Hola nena, ¿cuánto tiempo?
Quizás te extrañe esta carta, a mí también. Quizás rehúses
leerla, yo poco más y rehúso escribirla. Quizás no te importe en absoluto lo
que aquí ponga, realmente tú ya no me importas.
Sólo era un par de cosas que necesitaba decirte y que sí te
agradecería por última vez que me escucharas detenidamente.
Realmente hay cosas que rompen la paz de cada día, rompen la
rutina de lo mismo en cada momento, ese ritual
que aunque nos adormece poco a poco, lo echamos en falta cuando no lo tenemos.
Es fascinante como una pequeña cosa imperceptible al ser humano, algo
subjetivo, puede llegar a trastornar tantas cosas dentro de un mismo ser, o
varios.
No hago más que pensar en ese día, en que no nos dijimos
adiós, pero simplemente volamos. Es como
alguna especie de tormento imaginario pero físico a la vez, que trastorna cada
segundo de reloj impidiendo que el cuco salga alegre a cantarle a la hora, ni
por bulerías.
Es fascinante como lo que olvidado estaba y sepultado, no ha
hecho sino en este momento aflorar con
más fuerza y ahínco. A veces creo, que realmente es veneno, espinas hincadas
llenas de veneno con algún tipo de radiofrecuencia que se activa con determinados estímulos, con
diferentes lenguajes subjetivos, extralingüísticos y retroalimentado por cada
gota de pensamiento, de recuerdo de aquello que jamás supe borrar.
Tu amiga, la tal Cristina no sé si lo hizo a posta o no, pero
realmente creo que apretó el botón. Con lo chico que es el mundo y tuve que
encontrármela una noche en el pub que suelo frecuentar. Esa noche, además era
especial, celebraba algo, y realmente quería que hubiese sido perfecta, pero
no… Imposible. Cristina estaba allí me vio, sin yo verla a ella, y vino a
saludarme. Realmente no sé porqué, porque si todas tus amigas dejaron de hablarme,
sinceramente me molestó y mucho esa determinación que tuvo. Se me acercó
saludándome. Yo me hice el desentendido, como si no la conociese, diciéndole en
todo momento, perdone creo que se ha equivocado… no creo que fuese yo. Le di
mil datos erróneos para que creyera que no era yo. Y con la tontería estuve
casi dos horas hablando con ella, la cual al final no sé si por seguirme
educadamente la corriente, o por
verdadera ignorancia de lo que le estaba contando habiéndola trastornado y
convencido, se despidió prometiéndome que iría al restaurante donde trabajaba,
que era uno de los datos que le di.
Realmente, quizás alivio o no, si llegué a convencerla, pero realmente lo
que sí es molestia que por culpa de ese encuentro el veneno haya resurgido de
nuevo otra vez, y otra vez estés en mí cada segundo de la vida, como un ídolo
venerado, como un fiel creyente en su dios.
Realmente, esta carta es porque necesitaba decirte lo que no
me dejaste un día, realmente esta carta es para decirte lo que pensaba, lo que
necesitaba decir.
No sé si llegaré a mandártela, pero si así lo hago, no te
pongas en contacto conmigo, no quiero más espinas ni más veneno, sólo el
antídoto para de una vez definitivamente volar sin cadenas.
Un beso, el triste pirata de barco hundido…
No hay comentarios:
Publicar un comentario