En el camino de vuelta hacia mi casa, ensimismada en
mis pensamientos, al doblar una esquina
fue cuando me encontré de cara con él. Se me pararon los pies y de mi garganta
salió un grito:¡Pero si es un celindo!. Mientras pronunciaba su nombre lo
seguía observando con bastante atención, su olor empezó a envolverme
sintiéndome embriagada con su aroma. De pronto, mi mente me trasportó a mi
niñez, a esos recuerdos añejos que quedaron atrapados en mi mente, como si todo
hubiera sucedido ayer.
En aquella etapa no parábamos de inventar cosas,
cuando nos daba por jugar a ser modistas, poníamos nuestro propio taller con
los recortes que encontrábamos en los de las modistas de verdad, confeccionando
vestidos para las muñecas que luego vendíamos por tres perras gordas. Otros
días nos daba la vena artística y montábamos un “teatrico” en casa de alguna,
casi siempre, lo hacíamos en donde hubiera más espacio para tener bastante
público y pasarlo bien.
Por aquellos años, el cura del pueblo tuvo la feliz
idea de poner una emisora que instaló en la torre del campanario, por lo que el
acceso a ella era un poco complicado ya que había que subir un buen número de
escaleras, pero como no conocíamos ni sabíamos que era la artrosis, las
subíamos en un segundo. El programa infantil se emitía el jueves por la tarde
que no había escuela. Salía en antena después de la novela que por entonces,
era ni más ni menos que “Ama Rosa”, la cual tenía a todas las madres más que
enganchadas, acabando casi todas las tardes llorando a moco tendido por lo
sucedido en cada capitulo de dicho culebrón. En la calle no encontrabas a esa
hora ni a una sola mujer y si te daba por dar un paseo, como en aquella época
se podían dejar las puertas abiertas que no pasaba nada malo, tenias la
oportunidad de comprobar que todas estaban más que entregadas a dicho folletín.
¡Que tardes más divertidas!. Jamás quisiera
olvidarlas, todavía puedo verme como si fuera ayer, nerviosa y sin poder dejar
de moverme hasta que me tocaba salir a actuar.
Después de unos breves anuncios de Colacao, nos
presentaba un entrañable personaje, “El Mago Cacume”. Nuestro programa era de
canciones y poesía y lo empezábamos cantando todos a coro para irnos relajando,
aunque solo lo conseguíamos en parte. Una de las canciones decía más o menos
así:
“Somos de radio chupete atrevido e infantil, niños
que con alegría vienen a cantar aquí. Este es el Mago Cacume, con su barbudo
pelaje pero dentro de esas barbas, hay un bello personaje”…
A mí me gustaba más salir cantando. Casi siempre
elegía alguna coplilla, la cual me encargaba yo por mi cuenta de ensayarla todo
lo que podía en mi casa, escondida en el último rincón para que nadie me oyera
y así causar más expectación. Del vestuario no había que preocuparse porque
como por radio ni se ve ni se veía, eso que nos ahorrábamos.
Vivía al lado de la iglesia por lo que una vez que
acababa el programa, salía que me las pelaba hacia mi casa para que me
felicitara mi familia, la cual siempre me decía ¡Ay mi niña que buena artista
es!, pero muertos de risa.
¿Y lo felices que éramos, quién nos lo puede quitar?
Nadie.
No hay comentarios:
Publicar un comentario