martes, 15 de mayo de 2012

Recuerdos

Autora: María Gutiérrez


En el camino de vuelta hacia mi casa, ensimismada en mis pensamientos, al doblar una  esquina fue cuando me encontré de cara con él. Se me pararon los pies y de mi garganta salió un grito:¡Pero si es un celindo!. Mientras pronunciaba su nombre lo seguía observando con bastante atención, su olor empezó a envolverme sintiéndome embriagada con su aroma. De pronto, mi mente me trasportó a mi niñez, a esos recuerdos añejos que quedaron atrapados en mi mente, como si todo hubiera sucedido ayer.

En aquella etapa no parábamos de inventar cosas, cuando nos daba por jugar a ser modistas, poníamos nuestro propio taller con los recortes que encontrábamos en los de las modistas de verdad, confeccionando vestidos para las muñecas que luego vendíamos por tres perras gordas. Otros días nos daba la vena artística y montábamos un “teatrico” en casa de alguna, casi siempre, lo hacíamos en donde hubiera más espacio para tener bastante público y pasarlo bien.

Por aquellos años, el cura del pueblo tuvo la feliz idea de poner una emisora que instaló en la torre del campanario, por lo que el acceso a ella era un poco complicado ya que había que subir un buen número de escaleras, pero como no conocíamos ni sabíamos que era la artrosis, las subíamos en un segundo. El programa infantil se emitía el jueves por la tarde que no había escuela. Salía en antena después de la novela que por entonces, era ni más ni menos que “Ama Rosa”, la cual tenía a todas las madres más que enganchadas, acabando casi todas las tardes llorando a moco tendido por lo sucedido en cada capitulo de dicho culebrón. En la calle no encontrabas a esa hora ni a una sola mujer y si te daba por dar un paseo, como en aquella época se podían dejar las puertas abiertas que no pasaba nada malo, tenias la oportunidad de comprobar que todas estaban más que entregadas a dicho folletín.

¡Que tardes más divertidas!. Jamás quisiera olvidarlas, todavía puedo verme como si fuera ayer, nerviosa y sin poder dejar de moverme hasta que me tocaba salir a actuar.

Después de unos breves anuncios de Colacao, nos presentaba un entrañable personaje, “El Mago Cacume”. Nuestro programa era de canciones y poesía y lo empezábamos cantando todos a coro para irnos relajando, aunque solo lo conseguíamos en parte. Una de las canciones decía más o menos así:

“Somos de radio chupete atrevido e infantil, niños que con alegría vienen a cantar aquí. Este es el Mago Cacume, con su barbudo pelaje pero dentro de esas barbas, hay un bello personaje”

A mí me gustaba más salir cantando. Casi siempre elegía alguna coplilla, la cual me encargaba yo por mi cuenta de ensayarla todo lo que podía en mi casa, escondida en el último rincón para que nadie me oyera y así causar más expectación. Del vestuario no había que preocuparse porque como por radio ni se ve ni se veía, eso que nos ahorrábamos.

Vivía al lado de la iglesia por lo que una vez que acababa el programa, salía que me las pelaba hacia mi casa para que me felicitara mi familia, la cual siempre me decía ¡Ay mi niña que buena artista es!, pero muertos de risa.

¿Y lo felices que éramos, quién nos lo puede quitar? Nadie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario