viernes, 14 de diciembre de 2012

El milagro

Autora: Rafaela Castro


En casa de Juan y Rosa, un matrimonio joven, las cosas no iban muy bien y con trabajos esporádicos iban saliendo como podían de aquella situación. Tenían dos hijos, Luís y María, de 8 y 10 años. Ellos procuraban que estos niños no fuesen conscientes de la situación precaria por la cual estaban pasando. Rosa procuraba que no faltara un plato de comida en la mesa, igual que algún postres, tales como natilla, uvas, etc… pero con el tiempo aquellos postres iban desapareciendo hasta llegar a perder aquella costumbre.

Un día, al terminar de almorzar, vieron que al contrario que otras muchas veces, el postre en casa había desaparecido, no había nada de nada. Tanto María como Luís, pedían permiso a sus padres normalmente para dar un paseíto por los alrededores de la casita donde vivían. Cuando estaban en la calle, María solía preguntar a Luís:

- ¿Tú crees que veremos a esa señora junto al manzano y  nos dará las manzanas como todos los días?

- Ya verás como sí está. ¡Es tan amable!- respondía Luís.

Ellos nunca habían observado que aquel árbol era inexistente, no existía, y mucho menos la estación del año era la propicia para que el supuesto manzano diera sus frutos, pero nada podría haberlos convencido de lo contrario.

Un día estaban haciendo los deberes, María se quedó mirando un dibujo de un frutero con manzanas y le comentó a Luís que mirara, que eran como las que la señora les daba a diario de postre.  Su madre rosa no pudo evitar oírla:

- ¿Qué estás diciendo María, de qué señora hablas?

- Pues de la que todos los días nos espera junto al manzano y no dice que siempre que vayamos, tendremos una manzana de postre –respondió María.

- Sabéis lo que os digo, que estáis locuelos y del lugar del que habláis solo hay un almendro y además con la navidad a las puertas es imposible que haya frutos de ese tipo –respondió la madre.

Pero los niños estaban seguros de que no mentían y aquello era real.

- Bien –dijo la madre. –¿Y cómo es esa señora?

- Se ve muy simpática y amable y nos dijo que hace mucho tiempo ella también estuvo viviendo por estos contornos y que le sigue teniendo mucho cariño a estas tierras –respondió María.

También le contaron a su madre que la señora les contó que ella elaboraba unas tartas de manzana muy ricas.

- Bueno, puesta a saber –¿Cómo va vestida esa señora? –preguntó la madre.

- Suele llevar una toquilla de lana, el pelo recogido, así, igual que tú y para ser mayor se le ve muy guapa, ¿verdad Luís? –preguntó María.

- Sobre todo buena –respondió Luís.

Rosa sintió la necesidad de coger la foto de su madre que había muerto cuando los niños era pequeñitos. Un escalofrío recorrió su cuerpo cuando recordó a su madre en su lecho de muerte diciéndole que nunca los abandonaría ni a ella ni a los niños. De sus ojos no dejaban de fluir lágrimas. Porque así era, no los había abandonado.

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