viernes, 13 de abril de 2012

Los depredadores

Autora: Carmen Sánchez Pasadas

- ¡Maldita sea!

Fue lo primero que dijo Isabel cuando despertó y miró el reloj. Había dormido mal porque Sofía, su hija de tres años, se había despertado varias veces. Sufría terrores nocturnos y era necesario consolarla cada vez que despertaba llorando y para colmo Reme, la chica interna, se encontraba enferma así que tuvo que levantarse ella.

Mientras se daba una ducha rápida decidió que tomaría café en la oficina, no podía perder más tiempo, esa mañana se reunirían para decidir el contenido de la revista del mes siguiente. Afortunadamente la niña no se había despertado aún. Por otro lado Alberto, su marido, ya se había marchado. Él también esperaba un día ajetreado en el banco, según le contó la noche anterior, aunque estaba tan cansada que no le prestó demasiada atención. Le inquietó que Reme no se hubiera levantado. ¿Seguiría enferma? Bueno no sería nada importante –pensó- seguro que podría hacerse cargo de Sofía. Al tiempo que pensaba esto llamó a la puerta de la criada y abrió sin esperar respuesta.

- Reme tengo que irme. ¿Cómo te encuentras?

- Un poco mareada, pero creo que estoy mejor- respondió desde la cama.

-¿Podrás encargarte de Sofía?- la pregunta realmente sonaba a orden- Llego tarde a la oficina- continuó
.
- Si, si, ya me levanto- dijo la muchacha con voz débil.

Si bien, Isabel no lo percibió ni tampoco observó la marcada palidez y las ojeras que rodeaban los ojos de la chica.

Reme llevaba varios días nerviosa. Era incapaz de comer desde hacía una semana, cuando se enteró de lo que iba a suceder y finalmente la noche anterior se desvaneció un instante en la cocina, pero nadie en la casa lo advirtió. Ella se excusó diciendo que estaba indispuesta. Era mejor así, porque no podía perder el trabajo. Aunque no le gustaba estar interna, fue lo único que encontró cuando a Juan lo despidieron de la cafetería, un año atrás. Durante ese tiempo él trabajó en varias ocasiones pero pocos días y mal pagados y con lo que ella ganaba no les llegaba para pagar los recibos y vivir mínimamente. La situación que atravesaban los estaba llevando a la desesperación. Pero en esta casa –se decía a sí misma- nadie estaba interesado en sus problemas hasta que la angustia pudo más que ella, aún así, no comentó nada.

Mientras Reme se quedaba con Sofía y sus pensamientos, Isabel por su parte se dirigía a la oficina. Era la directora de una revista de actualidad que contra todo pronóstico había incrementado la tirada en los últimos meses. Estaba satisfecha y el grupo editorial para el que trabajaba también, y se lo había demostrado con un reparto de beneficios considerable.

El gusto exquisito de sus lectores se veía complacido mensualmente con las sugerencias “más chic” de escapadas inolvidables de fin de semana (ya que los clientes tenían mucho dinero, pero poco tiempo libre, por lo que estas propuestas tenían muy buena acogida), también solían publicar sobre las últimas investigaciones en tratamientos antiedad, antiestrés y similares, además siempre había cabida para todo lo que tuviera que ver con el estilismo más innovador. Pero, sin duda, lo que diferenciaba a esta publicación de otras era las entrevistas a grandes personalidades del momento, triunfadores en distintos ámbitos con gran prestigio social que compartían sus confidencias con los lectores. La imagen de estas celebridades en las portadas dispararon las ventas.

Esa mañana, cuando entró en el despacho, la secretaria le comunicó, entre otros muchos asuntos, la confirmación de la reserva del hotel, en el que ella estaba tan interesada, para sus próximas vacaciones. Afortunadamente todo no iba a salir mal ese día –pensó.

Normalmente antes de iniciar la reunión con el resto del equipo, Mónica, la subdirectora, y ella intercambiaban impresiones sobre los temas previstos. Era habitual también cierta discrepancia entre ambas, porque su colaboradora insistía en incluir algún artículo de contenido social, argumentaba que no podían dar la espalda a la realidad. Pero Isabel lo tenía claro, la misión de la revista no era despertar la conciencia de la sociedad con reportajes desgarradores, para eso ya estaban los periódicos, ellos tenían que satisfacer el interés de los lectores con ideas creativas de ocio, entendido éste como consumo. Por eso tenían tan buena aceptación los reportajes de viajes, las ofertas outlets de marcas exclusivas, las ventajas del Iphone 4 o las recomendaciones de los restaurantes más cotizados.

