Autor: Antonio Pérez
A punto de implosionar, evadir susceptiblemente la realidad. Tan
candente y gélida como la rosa de Jerusalén. Aquella que vive y muere, se
multiplica cuando quiere, esa flor casi inmortal. Rozando los peores pecados
capitales, obligándose a defender castillos en la arena, bombardeados por brisas
transparentes de infinita profundidad. Negra es aquella, intermitente y débil
la que naufraga quinientos barcos en cincuenta mil mares, sin ni siquiera
zarpar. Montes calcinados por la ira, la rabia y desprecio, desiertos de arena
formados por gotas diminutas de impotencia y frustración de recuerdos
clandestinos de desilusión, de muerte impetuosa de sueños e ilusiones
reconvertidas en tristes estacas para matar a los vampiros de la depresión, del
caos organizado, de una triste balada de trompeta.
Amor necrófilo de amargura y lucha, batalla de poemas, letras y
números, en una rivalidad sin sentido. Ahora no hay lugar para las letras,
cuando las matemáticas y sus bancos son los que han de ganar… No hay lugar para
la cultura, no hay lugar. Los poetas han muerto.
Triste final de inocentes versos de pasión, amor, ilusión, de
negros balances de esperanza, muerte al remedio del alma, la mejor a mi pesar,
medicina del hombre.
Burros subidos en los carros, pájaros que vuelan bajo el mar y
peces nadando en las nubes. Ya no es un uno para todo, ni un todo para uno. El
mundo se dio la vuelta, giró en su desgracia, restregándose en su pena, en su
misericordia, fulminando toda creencia, perspectiva u optimismo.
Implosión, ¿es esa realmente la solución? Míseros sabios y
eruditos que olvidaron su cometido, esos bastidores, pilares fundamentales del
mundo, cuerpos vertebrados, quebrados. Corazas del bienestar, hecha añicos.
Maldito ego cambiante, veleta de malos sueños y desilusiones, que
nos guían por el mal camino, por un trágico final, un gran luto de la verdad,
de la honestidad que por tus huesos profeso.
¿Será terquedad lo qué es sentido sin lugar de acierto alguno?
Preguntas retóricas sin respuesta, que agravan aún más la
situación incierta de este mundo de esta verdad, tan efímera, tan malvada y
cómica, que es de inverosímil realidad.
Ya no existe la moraleja, pues no se prioriza la educación, un
R.I.P. por ella, un brindis por la frustración.
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