viernes, 5 de octubre de 2012

Seducción


Autora: Carmen Sánchez Pasadas

Es la hora. Soledad, Sole para los demás se despereza en el sofá y toma una ducha. Mientras se prepara, piensa en Mario. Probablemente se encuentre con él esta noche, por lo que elige la ropa que seguro le gustará.

Un corpiño verde esmeralda se ajusta a su cuerpo mostrando los hombros bronceados. La falda negra se bambolea a cada paso, sobre las piernas que lucen medias de rejilla, mientras unas cintas de charol sujetan sus tobillos delgados a unos zapatos de tacón fino e infinito. Sole advierte ante el espejo que está imponente, envuelta en un perfume sutil, pero que se torna embriagador en la cercanía. Sin embargo su mayor triunfo, está segura, es su sonrisa fresca y cautivadora.

Ya suena el bandoneón y una voz profunda evoca la traición de un amor, a son de tango. Mario ya ha llegado. La saluda con una sonrisa pícara, al tiempo que le dice:

- ¿Cómo estás?, preciosa.

Ella le atiende con una risa espontánea, a la vez que le responde:

- Tú si que estás estupendo.

Y es cierto. Él no es excesivamente alto, pero su complexión atlética y su tez morena lo hacen muy atractivo. Si también le añades sus ojos oscuros, el pelo ondulado y brillante, verás a Mario como un galán. Además su estilo, la camisa de seda negra, los pantalones impecables y los zapatos relucientes de puro lustre, hace que no pase desapercibido.

Mario se le acerca y a un gesto, ella da un paso hacia él. La toma de la mano y le da un beso cálido en la mejilla, cerca de la oreja. La rodea con el brazo derecho y Sole corresponde dejando caer el suyo desde el hombro hasta la parte superior de la espalda masculina, pero tan delicadamente que apenas la roza. Él la lleva al ritmo marcado del tango, con tanta presteza que parece que se deslizan acariciando el suelo. Hacen infinidad de giros imposibles, las piernas de Mario se enredan y desenredan milagrosamente en las de ella y Sole le corresponde cada vez que él lo requiere, con sus piernas gráciles con un gancho o un voleo. La cadencia se ralentiza y Mario ahora la espera, dejándola hacer. A continuación, la música in crescendo hace que él juegue con el pie, toca el de ella, lo quita, lo pone y Sole sigue el juego, una dos, tres veces, hasta que cambia el compás y entonces su pie recorre la pierna de él arriba y abajo sensualmente.

De cuando en cuando, intercambian una mirada cómplice y luego continúan con las mejillas pegadas y los cuerpos enfrentados, como si fueran una sola voluntad. La melodía finaliza, el abrazo persiste mientras él arrastra a Sole y ella termina recostada sobre el brazo firme de Mario. En ese instante no existe nadie más, un halo los envuelve, alejándolos de la realidad.

Él le susurra:

- ¿Vamos?

- Llévame donde quieras – contesta ella, sabiendo que la seducción que comenzó con el baile se prodigará en mil caricias y este pensamiento la hace estremecerse.

Momentos después, se abrazan en la penumbra de una habitación. Las manos de Sole desabrochan la camisa de Mario y su boca se recrea en el torso masculino. Él la besa con vehemencia, luego acaricia su cuello y su nuca, mientras ella tiembla entre sus brazos. La torpeza de Mario desnudando a Sole se oculta bajo los susurros apasionados que tanto la cautivan. Entonces ella se vuelve sin dejar de acariciarlo, en tanto él se desnuda. Luego ella se quita la falda lentamente mientras él le ayuda con fingida impaciencia. Finalmente la desnudez de ambos los hace encenderse aún más y desearse. La excitación se palpa en la piel sedosa de ella y caliente de él. Sin brusquedad, caen sobre la cama, rodando alternativamente uno sobre otro. Rápidamente la desazón los alcanza hasta llegar a la pasión febril, entonces los jadeos aumentan desenfrenadamente...

- Corten – dice el director.

De pronto toda la escena se para. El cámara deja de filmar y los protagonistas se incorporan con naturalidad.

- Haremos una pausa de una hora – continúa, dirigiéndose a todo el equipo.

Y durante ese tiempo, el ambiente erótico se desvanece hasta la próxima toma.


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