En esa ocasión quería incorporar una entrevista realizada a un catedrático de economía, de moda por sus ideas progresistas, que denunciaba en un estudio pormenorizado como la injerencia de los mercados, en general y la política de la Unión Europea en concreto, estaba llevando a las familias de renta media/baja al empobrecimiento de forma vertiginosa. Isabel reconocía la calidad del trabajo realizado por la subdirectora, pero se reafirmó en las directrices marcadas por la editorial con el siguiente comentario:

- ¿Recuerdas el artículo que incluimos en febrero sobre la actuación de varias ONGs para paliar la hambruna declarada en el Cuerno de África? Pues para la mayoría de nuestros lectores pasó totalmente desapercibida, mientras que el que se refería a Cibeles Fashion Week arrasó, sólo por ponerte un ejemplo.

- Es cierto – comentó Mónica- pero hay que tener en cuenta que el trabajo quedó reducido a una página casi al final de la revista y todos sabemos que sin fotos impactantes el público no lee. Si –continuó – ya se que maquetación no pudo hacer otra cosa, pero quedó muy limitado, tienes que reconocerlo.

- La realidad te guste o no, es que estos temas no venden – dijo Isabel y añadió- quizás te sentirías más cómoda trabajando en otra publicación, más acorde con tus expectativas.

La subdirectora se quedó petrificada con este comentario y entendió que no debía insistir. Su jefa consideró que quizás había sido demasiado cortante y para relajar la tensión entre las dos añadió:

- Bueno, veamos que tiene el resto del grupo y ya decidiremos.

La reunión se desarrolló según lo previsto y decidieron incluir una breve reseña de la entrevista que Mónica había preparado. Ciertamente la directora no quería prescindir de ella, era una excelente profesional y sólo requería una reorientación acorde con la política de la empresa. El resto de la jornada transcurrió sin novedad.

Al final de la tarde cuando Isabel llegó a casa, Reme estaba viendo las noticias de una cadena local. Al instante, la asistenta apagó la televisión y tras un breve saludo se metió en la cocina. A Isabel le pareció que había estado llorando, pero como siempre era tan reservada no le quiso preguntar nada. Saludó a Sofía, que ya estaba acostada y se acomodó en la sala esperando que llegara Alberto, momentos después estaban saboreando una copa de vino antes de cenar. Como cualquier otra noche, durante la comida la pareja comentaba los acontecimientos del día. Ella relató a su marido la conversación mantenida con la subdirectora y él comentó que esa chica tenía mucho que aprender si quería triunfar, pero que no se preocupara porque ya se daría cuenta por sí misma. Entonces Isabel hizo un brindis por las próximas vacaciones en aquel hotel que tanto les había gustado el año anterior. Alberto tras el brindis dijo que estaban de enhorabuena porque había sido un día muy provechoso. Esa mañana el banco había desahuciado a otro infeliz que no podía pagar la hipoteca. Aunque a media mañana hubo un poco de jaleo causado por unos desgraciados que se manifestaron ante la entidad bancaria con pancartas y pitadas, bastó la presencia policial y cerrar momentáneamente las puertas hasta que se disolvieron para volver a la normalidad. Y lo mejor de todo- continuó- es que Campos, el de las subastas inmobiliarias, me ha comentado que ya tiene el piso colocado y gracias a mi diligencia me llevaré un buen porcentaje sobre el precio de adjudicación.

Reme salía y entraba a la sala desde la cocina y oyó la conversación que mantenían. Al oír las últimas palabras de Alberto se paró y se volvió hacia ellos diciendo:

-Resulta que ese desdichado al que han desahuciado es mi marido, –y continuó:- Desde hoy la vivienda que hemos estado pagando con tanto esfuerzo y hemos perdido, es sólo un buen negocio para usted. Me marcho no puedo seguir respirando el mismo aire que ustedes.

- Pero Reme – dijo Isabel- ¿por qué no me lo dijiste? Seguramente Alberto podría haberlo retrasado un mes o dos. Además –siguió diciendo- ¿Qué vas a hacer ahora?

- Respiraré aire limpio cuando salga de esta casa, porque aquí todo está podrido –dijo mientras salía sin mirar atrás.

Sólo una cosa la entristecía: Sofía, la niña, quedaba indefensa ante esos depredadores. Pero cuando salió a la calle, sintió que un gran peso se le quitaba de encima, empezó a caminar y una sonrisa apareció en su rostro.

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