sábado, 1 de diciembre de 2012

Fue un milagro

Autora: Amalia Conde

En el tiempo que estuve en el colegio de adultos representamos obras de teatro, una de ellas fue Doña Rosita la Soltera, de Federico García Lorca.
 
Haciendo esa función conocí a una señora y amiga extraordinaria, daba igual que el papel que tuviera que hacer fuera grande o pequeño, lo hacía mejor que ninguna. Terminó quedándose con el papel de doncella de Rosita.
 
Esta señora está casada, tiene tres hijos varones y una hija muy especial, no habla, la madre tiene que darle la comida, lavarla y acostarla. Cuando quiere algo, solo da gritos. A pesar de todo, la madre adora a su hija.
 
El papel de esta señora en la obra consistía en demostrar que quería mucho a Rosita dándole la razón en todo lo que hacía. Pero a la tía de Rosita no le gustaba esa forma de educar a su sobrina, y siempre se estaban peleando tía y doncella, hasta el punto que la echaba pegándole, entonces la doncella lloraba a grito pelado porque no quería dejar a Rosita.
 
Esta señora, amiga mía, no sabía que su hija y el marido estaban en el teatro viendo la obra. La hija empezó a sollozar cuando vio llorar a la madre, y que le pegaban, entonces el padre quiso sacar a su hija del teatro pero no podía porque ella quería ir adonde estaba la madre, de buenas a primeras, los gemidos de la hija se fueron pareciendo a palabras que decían algo así como ¡ma! ¡ma! ¡ma! ...
 
Ese es el milagro. No ha hablado nada más. Ya tiene treinta y ocho años.

No hay comentarios:

Publicar un comentario