer embarazada empujando el cochecito y con uno o dos niños agarrados a él, mientras el marido iba fumando al lado y a veces un poco por delante, ajeno totalmente a esa familia que era la suya. Cuando recuerdo esto, me pongo enferma y sin embargo lo tolerábamos y hasta lo veíamos normal. No recuerdo que mi marido cambiase ni una sola vez los pañales a los niños, no que se levantara jamás por la noche si lloraba alguno, ¿para qué? si allí estaba su mujer que lo hacia con toda diligencia.

Aquellos polvos trajeron estos lodos: bienvenidos los lodos que han hecho que la mujer no se resigne a su papel de sometida total, ahora, la mayoría de las parejas se implican en un proyecto en común con iguales responsabilidades, como debe ser; así, el amor, es más igualitario y más justo, ambos dan y ambos reciben.

Aunque queden residuos de las antiguas parejas, porque es duro para algunos hombres perder sus muchos privilegios, cada vez van a ser menos. Es la mujer a artífice del cambio. ¿No es más justo y más bonito el amor compartido?

yo asisto como mera espectadora a estos cambios. Cuando observo las parejas de mis hijos e hijas, que con altos y bajos, todas funcionan "adecuadamente". Esto me complace y tranquiliza, ninguna de ellas son Abelardo y Eloisa, con amores sublimes y heroicos, ni falta que hace. Se quieren, se respetan, educan bien a los hijos y tiran p´alante ¿qué más se puede pedir?

En cuanto a mi, os diré que como soy una romántica incurable y las feromonas no pueden conmigo, aún creo en el amor ¿A estas alturas? Pues sí. No soy tan ilusa como para imaginarme en pareja físicamente ¿Qué puedo ofrecer? Tengo arrugas, una figura deformada, unos andares torpes y pesados, flacidez en mis carnes, pies fríos en la cama.... ¡Vaya oferta poco apetecible! En cuanto a la parte, llamemosle espiritual podría ofrecer: una cierta bondad, tolerancia, comprensión, ingenuidad, que como tuve tanta, aún me queda alguna pero... ¿para qué sirve? Sé también escuchar a los demás... en fin, no sé el valor de todo esto. De todas formas, aunque dije al principio del escrito que no me había vuelto a enamorar, ahora siento algo parecido al amor (pasado por Platón, naturalmente). Siento verdadera atracción-admiración-cariño por una persona real y magnífica. Se trata de alguien tan decrépito o más que yo: José Luís Sampedro, pero tan Lúcido, tan humano, tan sabio y tan íntegro que me tiene escandilada. Envidio a su mujer que puede cogerle las manos, acurrucarse junto a él en un sofá y ver pasar el tiempo son sosiego. ¡Qué gozada!

Historia de amor de una pensionista

Autora: Rafaela Castro

Tanto mis amistades  como mi familia pueden sentirse ofendidos, porque no les hice partícipes de mi secreto, aunque nunca lo he tenido como tal.

He pensado hacer un comunicado, ya que esto está muy de moda, todos los famosillos de la tele lo hacen así que yo no voy a ser menos que ellos.

Bien, estoy encantada de comunicar que tengo un amor, más de uno pensará que donde voy yo con esta embajada siendo ya tan mayorcica, también comunico que esto viene de atrás, aunque mi amor por el crece día a día. Me esto volviendo adicta a él, para mí es imprescindible.

Él siempre me acompaña en mis viajes, en mi vida cotidiana, relajación en los ensayos de teatro, cuando voy al cine o a dar un paseo para ver escaparates, claro que veo artículos que  nunca me compro pero las ilusiones que yo me hago no me la quita nadie. Mi pensión no da suficiente para realizar muchos sueños.

Me he empeñado en ser feliz y  ver todas las cosas buenas que la vida me ofrece. Si se me presenta algo negativo, procuro no ponerle atención y darle de lado.

Todas estas peripecias con mi amor pegado a mí, calladito, calladito, pero me siento tan feliz sobre todo en la calle lo acerco tanto a mí, que mi seguridad aumenta.

