viernes, 16 de noviembre de 2012

Aquello no dicho

Autor: Antonio Pérez

Hola nena, ¿cuánto tiempo?

Quizás te extrañe esta carta, a mí también. Quizás rehúses leerla, yo poco más y rehúso escribirla. Quizás no te importe en absoluto lo que aquí ponga, realmente tú ya no me importas.

Sólo era un par de cosas que necesitaba decirte y que sí te agradecería por última vez que me escucharas detenidamente.
Realmente hay cosas que rompen la paz de cada día, rompen la rutina de lo mismo en cada momento, ese ritual  que aunque nos adormece poco a poco, lo echamos en falta cuando no lo tenemos. Es fascinante como una pequeña cosa imperceptible al ser humano, algo subjetivo, puede llegar a trastornar tantas cosas dentro de un mismo ser, o varios.

No hago más que pensar en ese día, en que no nos dijimos adiós, pero simplemente volamos.  Es como alguna especie de tormento imaginario pero físico a la vez, que trastorna cada segundo de reloj impidiendo que el cuco salga alegre a cantarle a la hora, ni por bulerías.

Es fascinante como lo que olvidado estaba y sepultado, no ha hecho sino en este momento  aflorar con más fuerza y ahínco. A veces creo, que realmente es veneno, espinas hincadas llenas de veneno con algún tipo de radiofrecuencia  que se activa con determinados estímulos, con diferentes lenguajes subjetivos, extralingüísticos y retroalimentado por cada gota de pensamiento, de recuerdo de aquello que jamás supe borrar.

Tu amiga, la tal Cristina no sé si lo hizo a posta o no, pero realmente creo que apretó el botón. Con lo chico que es el mundo y tuve que encontrármela una noche en el pub que suelo frecuentar. Esa noche, además era especial, celebraba algo, y realmente quería que hubiese sido perfecta, pero no… Imposible. Cristina estaba allí me vio, sin yo verla a ella, y vino a saludarme. Realmente no sé porqué, porque si  todas tus amigas dejaron de hablarme, sinceramente me molestó y mucho esa determinación que tuvo. Se me acercó saludándome. Yo me hice el desentendido, como si no la conociese, diciéndole en todo momento, perdone creo que se ha equivocado… no creo que fuese yo. Le di mil datos erróneos para que creyera que no era yo. Y con la tontería estuve casi dos horas hablando con ella, la cual al final no sé si por seguirme educadamente la corriente,  o por verdadera ignorancia de lo que le estaba contando habiéndola trastornado y convencido, se despidió prometiéndome que iría al restaurante donde trabajaba, que era uno de los datos que le di.

Realmente, quizás alivio o no,  si llegué a convencerla, pero realmente lo que sí es molestia que por culpa de ese encuentro el veneno haya resurgido de nuevo otra vez, y otra vez estés en mí cada segundo de la vida, como un ídolo venerado, como un fiel creyente en su dios.

Realmente, esta carta es porque necesitaba decirte lo que no me dejaste un día, realmente esta carta es para decirte lo que pensaba, lo que necesitaba decir.

No sé si llegaré a mandártela, pero si así lo hago, no te pongas en contacto conmigo, no quiero más espinas ni más veneno, sólo el antídoto para de una vez definitivamente volar sin cadenas.

Un beso, el triste pirata de barco hundido…

No hay comentarios:

Publicar un comentario