Confieso que temo que se enamoren de él  me lo quiten. El día que no va conmigo me siento incompleta e insegura. Él sabe todas mis cosas, los números de teléfono de mi agenda, el dinerito que llevo, la barra de labios que uso, las gafas, los caramelillos por si me da la tos, en fin, casi sabe ce mí tanto como yo.

Con tantas explicaciones me despisté y no he contado sus características. A mí me suelen gustar de piel oscura, tirando a café con leche, mas bien con más café que leche. ¿Y el nombre? Bueno, él se llama bolso. No es de Cristhian  Dior, ya que es de marca la pava, según decían mis niñas, era lo que compro en el mercadillo.

Por poco que me cueste, para mí tiene un gran valor. Como dice la canción: "sin ti no soy nada" o sea, si él no soy nada. 

Pero si tú me olvidas...

Autora: Elena Casanova

            Sintió cierta compasión hacia Florentino, personaje concebido por García Márquez en El amor en tiempos de cólera.  El autor, algo despiadado,  le hace esperar nada más ni menos que la friolera de  53 años, 7 meses y 11 días con todas sus noches para recuperar a su amada. Mientras soltaba el libro en la mesita de noche  pensó: “Si existe el amor, ese deber ser el sentimiento que Florentino Ariza  le profesó a Fermina Daza, de la que estuvo enamorado toda una vida”. Ha pasado casi una decena de años y se  recuerda  a sí misma como  la protagonista de una novela declarándose con esta sencilla sentencia: “estoy enamorada de ti”.

            No importa la identidad ni el nombre de esta mujer, podría tratarse de cualquiera, tampoco el tiempo ni el lugar, la edad, procedencia o estado, porque este sentimiento no está subordinado a ninguna condición, casi todos hemos sufrido los  caprichos que la naturaleza nos arroja en alguna ocasión, quizás no siempre la más adecuada.

            Le viene a la memoria la imagen borrosa de dos personas sentadas, una frente a la otra,  una habitación demasiado grande y la música sonando desde algún rincón, es posible que una voz quebrada entonara: “No hay nostalgia mayor que añorar lo que nunca jamás sucedió”, pero no está demasiado segura, quizá solo forme parte de la puesta en escena de lo que ambiciona recordar.  Él la cogió de las manos, la miró a los ojos y con una ternura infinita la dejó hablar. Ella… no importa su nombre, le vomitó de un tirón todos sus afectos y de qué manera ese enredo emocional la conmovía. Sentía todos los síntomas de esta extraordinaria enfermedad a la que no recordaba haberse expuesto. Casi le reprochó su forma de ser, de cómo, sin ser consciente, sus palabras, sus gestos, su perspectiva de la vida…. la habían ido cautivando silenciosa y sutilmente. Pretendía hallar la causa de lo irremediable, de lo que ya sabía de antemano no llevaría a ninguna parte. Sabina dejó de lamentarse  cuando ella acabó de hablar. Se produjo tal silencio que el ruido de una simple  hoja de papel al chocar contra el suelo les pareció un grito.  Él, simplemente, le declaró que no podía ser. Al salir de aquella habitación y  hubo cruzado la puerta, esta mujer….no importa su nombre, supo que jamás lo olvidaría.

            Después de tanto tiempo su recuerdo sigue vivo y por alguna extraña razón se empeña en mantener el espacio que ocupa en su memoria a salvo de cualquier profanación, la simple sospecha de un olvido la sumen en cierto inconformismo. Se niega a renunciar a su mirada imaginada,  proyectada desde la añoranza durante todos estos años. Quizás y por ello, cada año, el día de su cumpleaños, le envía un libro con la  misma dedicatoria, préstamo de ese gran poeta que fue,  Ángel González, con  el  talento y  la sensibilidad  suficientes para expresarlo de ninguna otra manera:

Pero si tú  me olvidas,


 quedaré muerto sin que nadie


 lo sepa.”